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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

50 películas

Un alud de documentales iraníes no visibles en las salas comerciales ni en la 'tele'; una especialidad local, como las alfombras

El caballero de la foto muy bien podría ser un profesor norteamericano, un intelectual neoyorquino o parisiense, pero es un cineasta iraní de talento, y los barceloneses han tenido el privilegio -un privilegio, si se quiere, fetichista, también agridulce- de ser la primera audiencia del mundo que ha podido ver su película Cartas desde Irán, la primera que rueda en unos cuantos años.

Es un documental autobiográfico y confesional. En una secuencia le vemos a él, director y protagonista, en su domicilio traduciendo al farsi Pálido fuego, tecleando en su ordenador y tratando de concentrarse mientras a través de las persianas bajadas le llegan las voces de los muecines llamando a la oración. La hija quiere salir a divertirse con las amigas, y le pide el velo a su madre; ésta le reprocha que con los labios pintados el efecto es casi más peligroso que si no llevase velo; luego esperará su regreso con una preocupación bastante más justificada que la usual en nuestros pagos. Mientras asistimos a la vida familiar de Nezam Manouchehri o le vemos conducir por el tráfico enloquecido de Teherán, una ciudad con una área metropolitana de 2.000 kilómetros cuadrados donde viven dos veces los mismos ciudadanos que en toda Cataluña, o le acompañamos a una escuela primaria para saber en qué dogmas adoctrinan a los niños unos profesores sin duda llenos de las mejores intenciones ("esta es la edad patente de nuevas invenciones / para matar los cuerpos, y para salvar almas / y todas propagadas con la mejor intención", escribió Byron), oímos la voz en off de Manouhcheri preguntándose si hizo o no hizo bien en volver a Irán cuando podía haberse quedado en Estados Unidos, y si no sería mejor emigrar otra vez.

"Aquí la vida es más lenta, pero también más incierta. Hemos aprendido a vivir el instante". "Quiera Dios mantenerme libre de la autocensura". ¿Estas frases se pronuncian en Cartas desde Irán, o en Efluvios de alcanfor, perfume de jazmín? Las dos películas retratan a una generación de intelectuales bloqueados por la crisis política y empeñados en dar testimonio de la diversidad y las contradicciones de un país vasto y diverso, con vocaciones islámicas y occidentales.

Son sólo 2 de las 50 películas que se proyectaron unos días en el Centro de Cultura Contemporánea y siguen en Casa Asia (hasta finales de mayo) dentro del programa Iran sota la pell, del comisario Firouz Firouz, arquitecto que lleva algunos años viviendo en Barcelona. Son 50 ventanas al interior del país, a la vida cotidiana de sus comunidades urbanas y rurales, abiertas las más de las veces por excelentes profesionales del relato, cineastas que han asimilado las enseñanzas del neorrealismo italiano y de la narrativa de la modernidad.

Además de director, Manouchehri es el comisario de la programación cinematográfica, que reúne, nos dice, muestras significativas de los 100 años de historia del cine iraní. Entre ellas, la primera película de arte y ensayo, Siavosh en Persépolis, de Fereidoon Rahnama, una tragedia de acentos shakespeareanos, inspirada en la historia persa; también algunas películas del famoso director Abbas Kiarostami nunca vistas en España, como Primer plano.

En este híbrido de documental y ficción, Kiarostami visita una cárcel de Teherán y se entrevista con el preso Hossein Sabzian, un cinéfilo empedernido, reo de fraude, que va a ser juzgado por haber suplantado la personalidad de un famoso director de cine y engañado a una familia fingiendo que rodará su próxima película en su casa, y que convertirá a todos sus miembros en estrellas del séptimo arte. Una impostura, explica el arrepentido Sabzian, a la que fue tentado por su parecido físico con el cineasta y por el ardiente deseo de elevarse sobre las miserias de su vida. Kiarostami le pregunta: "¿Puedo hacer algo por usted?", y Sabzian responde con otra pregunta: "¿Puede hacer una película sobre mi sufrimiento?".

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La respuesta no se formula, pero es "sí". "Sí, y va a ser formidable". La respuesta es precisamente Primer plano, y por extensión, es este ciclo.

En él se reúnen los mejores frutos de las escuelas cinematográficas de la década de 1960, muestras del free cinema iraní subvencionado por los gobiernos en los años anteriores e inmediatamente posteriores a la revolución islámica de 1979. Hay también una selección de documentales de carácter "antropológico", fascinantes aunque sólo sea por la extrañeza o la lejanía de los fenómenos y de los modos de vida que retratan. Por ejemplo, Hierba y Gente del viento, que con 20 años de intervalo siguen los avatares de una tribu de pastores nómadas trashumando con sus rebaños por las peligrosas montañas del noroeste de Irán, exactamente igual que lo hacían sus antepasados en la Edad Media.

Finalmente, hay un alud de excelentes cortometrajes documentales realizados en los últimos cuatro años, pero no visibles en la tele o en las salas comerciales; ésta es una especialidad persa, como antes pudieran serlo las alfombras.

Cortometraje -nos explica Manouchehri- significa independencia, significa que el cineasta puede ser más libre, no necesita ir al mercado y por tanto no tiene que adaptarse a una duración predeterminada, no depende del gusto del público masivo y no piensa en entretener, sino en decir algo personal. Esa misma marginalidad invita a los directores a la sinceridad, a la confesionalidad, al testimonio.

Son 50 películas que hacen de Irán un país menos... menos bombardeable.

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