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Columna
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Vencer, morir o seguir

Las actuales condiciones político-ambientales -de presión y temperatura- configuran un clima de enfrentamiento y antagonismo cívico en el que se recomienda repasar la letra de algunos himnos, como los de la Infantería o la Legión, que tanto enfatizan la alternativa de vencer o morir. Es la vuelta a una de las muchas versiones del "Patria o muerte, venceremos", tan cara a cierta propaganda de la exaltación venga de donde venga. Se diría que la tregua navideña se ha evaporado antes de llegar a instalarse sin que hayamos podido escuchar la música callada que tanto ansiamos. Por ejemplo, los líderes de los partidos han rehusado vestirse de pastorcitos o de Reyes Magos y han preferido mantener su indumentaria habitual y continuar aturdiéndonos con sus declaraciones.

Cuánto mejor si se hubieran atenido a las valiosas prescripciones de El arte de callar (Ediciones Siruela, Madrid 1999), donde el abate Dinouart pondera el silencio como un componente fundamental de la elocuencia y se atreve a propugnar el ejercicio de hacer callar al lenguaje para hacer hablar al silencio. Cómo estará el patio que incluso algunos obispos se han hecho un hueco para decir que "nos están robando la Navidad", que el "aturdimiento dificulta la profundidad", y para denunciar el "mercantilismo despiadado" de estas fiestas, como si justo ahora se estuvieran cayendo del guindo. Pero veamos de nuevo que los caminos del Señor son unas veces inescrutables y otras de claridad meridiana porque el cardenal Ruoco, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha tenido la instantaneidad de reflejos suficiente para replicar sobre la marcha en su homilía del domingo a una de las propuestas políticas del programa del Partido Socialista sobre el matrimonio homosexual.

Adelantemos ahora mismo nuestra admiración porque, con lo que cuesta que la Iglesia se pronuncie sobre tantos abusos flagrantes, en esta ocasión la pólvora estaba seca y dispuesta para ensayar el tiro de pichón. Pero, además, junto a la rapidez de la reacción conviene subrayar la novedad del argumento que se utiliza basado en que la admisión de esas uniones "haría quebrar a la Seguridad Social" y favorecería la creación de "sociedades avejentadas" e insolidarias porque generan derechos económicos para sus miembros, como pensiones de viudedad o herencias, sin aportar cotizantes ya que no pueden tener hijos. Qué interesante escuchar estas afirmaciones de boca del cardenal, quien se abstuvo de entrar en el terreno tan propio de la moral donde hubiera podido hacerse fuerte. Pareciera como si al cardenal hubiera dejado de preocuparle el pecado y sólo le interesaran las cuentas de la Seguridad Social. Será que Rouco se apropia de las preocupaciones del Pacto de Toledo a la espera de que el ministro Eduardo Zaplana haga un quite sobre la necesidad de evitar la condenación eterna.

Pero volvamos al "vencer o morir", un lema que al cerrar todas las salidas parece que saca de los combatientes todo el depósito de sus energías. Es lo que en aviación se llama el punto de no retorno. Ahí es donde va instalándose el candidato popular Mariano Rajoy. Sólo le sirve la victoria y no cualquier victoria, sólo la que consiguiera por mayoría absoluta. Fuera de ese resultado, la Blancanieves del PP quedaría desbancada por los pérfidos enanitos que bailarían al corro de la patata o a la sardana para cerrarle el paso a La Moncloa. Y sabemos que, si quedara fuera de La Moncloa, de Rajoy en el plano político nada quedaría. El otro contendiente para los comicios de marzo es el líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el secretario general del PSOE desde su elección va para cuatro años dejó muy claro que se reservaba la administración de los tiempos y que en ese momento adquiría el derecho indiscutible de continuar en su puesto aunque perdiera las primeras elecciones a las que concurriera como candidato, oportunidad que habían tenido Felipe González o José María Aznar. O sea que para Zapatero las opciones son tres: vencer, morir o seguir. Veremos cómo juega a la hora de emplearse en la campaña esa diferencia señalada entre los candidatos.

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