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Columna
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Demasiados temas pendientes

Para quienes lo deseaban y para quienes lo temían, el poszaplanismo ha comenzado ya. Lo peor de la reciente crisis en el seno del PP de la Comunidad no es que se haya producido -lo cual resulta legítimo y hasta lógico-, sino la equívoca imagen transmitida a la opinión pública de que todo el rifirrafe se ha debido sólo a estrictas ambiciones personales y al egoísta afán de conservar cuotas de poder individual.

La responsabilidad de quienes han obrado de esa manera, unos y otros, acabará por pasarles factura. Ello, al margen de que lo ventilado en la disputa sean también, y sobre todo, distintas y enfrentadas concepciones del partido, de la acción política, de las prioridades en el desarrollo de la Comunidad y de la conveniencia de una ideología más abierta o más tradicional en el partido de centro-derecha.

Lo cierto es que ya no hay argumentos que justifiquen ninguna demora o parálisis en coger por los cuernos el toro de nuestro futuro colectivo. A ello se puso ya ayer mismo el presidente Camps -sin pretender insinuar que el presidente no estuviese antes por la labor-, en su encuentro con la ministra Narbona. La misma Cristina Narbona que hace once años, siendo secretaria de Estado de Medio Ambiente con Felipe González, defendía trasvasar del Ebro el doble del caudal de agua cifrado en el moribundo PHN, reiteró ayer a Francisco Camps que ni una gota de ese río llegará al Este peninsular. Esa paralización del trasvase es lo que nuestro presidente califica, sin ambages, como "agresión a la Comunidad".

Por si no hubiese tareas a las que hincar el diente, en dos años largos dejaremos de ser Objetivo 1 en la UE, con la pérdida de fondos europeos que ello conlleva. ¿Cómo se gestionará semejante situación con el Gobierno de Rodríguez Zapatero? De forma bien diferente a que si hubiese estado en La Moncloa Mariano Rajoy. Ésa es otra tarea que hay que ir encarando desde ahora mismo, al igual que la gestión de los 16.000 millones de euros en inversiones estatales que debe percibir nuestra Comunidad de aquí a 2010.

La nueva y compleja situación política ha permitido, vaya por dónde, desbloquear esta semana otro tema largo tiempo aparcado en las Cortes Valencianas: la reforma del Estatut, propósito votado unánimemente por nuestros parlamentarios. No es que la gente discuta en los bares si nuestro estatuto de autonomía es de segunda o de tercera y que se manifieste por ello en las calles. Pero bueno es al fin y al cabo que, en plena apertura del melón estatutario desde Galicia hasta Baleares, pretendamos que nos corresponda una buena rodaja de competencias legislativas.

Al margen de cuál sea el diagnóstico y hasta la terapia adecuada sobre los asuntos pendientes, en su enumeración coincide todo el mundo: ¿cómo se va a reordenar el gasto público?, ¿qué va a pasar con la gestión de Terra Mítica?, ¿acabará teniendo Alicante su palacio de congresos?, ¿cuál será la valoración final de la Ciudad de la Luz y del Palau de las Arts?

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Ésos serían los temas más o menos opinativos, digámoslo así. Pero hay otros que ni siquiera han salido del limbo y que han pasado ya por tres presidentes a lo largo de dos legislaturas: Ley de Ordenación Territorial, reforma de la Radiotelevisión Valenciana, Ley de la Función Pública...

Hay muchos temas más que no pueden esperar y bastantes otros que hay que afrontar con una nueva óptica, porque el Consell no tiene ya en el Gobierno central a sus correligionarios para poder basar todo el desarrollo en el AVE, el PHN y las inversiones estatales. Hay que echarle imaginación y horas a la preparación de la Copa América, para que no tenga la escasa repercusión económica de una modesta final de fútbol, hay que innovar la manera de vender nuestras exportaciones y nuestro potencial turístico en el exterior, hay que buscar acuerdos interterritoriales con las Islas de un Jaume Matas dispuesto a colaborar y con la Cataluña, sí, de un Pasqual Maragall quizás deseoso -aunque suene a paradójico- de encontrar en Paco Camps un elemento de moderación y de equilibrio frente a las agobiantes presiones cotidianas a que le somete Esquerra Republicana.

Todo esto, expuesto así, sin demasiado orden ni concierto, son tareas de gobierno que no admiten demora. Entre otras razones, porque si en las próximas elecciones europeas del 13 de junio el PP queda en la Comunidad por detrás del PSPV -o disminuye significativamente la ventaja demoscópica que ahora le lleva-, el Consell podría caer en una postración que sería lo peor con lo que nos encontraríamos los contribuyentes valencianos.

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