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De perro guardián del caserío a 'historiador' de Sabino Arana

Imprevisible hasta el final. Xabier Arzalluz, aplaudido, denostado, "sacudido y calumniado" como él mismo reconoció ayer con indisimulado "regocijo" ante los miles de fieles que acudieron al Palacio Euskalduna a tributarle el penúltimo adiós, no se resistió a pronunciar unas palabras a modo de testamento-reconocimiento. El líder de los peneuvistas durante más de dos décadas entró en el Palacio Euskalduna acompañando a su sucesor, Josu Jon Imaz, y al lehendakari, Juan José Ibarretxe, con el auditorio puesto en en pie, entre aplausos y los sonidos sinfónicos de los clarines y los timbales de una composición clásica.

Sus más allegados soñaban para él una despedida por la puerta grande, como él mismo reconoció al tomar la palabra. Pero salió del Euskalduna entre puertas pequeñas, como perdedor junto a su delfín Joseba Egibar. Tuvo que abandonar el partido como había crecido en su casa natal de Azkoitia (Guipúzcoa). "Una casa con puertas pequeñas y escalera estrecha. Ahí me hice a mí mismo y sigo amando puertas pequeñas y escaleras estrechas", admitió.

Makila (bastón de mando) en mano, como hiciera con el paraguas en las escalinatas del Palacio de Justicia al entonar el Eusko Gudariak (himno del soldado vasco), en la marcha de apoyo a Juan María Atutxa, Arzalluz intentó una metáfora imposible: trasladar su legado a Josu Jon Imaz, ofreciendo la makila a su sucesor. Pero en la primera fila encontró a un Imaz negando con la cabeza una y otra vez. Una y otra vez.

"Gran timonel"

El "gran timonel de nuestro buque", como le calificó ayer la presidenta de la IV Asamblea General del PNV, Mariasun Belamendia, recibía un homenaje tributado por los 2.000 asistentes a su despedida sin retorno al frente del partido centenario fundado por Sabino Arana. Fueron sus ocho minutos de gloria, que hubiera dicho Andy Warhol.

23 años de historia al frente del PNV resumidos en un vídeo con el fondo de una canción de Mikel Laboa en el que se mostraba a Arzalluz junto a los grandes nombres de la historia nacionalista, como José Antonio Aguirre, Jesús María Leizaola, Manuel de Irujo y, ya más recientemente, José Antonio Ardanza y el propio Ibarretxe.

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Luego llegaron los "gora Xabier". Y sus últimas palabras. La reivindicación del legado de sus mayores. Gastar la última pólvora contra sus detractores: "Si tanto me han sacudido es por el odio que le tienen a la causa de la nación vasca y del PNV, que es un instrumento, que yo represento (...) Es el mejor homenaje de los que quieren liquidar este pueblo", dijo, en un agradecimiento que quiso trasladar a todas las "gentes anónimas" que se han entregado a la causa del nacionalismo "sin recibir nada" a cambio.

Más que la de perro guardián del caserío, Arzalluz reivindicó su faceta de militante de base, y aseguró que se va a dedicar a escribir de Sabino Arana, para "retratar una personalidad que nadie ha descrito".

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