El 'asesino' resultó ser el asesinado
Un tenor fue sospechoso de matar a su tío enseptiembre, pero las pesquisas han probado que en realidad aquél murió a manos de éste
"Papá, algo le ha pasado al chavo". Trinidad González está en su domicilio de Caracas (Venezuela) viendo las noticias que emite el canal de TVE Internacional. Ella no presta especial atención, pero el locutor habla de un crimen ocurrido a miles de kilómetros, en Villanueva de Perales, un pueblo pequeño de Madrid, y ella reconoce los nombres de los que habla el periodista. Trinidad, angustiada, coge el teléfono y llama a su padre, que está viviendo al otro lado del mapa, en Valencia. José Antonio González Fuster descuelga el auricular y oye la voz de su hija.
Han pasado más de tres meses desde entonces y José Antonio González Fuster todavía no ha podido enterrar a su hijo, que también se llamaba José Antonio, y que fue asesinado por su tío Alfredo, a principios del pasado septiembre, en una vivienda de Villanueva de Perales. Alfredo, después de cometer el crimen, se ahorcó.
Alfredo, que sufría una deficiencia mental, acabó con la vida de su sobrino y se ahorcó
El homicida ya intentó matar una vez a José Antonio, según explica el padre de la víctima
Los cuerpos de ambos hombres fueron encontrados el día 6 de septiembre, aunque ya llevaban varios días muertos. El primer informe de la Guardia Civil, y en el que se basó la información publicada por varios medios de comunicación (incluido EL PAÍS) el pasado 7 de septiembre, sostenía que José Antonio había matado a Alfredo. Los cuerpos estaban en descomposición y los primeros días no fue localizado ningún familiar de las víctimas que pudiese identificarlos. Un informe posterior de la Guardia Civil determinó que en realidad los hechos ocurrieron exactamente al revés: fue Alfredo el que, en un ataque de locura, dio muerte a José Antonio, su sobrino. El caso, pues, dio un giro copernicano: el asesino era el asesinado.
Alfredo y José Antonio, tío y sobrino, vivían juntos en una casa situada en el número 2 de la calle de la Empedrada, en Villanueva de Perales. La vivienda era de Alfredo, de 51 años, y José Antonio, de 37, vivía con él desde hacía un año. Antes habían vivido en Villaviciosa de Odón. Los dos hombres apenas se relacionaban con el resto de los vecinos del pueblo. José Antonio había venido a España con un sueño: convertirse en una estrella de la ópera. "Él ya había tenido alguna actuación en Caracas", explica su padre. José Antonio decidió alojarse en Madrid con su tío, "al que quería muchísimo", según cuenta González Fuster. "Mi hijo era tenor. Yo nunca aprobé que cantara ópera. Le decía: ¡Pero chico, canta cosas modernas!", recuerda ahora González Fuster. José Antonio, según explica su padre, había tenido problemas con los fármacos, y tuvo que someterse a una desintoxicación en una clínica. "Los tomaba para desinhibirse, porque era muy tímido. Alguna vez tuvo que acudir al psiquiatra", explica González Fuster. Alfredo, el tío, había venido a España años atrás y vivía de las rentas de su familia. "Él era el hermano de mi mujer y yo le decía: Julita, éste va a pulirse la herencia", recuerda el padre de la víctima.
Alfredo tenía una deficiencia mental y había sido ingresado varias veces por este motivo. Meses antes del crimen, mientras su sobrino José Antonio estaba sentado frente al ordenador, su tío fue por detrás e intentó matarle. José Antonio reaccionó a tiempo y esquivó el golpe. "Mi hijo me lo contó después, y el propio Alfredo lo reconoció delante de mí", cuenta ahora González.
Alfredo cumplió definitivamente sus amenazas el pasado septiembre. Mató a su sobrino asestándole varias puñaladas con un destornillador y dándole un golpe en la cabeza con un objeto contundente. Después cogió una cuerda para tender la ropa, la ató a una viga y se ahorcó.
Aunque ya han pasado tres meses desde que ocurrieron estos dramáticos hechos, el padre de José Antonio aún no puede descansar en paz. Lleva tres meses haciendo trámites para enterrar a su hijo y a su cuñado, cuyos cadáveres permanecen desde septiembre en el Instituto Anatómico Forense de Madrid. "Yo no tengo dinero para incinerarlos. Había pensado costearlo con lo que me diesen al vender sus pertenencias; pero el juzgado aún no me da permiso y no me dejan acceder ni a la vivienda ni al coche que tenían", se queja el padre de José Antonio. Éste ha acudido a varias instituciones a pedir ayuda, pero no ha obtenido respuesta. El Ayuntamiento de Villanueva de Perales ha ofrecido unas fosas para enterrar a los dos hombres, pero el Consistorio no puede costear los gastos del traslado de los cadáveres desde el Instituto Anatómico Forense hasta el municipio, según la versión de González Fuster.
"Estoy en un mar de confusiones, me derivan de un lado a otro y sigo sin poder enterrarles", se lamenta. Este hombre vino de Venezuela hace años en su velero y en él vive en un puerto valenciano. Por las noches trabaja como vigilante jurado del propio puerto. Desde su vida tranquila en su pequeño velero, González Fuster sólo quiere enterrar por fin los cadáveres y cerrar definitivamente esta terrible historia.
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