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Reportaje:

Pacto diplomático para un secuestro

Regresan a Bélgica dos niñas que fueron retenidas por su padre en Teherán

Gabriela Cañas

Sara y Yasmine volvieron ayer a casa, en Lieja, y el primer ministro belga les dio la bienvenida. La suya ha sido una aventura extraordinaria gracias al arrojo demostrado por la mayor de las dos hermanas, Yasmine, de 15 años, y al empeño diplomático del Gobierno belga, que desde el primer momento mostró un interés inusitado por resolver este caso.

Cientos de niños sólo en Bélgica sufren la misma situación que Sara y Yasmine. Son habitualmente hijos de parejas de nacionalidad mixta que, tras una separación o un divorcio, son secuestrados por uno de los progenitores. Es el llamado secuestro parental, un asunto de difícil solución en el que el padre abandonado pierde con frecuencia el rastro de sus hijos para siempre.

Sara y Yasmine se refugiaron en la Embajada de su país en Irán hasta que se negoció un acuerdo

Eso fue exactamente lo que hizo el padre de Sara y Yasmine el verano pasado. Aprovechó las vacaciones que estaban pasando en Grecia para llevarse a sus hijas a Teherán a pesar de no tener su custodia. La madre de las criaturas, Zahra Pourashemi, a la que informaron telefónicamente de la situación las mismas niñas desde la capital iraní a finales de agosto, puso una demanda y logró que una juez lanzara una orden internacional de búsqueda y captura, un procedimiento habitual que rara vez mitiga la inquietud del padre abandonado.

Hasta aquí llegan las similitudes con el resto de los casos, porque la quinceañera Yasmine decidió cambiar el rumbo de los acontecimientos el pasado 2 de diciembre. Contaba Yasmine ayer que su hermana pequeña, de siete años de edad, lloraba todos los días, razón por la cual pensó que tenía que hacer algo. "Así que cogí a mi hermana y me fui a la embajada". En la legación belga de Teherán apenas trabajan una veintena de funcionarios que se vieron sorprendidos por tan inesperada visita.

La petición de refugio de dos menores puso a la diplomacia belga en una situación comprometida con el Gobierno iraní. El ministro de Asuntos Exteriores, Louis Michel, tomó cartas en el asunto y anunció inmediatamente su intervención en el mismo, a pesar de lo cual las niñas no sólo tuvieron que pasar las navidades en las oficinas de la embajada, sino que han tenido que vivir encerradas en la pequeña legación extranjera durante todo este tiempo, hasta el pasado miércoles. Los funcionarios, cuentan en Asuntos Exteriores, han venido haciendo turnos para que las niñas no se quedaran solas de noche en la embajada.

Durante estos cinco meses, el caso de Sara y Yasmine ha monopolizado las relaciones bilaterales de ambos países al más alto nivel. En enero pasado, Michel y su homólogo iraní, Kamal Kharazi, hablaron del problema en un encuentro mantenido en Berna (Suiza). En marzo, Louis Michel viajó a Teherán para seguir negociando la repatriación de las niñas, y este mismo lunes Kharazi aprovechó su paso por Bruselas y su entrevista con el primer ministro belga, Guy Verhofstadt, para abordar el asunto.

La presión diplomática ha sido tal que el padre de las niñas consintió en entrevistarse con su ex mujer el pasado lunes en Teherán, pidió perdón a sus hijas por lo ocurrido y les permitió irse con su madre en un avión hacia Bruselas vía Amsterdam. Decenas de periodistas las esperaban puntualmente ayer a las ocho de la mañana en el aeropuerto bruselense, donde las niñas y su madre comparecieron felices, aunque, eso sí, tocadas con un velo en un gesto acordado previamente con las autoridades iraníes. El acuerdo establecido entre ambos padres incluye la retirada de la denuncia, visitas del padre a Lieja y de las niñas a Teherán. Paralelamente, ambas diplomacias aseguran ahora haber restablecido sus buenas relaciones.

La opinión pública belga, asaltada diariamente en los dos últimos meses por las truculentas jornadas del juicio del pederasta Marc Dutroux, ha vivido con cierto alborozo el final feliz de este drama familiar.

Sara, la menor de las dos hermanas, junto a su madre, Zahra, al llegar al aeropuerto de Bruselas.
Sara, la menor de las dos hermanas, junto a su madre, Zahra, al llegar al aeropuerto de Bruselas.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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