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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ingrid Thulin, actriz del cine bergmaniano

Es el de Ingrid Thulin un hermoso rostro identificador del cine de su compatriota Ingmar Bergman, pero es de las pocas -si es que hay alguna- actrices formadas a la sombra absorbente del gran cineasta sueco que lograron prolongar su carrera más allá de él e intervenir en películas importantes en las dos orillas del Atlántico, como Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que dirigió Vincente Minnelli en 1961, La guerra ha terminado, que dirigió Alain Resnais en 1966, y La caída de los dioses, dirigida por Luchino Visconti en 1969.

Basta su aportación a estos tres filmes para que Ingrid Thulin tenga un lugar propio en la historia del cine. Pero hay en sus largos, y a veces tumultuosos, años de trabajo con Ingmar Bergman momentos y películas a las que la actriz dio su sello propio, algo indefinible que brotaba de la formidable intensidad de su mirada y que parecía taladrar a quien chocaba contra su luz oscura e inquietante. Era dueña de la mirada apacible de la mujer que vertebró el prodigio de Las fresas salvajes, en la que arranca en 1957 su colaboración con Bergman, pero era igualmente dueña de la mirada pétrea, atormentada e hipnótica de El rostro, que rodó con Bergman un año despues.

Cuando el encuentro con Bergman se produjo, Ingrid Thulin tenía a sus espaldas una decena larga de películas, lo que la permitió aportar mucho de sí misma al estilo interpretativo derivado del cine del gran maestro. Y por ello tenía algo que la distinguía en la larga lista de las mujeres del cine bergmaniano, que se percibió nítidamente en En el umbral de la vida, por la que compartió con Eva Dahlbeck y Bibi Andersson el premio a la mejor interpretación femenina del Festival de Cannes de 1957.

Luego llegaron en una genial tacada Los Comulgantes, en 1962, y El silencio, en 1963, y hay quienes ven en este corto tramo de su obra su momento de mayor alcance, el instante de la plenitud, que volvió a saltar en las imágenes de El rito (1969) y, sobre todo, de Gritos y susurros (1972), donde termina este dúo de gigantes que es la obra conjunta de Ingrid Thulin e Ingmar Bergman.

La actriz prosiguió con fuerza, a partir de este último y genial desencuentro, su propio camino, que ahora ha finalizado en una clínica de Estocolmo, a la que Ingrid Thulin se trasladó hace unos años, desde su casa en Roma, para luchar contra un cáncer que finalmente ha ganado la partida. Estaba a punto de cumplir 75 años. Nació en enero de 1929. Su padre era un humilde pescador del puerto de la pequeña aldea de Sollefteaa, al norte de Suecia, donde la niña nació y creció antes de emprender su inmenso viaje a una cumbre del cine europeo.-

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