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Reportaje:

Sola en la lucha

María G.R, natural de Gandía (Valencia), de 26 años y madre de un niño de tres, lleva cinco meses viviendo en un pueblo de la provincia de Huelva, adonde ha huido tras las continuas amenazas de muerte de su marido, también valenciano. Ella quiere relatar su historia por "si mañana fuera tarde" y para denunciar que no hay suficientes ayudas para las mujeres víctimas de malos tratos. Ha estado en centros de la Mujer en Valencia, pero su pareja la ha encontrado allá donde ha tratado de esconderse.

María, recién casada, recibió una paliza que le hizo abortar tras siete meses de gestación. Decidió separarse de su marido a los 23 años, después de recibir una brutal paliza que casi acaba con su vida.

Su agresor tiene una orden de alejamiento y debe indemnizar a María de 1.002,02 euros, aún pendientes. Un juez de Gandía le condenó el 30 de abril de 2002 a un año de prisión por el delito de violencia física habitual, 14 fines de semana de arresto por el delito de abandono de familia y cinco más por faltas de lesiones. Al salir de la cárcel volvió a amenazarla con atropellar a su compañera y a su hijo. "No podía vivir con esa angustia. Me dí cuenta de que tenía que ir a un lugar donde no pudiese encontrarme por el bien de mi hijo y el mío".

María relata su infierno: "Intenté dejarle muchas veces. Cuando me pegaba, sentía odio, pero se hacía la víctima y me chantajeaba. Se ponía un cuchillo en las venas y decía que yo lo era todo para él, que cambiaría y que nunca más me volvería a poner las manos encima. Yo le creía porque lo amaba con locura, igual que el primer día que lo conocí(...) El juez me preguntó en el juicio que por qué había aguantado tanto tiempo. Respondí que, como tantas mujeres que quieren a sus maridos, por amor".

El juez le preguntó a él por qué agredía a la mujer. "Él respondió que yo era suya, que le pertenecía", recuerda. Y añade: "Nunca entendí por qué lo hacía. Nunca le di motivos. Yo callaba y me guardaba todo el dolor en mi interior. Creo que eso lo enfurecía todavía más".

María lamenta las escasas ayudas para la mujer. "Como no soy de aquí [el pueblo de Huelva donde vive], me dejan en último lugar. El centro de la mujer me ha dicho que tengo derecho a tener una vivienda, pero no llega", se lamenta. María subsiste con 203 euros que cobra del paro. Ahora ha comenzado a trabajar en la recolección de la fresa. "Tanto que dicen que hay ayudas para las mujeres. No hay nada. Yo me siento sola en esta lucha. Es todo una mentira. Jamás he pedido nada. Ahora que lo necesito, no veo el apoyo. Sólo pido más recursos, si no para mí, para otras mujeres en mi situación", concluye.

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