Hayas amenazadas

Recientemente, mientras paseábamos por los alrededores del embalse de Lareo, observamos que todas las hayas de gran tamaño que forman un extenso bosque en las proximidades del monte Marumendi (municipio de Ataun) se encontraban marcadas: la mayor parte con un trozo de corteza arrancado mediante un hacha y las menos pintadas con spray rosa. Nuestra experiencia nos indica que las hayas pintadas de rosa son para dejarlas en pie y todas las demás, para ser taladas. La fuerte entresaca realizada hace muy pocos años ha hecho que actualmente encontremos grandes hayas diseminadas y un tupido sotobosque de jovencísimas hayas.

Marumendi se encuentra dentro del Parque Natural de Aralar y éste está declarado Lugar de Interés Comunitario (LIC) por la Unión Europea y, por tanto, sometido a los dictámenes del Plan de Ordenación del parque natural y de la Directiva Hábitat. El espíritu fundamental de ambos documentos se basa en la conservación, y en su caso mejora, de la situación de las especies y de los hábitats naturales.

Cuando se talan casi todos los árboles grandes de un bosque, desaparece para muchos años su estructura forestal y cambian radicalmente las condiciones ambientales del entorno. Eso significa que muchas especies forestales tendrán que buscar otro refugio fuera de esa amplia zona o, simplemente, desaparecerán de ella. etrimento de su biodiversidad.

Somos de la opinión de que antes de realizar semejante actuación es muy importante sopesar las consecuencias que provocará en el medio natural, no vaya a ocurrir que los perjuicios sean mayores que los beneficios; y más todavía en unas épocas en las que la madera de haya no se encuentra en sus mejores tiempos de cotización. A nuestro entender, los municipios que conservan este tipo de bosques deberían ser compensados con algún tipo de ayuda a cambio del servicio que prestan a la sociedad.

La mayor riqueza de los parques naturales y demás espacios protegidos radica en la naturaleza bien conservada. En consecuencia, no la degrademos en aras de obtener un dudoso beneficio económico, cuando el objetivo primordial de dichos espacios es proteger la naturaleza. El porvenir de las zonas rurales está en una buena conservación del entorno natural y no tanto -y menos en los espacios protegidos- en una explotación intensiva de los montes.