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Reportaje:FÚTBOL | Internacional

Jugadores bailarines

El Queen's Park Rangers, líder de la Segunda División inglesa, afina su preparación física con especialistas del Ballet Nacional

Un histórico del fútbol inglés muy venido a menos está rompiendo moldes fuera del campo. Sus aguerridos jugadores se entrenan junto a las bailarinas y los bailarines del Ballet Nacional de Inglaterra. En principio, los primeros datos de la atrevida decisión del Queen's Park Rangers (QPR) no son nada malos: desde el pasado 1 de noviembre lleva cinco victorias y un empate, lo que le ha permitido situarse como líder de la Segunda División, la tercera categoría del fútbol inglés, tras la Premier y la Primera División.

Aunque algunos expertos hace tiempo que han teorizado que el ballet exige una preparación física y un aguante psicológico superior al del fútbol, la experiencia del QPR es pionera porque une dos actividades físicas catalogadas de manera opuesta por el machismo: mientras los jugadores son idolatrados como poderosos dioses de la masculinidad, los danzarines han sufrido legendariamente el estereotipo que une sensibilidad con feminidad; quizá, porque muchos identifican lo rudo con el macho y lo suave con la hembra.

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La iniciativa, sin embargo, parece haberla tomado el Ballet Nacional, según las declaraciones realizadas a la BBC por el preparador físico del QPR, Scout Rushton. "La compañía se puso en contacto con nosotros porque estaba interesada en nuestras técnicas para desarrollar la fuerza y la resistencia. Pero me di cuenta de que ellos precisamente pueden enseñarnos mucho sobre la forma física. Por eso concerté la primera sesión para los jugadores y el equipo técnico en sus instalaciones", explica.

De las prácticas no se libra nadie. Ni siquiera el entrenador, Ian Holloway, famoso por una de las citas más machistas del fútbol inglés, en la que comparaba los partidos buenos y los malos con las mujeres bonitas o menos bonitas y llegaba a la conclusión de que lo importante es ganar, es decir ligar, "aunque la chica que vaya esta noche en el taxi contigo no sea el más hermoso de los pajaritos". Y agregó: "Quizá no sea la dama más hermosa que nos podíamos haber llevado a casa, pero sigue siendo muy agradable y muy guapa".

Los jugadores, que, de entrada, no acabaron de entender la brillantez de la idea de mezclar el fútbol con el ballet, han acabado por tomarse el asunto con profesionalidad. "Algunos tenían algunas dudas cuando fuimos por primera vez. Pero, al final, ha resultado que es bueno para nosotros", concede el capitán del equipo, Steve Palmer.

"Esto nos puede ayudar a reducir las lesiones, a acortar nuestros tiempos de recuperación y a alargar las carreras de nuestros jugadores", asegura Rushton; "las chicas son muy flexibles y no tienen ni un gramo de grasa. También podemos adaptar componentes de su régimen". Al preparador físico, que en una ocasión llevó a los chicos a entrenarse a un campo militar, nunca le ha asustado zambullirse en nuevos sistemas de preparación para tratar de mejorar el rendimiento de sus pupilos.

Y el caso es que al QPR le van muy bien las cosas. Es el líder de su categoría, con 41 puntos en 21 partidos y un punto de ventaja sobre el Plymouth y seis sobre el Brighton. Fundado en 1882, ha vivido sus momentos más gloriosos a partir de los setenta, cuando se convirtió en un equipo ascensor que combinaba largas estancias en la división de honor con breves descensos. En esos años jugó varias veces la Copa de la UEFA y llegó a alcanzar los cuartos de final. Terry Venables lo entrenó varios años y logró el quinto puesto en la Premier en la temporada 1984-85, justamente antes de fichar por el Barcelona. Una de las gestas más recordadas ocurrió "el día de Año Nuevo de 1992, cuando, ante 38.554 espectadores, en Old Trafford, y con la televisión retransmitiendo el partido en directo, el QPR aplastó al Manchester United por 1-4 con tres tantos de Bailey".

Pero el QPR se despidió de las alturas en 1997. El curso pasado perdió la promoción para ascender a primera al ser derrotado por el Cardiff City (1-0) en la final, jugada en el estadio del Milenio, en la capital galesa. Poco después se supo que la alarma contra incendios que a las cuatro de la madrugada de la víspera del partido despertó en su hotel a sus jugadores había sido activada deliberadamente por un antiguo empleado del presidente del Cardiff.

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