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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Blair, en Trípoli

El apretón de manos de Tony Blair al coronel Gaddafi devuelve definitivamente al líder libio al mundo de la respetabilidad internacional. Londres cortó sus lazos con Libia hace veinte años, y el viaje a Trípoli del primer ministro británico, primero de naturaleza semejante desde 1943, es la culminación de un largo proceso diplomático cuyos dos mojones decisivos han sido la reciente decisión libia de renunciar a sus arsenales y programas prohibidos de armas nucleares, químicas y biológicas y su previa aceptación ante el Consejo de Seguridad de la responsabilidad por la voladura de un avión de Pan Am sobre Escocia, hace 15 años. y las consiguientes indemnizaciones millonarias a las familias de las 270 víctimas.

Blair ha jugado un papel relevante en la reintegración a la legalidad internacional del antiguo patrón global de dinamiteros. Londres y Washington han pilotado las dilatadas negociaciones secretas que han desembocado en el alentador viraje de Gaddafi. Su visita ahora, como heraldo indiscutible de Bush, preludia el final del proceso iniciado con las sanciones estadounidenses de 1982. Y anticipa el regreso al desierto libio de las grandes compañías petrolíferas estadounidenses y británicas.

Libia es una tierra de promisión, subexplotada, que alberga más del 3% de las reservas mundiales de crudo y al menos el 1% de las de gas, y a la que Gaddafi quiere atraer inversiones por valor de 30.000 millones de dólares. En este sentido, y en las mejores tradiciones imperiales, Blair adelanta el desembarco en el país africano de las grandes corporaciones británicas. El gigante anglo-holandés Shell anunció ayer la firma con el Gobierno libio de un acuerdo de explotación de hidrocarburos a largo plazo. Shell fue uno de los protagonistas de la explotación petrolífera en Libia hasta que sus activos fueron nacionalizados en los años setenta. Otros, como la aeronáutica British Aerospace, están a la cola para ampliar el aeropuerto de Trípoli y vender aviones al coronel arrepentido.

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Las perspectivas de obtener una parte del gigantesco pastel petrolífero bien merecen, al parecer, ese histórico apretón de manos con el viejo dictador escenificado ayer en una jaima a las afueras de Trípoli.

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