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Entrevista:APOSTOLOS MANGOURAS | Capitán del petrolero siniestrado | PRIMER ANIVERSARIO DEL DESASTRE DEL 'PRESTIGE'

"He vivido temporales muy fuertes, pero nunca una situación tan complicada"

Luis Gómez

Apostolos Mangouras era el capitán del petrolero Prestige el miércoles 13 de noviembre de 2002 cuando envió una señal de alarma a la torre de control de Finisterre. Fue su primera señal de emergencia en 32 años como capitán de petroleros. Solicitó la evacuación de la tripulación, formada por 27 marineros, en su mayoría de nacionalidad filipina, pero decidió quedarse al mando del buque junto a su primer oficial y el jefe de máquinas para tratar de salvar el barco. Dos días después fue evacuado en helicóptero y detenido por la Guardia Civil en el aeropuerto de Alvedro (A Coruña), acusado de desobediencia a las autoridades españolas y delito ecológico. La Administración española le culpa de haber entorpecido las maniobras de remolque y por ello de ser el causante de la rotura del barco y del mayor desastre ecológico que ha vivido Galicia. Desde esa fecha, Mangouras, que cumplirá 69 años el 23 de enero, no puede disfrutar de libertad: estuvo encarcelado en Teixeiro (A Coruña) hasta el 7 de febrero y goza de libertad condicional, tras depositar la compañía armadora una fianza de tres millones de euros. Residió durante unas semanas en un hotel de A Coruña, pero decidió trasladarse a Barcelona, donde vive en un apartamento junto a su mujer. Por orden del juez de Corcubión, Mangouras debe presentarse todos los días en una comisaría de Barcelona. El Tribunal Constitucional rechazó recientemente una petición de sus abogados para reducir la fianza por la necesidad de "disuadir al encausado de toda idea de fuga".

"No tendría ningún problema en embarcar de nuevo. Me siento capaz"
"Llevaba más de 20 años sin fumar. Pero en la cárcel he vuelto"
"Le he pedido un permiso al juez para ver a mis hijos y luego volver a España"
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Son numerosos los expertos que han defendido en artículos periodísticos las decisiones tomadas por Mangouras en esas horas decisivas, y quienes critican su encarcelamiento: no fue suya la orden de alejar el petrolero que terminó condenándolo a hundirse en el fondo del mar. Cerca de 200 alumnos y profesores de Marina Mercante de Galicia se manifestaron el 20 de enero pidiendo su libertad. Testigos que conocieron al capitán Mangouras al mando del Prestige en las horas decisivas lo definen como un hombre que se mantuvo sereno en todo momento, cuya actitud fue la de colaborar en las maniobras de rescate y que tuvo un trato amable con los tripulantes españoles que acudieron a bordo del barco. Sólo un testigo, Serafín Díaz, ex inspector y ahora capitán marítimo de A Coruña, empleó los términos sabotaje y desobediencia.

Mangouras no había concedido ninguna entrevista desde aquel 15 de noviembre. Sus únicas manifestaciones se limitan a una carta hecha pública el 20 de enero, donde expresa su inocencia y agradece el apoyo de marineros y capitanes españoles, además de reconocer el buen trato recibido durante su estancia en la cárcel. Sin embargo, ha accedido a entrevistarse con EL PAÍS bajo ciertas condiciones: no se le podía formular pregunta alguna sobre los pormenores del accidente. La entrevista se realizó en un despacho de Barcelona, en presencia de representantes de sus despachos de abogados en Londres y Bilbao, así como de una traductora del griego al español. La entrevista hubo de interrumpirse en una ocasión cuando Mangouras no pudo reprimir las lágrimas al ser preguntado por el momento de su detención. Su mayor deseo en estos momentos es poder pasar unos días en su casa durante las fechas navideñas.

Pregunta. Parece ser que, después de llegada la edad de jubilación, decidió embarcarse otra vez por motivos económicos.

Respuesta. Por un lado, quiero mucho al mar. Por otro, mis hijos habían iniciado un negocio y quería ayudarles en los primeros pasos. Además, no tenía problemas para volver a embarcar.

P. ¿Había estado en tierra mucho tiempo?

R. No mucho. Había estado parado desde el 8 de junio, apenas unos meses. Fui a renovar mi licencia, volví a la escuela y me saqué el diploma chipriota. Así que el 12 de septiembre ya estaba listo para iniciar otro viaje.

