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Rajoy promete en Argentina bonificaciones a empresas que contraten a emigrantes que regresen a España

ENVIADA ESPECIAL

El PP le preparó ayer a Mariano Rajoy, su candidato a la presidencia del Gobierno, un baño de masas en Buenos Aires. Le montó una comida-mitin "para más de 8.000 personas", según los organizadores, en una inacabable nave de la Sociedad Rural Argentina. El candidato prometió tres cosas a los emigrantes españoles: ayudas para encontrar trabajo si deciden volver a España, garantías para que su voto cuente en tiempo y forma y pensiones para los que tengan hijos discapacitados. Todo ello en un discurso abarrotado de guiños a la emigración desde su condición de gallego. Concluyó su arenga con dos vivas: "¡Viva la Argentina y Viva España!".

El escenario tenía todos los elementos de poderío que tanto gustan al PP. Un estrado a dos niveles. En la planta intermedia una gran mesa alargada con 13 cubiertos: para Rajoy y doce de sus fieles. En la más alta un atril y, detrás de él, un cartelón del PP con el eslogan "para seguir avanzando" y, en una esquina, las siglas del partido de la gaviota subrayadas por las banderas de Argentina y de España. A los dos lados del escenario, dos pantallas gigantes para seguir al líder.

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Rajoy, jaleado por los españoles residentes en Buenos Aires, leyó frases como las siguientes: "Para mí la Argentina tiene un significado especial desde mi infancia". "Los que vinisteis a la Argentina tuvisteis el coraje, la valentía, de salir de España con una maleta llena de ilusiones y de ganas de trabajar". "Vuestros ahorros tuvieron una influencia trascendental en la economía española". "Sois los dignos representantes de esa España de la hombría de bien y la caudalosa amistad que escribió el gran Borges en unos versos inolvidables". "Durante muchos años, Buenos Aires fue la capital cultural de Galicia, gracias al esfuerzo de muchos intelectuales gallegos que emprendieron el camino del exilio". Todas fueron muy aplaudidas pese a que el candidato dio a su intervención un tono más propio de la meditada conferencia que del mitin en el que el político busca la complicidad de su afición.

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Tras los elogios, las promesas. Pese a la distancia, Rajoy no olvidó enfatizar el protagonismo, también en esto, de la Constitución. "La Carta Magna también afirmó que la política de la emigración debía estar orientada hacia el retorno de los que dejaron su patria".

Ahí enlazó la primera promesa: admitió que el regreso a España "no siempre es fácil", pues aunque "el 63% de los que deciden volver tienen entre 16 y 63 años", de ellos "más del 40% son mayores de 45 años", es decir, están en un tramo de edad con altas tasas de paro. Por eso, prometió bonificaciones a las empresas "destinadas a la creación de contratos" para estos emigrantes retornados, además de "facilitar las gestiones administrativas de retorno". Esto fue lo más aplaudido.

Antes se había comprometido a reformar la Ley Electoral con el objetivo de que "todos los votos de los emigrantes lleguen a tiempo a las urnas" y para garantizar la actualización de los Registros de Matrícula Consular y del Censo de Residentes Ausentes, el controvertido CERA. Su tercera promesa fue convertir en pensión no contributiva las ayudas a emigrantes que tienen hijos con minusvalías.

Lo demás fue lo de siempre. Elogios a la política del PP, sobre todo la económica. Críticas al PSOE, por el desempleo que dejó cuando gobernó y por su voluble entusiasmo por la estabilidad institucional. Y el obligado rejonazo al plan Ibarretxe. Después, la gran comilona.

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