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Reportaje:

Más disgustos para Tony

'Los Soprano', acuciados por problemas económicos y legales en el cuarto año de la serie de Canal +

Guillermo Altares

Otoño de 2001. Las cosas han cambiado mucho en Nueva York, incluso para la inamovible estructura de la mafia de Nueva Jersey. Bobby Bacala Baccalieri (Steve Schirripa), el personaje que cuida del Tío Junior (Dominic Chianese), tiene una versión muy personal de los atentados del 11-S: "Esto ya lo predijo Quasimodo". Pero la lucha contra el terrorismo no ha desviado al FBI de intentar acabar con la familia y, sobre todo, empapelar a su jefe, Tony Soprano (James Gandolfini).

La cuarta temporada de la serie que ha cambiado la historia de la televisión, Los Soprano (jueves, 22.45, Canal +), una mezcla imposible y genial de culebrón, tragedia griega con las películas de chicos listos, desde El padrino a Uno de los nuestros, arranca con la familia acosada por problemas económicos, los federales y la Fiscalía estrechando el cerco, mientras que Tony, que sigue visitando a la doctora Melfi, tiene que llevar a cabo una complicada reestructuración del peculiar organigrama de su empresa. En casa, con los niños creciendo a toda velocidad, las cosas tampoco son fáciles.

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Cuando, en septiembre de 2002, se estrenó en Estados Unidos la cuarta temporada tuvo 13,4 millones de espectadores, un récord todavía no superado por la televisión de pago en este país. Muchos pensaban que no se podía mantener el tipo, que Los Soprano, una creación de David Chase estrenada en enero de 1999, tendría que dar alguna vez un bajón, que era imposible que cada temporada fuese mejor que la anterior. Pero se equivocaron. ¿Y la quinta, que comenzó a ser emitida en marzo en EE UU? El crítico de The Washington Post Tom Shales relató que la cadena HBO le envió los cuatro primeros capítulos poco antes del estreno. Los vio de un tirón en una tarde, y éste fue su veredicto: "Me puse realmente nervioso porque no había más episodios en casa. De haberlos tenido, me hubiese quedado toda la noche ante el televisor".

Objeto de estudio

David Chase, que se dio a conocer con Doctor en Alaska, nunca pensó que una serie tan violenta y compleja por su multitud de tramas y personajes, sobre un mafioso que se psicoanaliza mientras trata de mantener un difícil equilibrio entre una intensa vida familiar normal y un mundo de los negocios que cambia con demasiada rapidez, se convertiría en un fenómeno que ha superado con mucho el mundo de la televisión. No sólo hay millones de espectadores enganchados en todo el mundo a las andanzas de Tony, Carmela, Anthony Jr. Meadow, Paulie, Silvio..., sino que se ha convertido en objeto de reflexión en tesis y libros. El último, Esa cosa nuestra. Investigando Los Soprano, una colección de ensayos que, entre otras cosas, nos explican que el enganche a la familia Soprano se debe a que es "una meditación sobre la naturaleza de la moral, la posibilidad de redención y el legado de Freud".

Los Soprano lo cambió todo porque demostró que cualquier cosa era posible en televisión, que las reglas existían para ser ignoradas: Chase nunca ha sido puntual en su cita con los espectadores, porque quería mantener su propio ritmo; no todos los capítulos duran lo mismo, y, sí, se puede colocar una cámara fija durante diez minutos en la consulta de una psicoanalista sin que los espectadores se den a la fuga.

Los guiones se cuidan de forma extraordinaria y también los directores (además de Chase han realizado capítulos Steve Buscemi, Peter Bogdanovich, Mike Figgis o Rodrigo García). Y el producto se supera temporada a temporada. Ahora que empieza la función, un consejo: no dejen que nadie les cuente nada, y bajo ningún concepto se sumerjan en la web para saber lo que ocurre en la quinta temporada: les desvelaría inmediatamente el final de la cuarta. Sobre todo porque, tras unos días de tensión el pasado invierno -cuando el protagonista, James Gandolfini, demandó a la HBO, aunque luego llegó a un acuerdo- está asegurada la sexta.

Algunos de los miembros de la familia de <i>Los Soprano.</i>
Algunos de los miembros de la familia de Los Soprano.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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