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FRANCISCO TOMÁS Y VALIENTE | Balance

Víctima de la intolerancia

SIEMPRE VIVIMOS EN CASAS de largos pasillos. Eran necesarios para ubicar los miles de libros de las estanterías que llegaban hasta el techo. De niño, mis amigos, o yo mismo, nos preguntábamos si los habría leído todos: más tarde comprobé que debía de ser así, porque podías preguntarle de cualquier tema y casi siempre había una respuesta, explicada con método y voz grave y enérgica, un poco teatral y abiertamente cercana. Hoy, cuando hace años que se vio interrumpida su actividad intelectual, hay nuevos vecinos en los estantes: por ejemplo, las 5.500 páginas de los seis tomos de sus obras completas, editadas por el Centro de Estudios Constitucionales.

En la nota autobiográfica que abre esta publicación, mi padre cita la Monarquía Absoluta, la Historia del Derecho Procesal y Penal y el Estado Liberal como los principales objetos de sus investigaciones. Si el Manual de historia del derecho es quizá su obra más difundida, su participación en la era isabelina y el sexenio revolucionario le valió el Premio Nacional de Historia. Pero La tortura en España da idea del compromiso político activo con el que abordaba esa labor científica. La publicó, no sin consecuencias, contra el franquismo, en 1973. Además del citado, fueron muchas otros los nombramientos: presidente del Tribunal Constitucional, consejero de Estado, académico de la Historia, doctor honoris causa por las universidades de Salamanca y Messina (Italia).

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Pero lo que más le define eran sus respuestas de profesor. Era un hombre ilustrado, no sólo por su enorme cultura sino también por su confianza en la capacidad de la razón. Esa esperanza en la inteligencia del hombre fue también una necesidad, porque, como muchos, vivió sus primeros años en un país en guerra, una guerra que sus familiares perdieron. A uno de sus tíos lo fusiló Franco, y él conservó toda su vida la carta de despedida del condenado.

Una moral del trabajo heredada de aquella familia humilde y ecos de la Institución Libre de Enseñanza escuchados en la Academia Martí de Valencia, donde enseñaban universitarios represaliados por "el general superlativo", como él le llamaba, impulsaron su talento intelectual para trabajar en la Historia, sobre todo en Salamanca, y en el Derecho, más en su etapa madrileña, en un Tribunal Constitucional desde el que quiso colaborar en el asentamiento del Estado democrático en España. Demostró que la lógica jurídica es distinta a la política con la independencia de su ejercicio institucional respecto a sus ideas de socialista democrático. Sus muchos logros y su disposición optimista le permitieron una felicidad que él contemplaba con su habitual ironía.

Vivió en paz, aunque se cruzara muchas veces la violencia en su camino: el atentado contra Carrero le salvó de perder la cátedra a causa de un expediente. Lloró a un amigo víctima del atentado de Atocha. Y escribió contra ETA y recordó a otro amigo, Manuel Broseta, muerto de un tiro en la nuca. El 14 de febrero de 1996 le mató el terrorismo etarra. Meses después nos llegaron, a mis hermanos y a mí, los sencillos consejos que él ofreció, a los hijos de Broseta, en un homenaje al catedrático asesinado: "No odiéis y que el recuerdo de vuestro padre os haga sonreír".

En su idea de justicia no cabía la venganza. Esa idea radicaba en esa confianza en el ser humano sin la cual, nos decía, es imposible ser demócrata. La suya era una inteligencia bondadosa.

Francisco Tomás y Valiente es periodista e hijo del asesinado presidente del Tribunal Constitucional del mismo nombre.

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