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Tribuna
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No estaban maduras

En los últimos meses, mis encuentros fortuitos con Bernat Salavert se habían incrementado. Ambos vivíamos en el Camí de Vera (el Benimaclet de los ricos que decía Bernat con sorna) y ambos éramos clientes bastante habituales del Café del Alba. Nuestros encuentros en el rincón presidido por la poesía enmarcada de Rafael Alberti (La paloma) habían menudeado y entre nosotros iba forjándose la complicidad que precede a la amistad. Esta vez no fue sin embargo en el Café del Alba donde se produjo nuestro encuentro sino en otro local (la FNAC) en el que también habíamos coincidido algún que otro domingo vespertino. Estaba yo cotilleando las novedades en el primer piso y le vi ascender por la escalera mecánica. Como siempre, de "uniforme": pantalón gris, camisa blanca, cazadora mostaza. Delgado, uno ochenta y tantos de estatura, cabello castaño y lacio, nariz griega contundente que regía el óvalo facial, ojos grises, cejas livianas, ojeras pronunciadas. La mirada ausente. Llamé su atención con el habitual ¡¡Bernat!! y casi se da de bruces porque la escalera ya había llegado a su destino y, al mirarme, se olvidó del preceptivo movimiento.

Bernat sonrió y sus ojos se iluminaron. Un choque de palmas (como el que practican los jugadores de basket o balonmano cuando son sustituidos) hizo las veces de saludo y precedió a una conversación imposible. La tienda estaba a reventar y los decibelios superaban cualquier nivel razonable. Espera -me dijo- ahora vuelvo. Se dirigió al stand de música, cogió un CD de samba y bossanova de Rosa Passos y Ron Carter (Entre amigos) y me sugirió que nos tomáramos un café en lugar menos ruidoso. Pasó por caja, salimos y nos aposentamos en una de esas cafeterías estilo colonial que habían proliferado como setas años atrás y que estaba justo enfrente de la salida del local a la calle S. Vicente. El local amplio, las mesas de mármol redondas ridículamente pequeñas, la música de fondo civilizadamente suave, media entrada. Pedimos dos cortados y una botella de agua.

Bueno, Bernat, guay ¿no? Josemari pasará a la historia pero pelín diferente a como él quería -le espeté-. Bernat levantó la vista, dejó de remover el azúcar y me dedicó la más sarcástica de sus muecas. No estaba el hombre muy optimista. Me enfundé el atuendo de abogado del diablo e hice de propagandista de los nuevos aires que recorrían la piel de toro. Sí, si, vale tío pero... ¿y aquí qué? El contraataque de Bernat era jodido, el muy canalla. Hombre, la ventaja se ha recortado, lo van a tener más crudo en Madrid y fijo que en un par de meses se desatan las "hostialidades" en el PP...

Aún así, insistió Bernat, no lo tengo nada claro. Han echado las campanas al vuelo, lo dan como hecho y fuentes bien informadas hablan de movimientos de recolocación en Aitana y Blanquerías. Sempre igual, merda. Y con los mimbres que tenemos el cesto hace agua por todas y cada una de las juntas. Si al menos hubieran dejado a Ana Noguera, Rita lo tendría más difícil. Esa chica tenía fuste pero se la fumigaron con la excusa "democrática" de las primarias. Mira el lío que ha armado con lo de CIEGSA. Pero se creen que los ciudadanos son como las agrupaciones de los partidos. Xé tú, y no aprenden. No tenemos líderes que se acerquen ni de lejos al carisma y, que yo sepa, la izquierda, además de quejarse, todavía no ha ofrecido alternativas concretas -o yo no me enterado- a los pequeños problemas que nos aquejan. ¿Qué proponen hacer con la deuda, con los parques temáticos, con la crisis industrial, con el espinoso tema del agua, con el abandono de enfermos mentales y mayores necesitados,con el desastre territorial, con el taifismo municipal, con el problema de la vivienda,con la vergüenza autonómico-televisiva, con los "grandes proyectos"...?

No basta con decir "nosotros lo haremos mejor". Y menos si no tienes gente en cabeza que genere confianza, que produzca empatía. Además, el PP sigue teniendo los resortes del poder y la brunete mediática, Canal 9 incluido. No será tan fácil. Y claro, luego como la zorra: no estaban maduras. Ya verás como nos tragamos la gaviota hasta el 2011.Y a mí el 2011 que no me busquen. En el mejor de los casos tendré sesenta tacos y poca, muy poca fe.

Cuando Bernat se ponía de esas maneras, acababa por comerte la moral. Ya se sabe: un pesimista es un realista bien informado. Pensé en contraatacar pero definitivamente Bernat había roto el azul del cielo como canta Mónica Molina. Seguimos hablando un buen rato de lo divino y lo humano y antes de despedirme no puede resistir la tentación de volver a la carga: bueno, nano pues algo habrá que hacer. Bernat me miró, resopló con fuerza, elevó los ojos al cielo, me dio un puñetazo en el hombro en señal de camaradería y con voz de púlpito me dedicó una perla envenenada: vuelve a afiliarte y ya sabes... ¡¡a jugar!! Te doy tres meses de vida.

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Le devolví el puñetazo y una sarta escogida de improperios. Previo palmeo ritual, nos despedimos. Él volvía a FNAC a rematar la jugada y yo fui a la parada del diez de vuelta a casa. El tiempo de espera y transporte lo dediqué a darle trabajo a mi neurona especializada en asuntos imposibles. Me propuso lo del reingreso pero la envié a hacer gárgaras. Ni tres meses. Ya no estoy yo para estas lides. No me seducía el papel de tonto útil currante ni la autocensura de lo políticamente correcto. Decidí imitar a mi madre y ponerle un velón de esos rojos a Santa Rita, patrona de lo imposible. Una solución tan barata como estéril pero que tenía una indudable ventaja: mientras se consumía la cera, a lo peor se me ocurría algo menos lesivo para mi frágil equilibrio mental. Domingo 28 de Marzo. 11 horas p.m. Maldigo a Bernat y me voy al catre. ¡¡Cristo qué cruz!!

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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