P. ¿Cuánto tiempo iba a durar ese viaje?

R. El acuerdo era para unos seis meses, pero podía ampliarlo.

P. ¿Tenía previsto que ese fuera su último viaje y luego dejarlo?

R. No tenía ningún plan. He conocido a un capitán noruego que aún seguía en activo con 72 años. Si te gusta tu trabajo y puedes físicamente, no hay ningún problema para seguir ejerciendo de capitán.

P. ¿Con ese barco ha navegado mucho?

R. Por todo el mundo.

P. ¿Conocía España?

R. Sí. Había estado en mayo de 1994 en Tarragona con un petrolero de 275.000 toneladas.

P. ¿Y nunca tuvo un percance serio?

R. Nunca. Nunca naufragué. Nunca pedí auxilio. He vivido temporales muy difíciles, pero nunca una situación tan complicada. Ha sido la primera y la última vez. Llevo navegando desde los años 60, siempre en petroleros, como segundo oficial, como primer oficial y como capitán.

P. ¿El Prestige era un buen barco?

R. Sí, era un buen barco.

P. Cuando fue enviado en helicóptero a tierra dos días después del accidente frente a las costas gallegas, ¿sabía entonces que estaba detenido?

R. [Mangouras intenta responder pero las lágrimas le impiden articular palabra, espera unos segundos]... Fueron momentos muy difíciles. No lo supe hasta llegar. Me recogieron en helicóptero, al pisar tierra me trasladaron a una comisaría y luego a la cárcel. Fueron unos momentos muy desagradables. Llevaba 20 años sin fumar. Pero en la cárcel he vuelto.

P. ¿Tuvo alguna información de lo que estaba sucediendo con el barco, que se hundió días después?

R. Sí, lo vi en la televisión de la cárcel. Vi cómo el barco se rompió en dos y pensé que si ellos [la tripulación y los técnicos de salvamento] seguían allí nadie habría escapado, era imposible tal y como se partía el barco. Habrían muerto todos.

P. ¿Cómo fueron sus primeros momentos en la cárcel?

R. [Mangouras vuelve a tener dificultades para responder]. Durante unos días no pude estar solo porque son las reglas de la cárcel. No podía relacionarme con otros presos porque no hablaba español. Se portaban bien conmigo, tanto los otros presos como los guardias. Sentía que comentaban cosas de mí, pero el trato fue correcto. Luego comencé a recibir cartas y visitas tanto de españoles como de griegos, de capitanes, maquinistas, de profesores de la escuela de A Coruña, de representantes del sindicato ITF. Me mandaban dinero, me ofrecían ayuda, ropa, zapatos, periódicos. Muchos chicos de la escuela de griego me mandaban cartas. Yo evitaba contestarlas, salvo la de un niño que me emocionó mucho.

P. ¿Tenía noticias del exterior?

R. Me mandaban periódicos para que estuviera informado. Había observado que algunos periódicos habían divulgado una foto mía jugando a las damas. No se de dónde sacaron esa foto o si era un montaje. Nunca posé así: llevaba la gorra puesta y un tablero delante de mí. Un día vino un guardia con un tablero y me propuso jugar al ajedrez. Le dije que no sabía, ni al ajedrez ni a las damas. Y él me contestó que el periódico decía que sabía jugar a esos juegos.

P. Cuando dejó la cárcel, fueron muchas personas a recibirle.

R. Cuando salí me esperaban muchas personas, tanto griegos como españoles. Me organizaron una gran fiesta en Santiago. Vino a verme un aviador español y me pegó en la chaqueta una medalla que acababa de recibir tras cumplir sus primeras tres mil horas de vuelo. Fue un momento muy emocionante. Leí en los periódicos muchas críticas buenas sobre mí, muchos artículos de capitanes, de profesores, de intelectuales que decían cosas positivas sobre mí y mi actuación. No puedo condenar a un país por la poca gente que lo representa, porque en España he pasado momentos muy agradables.

P. ¿Por qué se fue a Barcelona?

R. La decisión del juez me permitía elegir cualquier punto de España para vivir. Conocía Barcelona, y pedí vivir allí. En Coruña me reconocían por la calle, no podía ir a los sitios, notaba que murmuraban sobre mí, se hizo muy raro, muy incómodo. Prefiero Barcelona porque aquí nadie me conoce.

P. ¿Le acompaña su mujer?

R. Mi mujer ha venido varias veces y ahora está conmigo. Mis hijos no viajan en avión, tienen miedo. Han querido venir en coche desde Grecia, pero me he negado. Ya viví un accidente de tráfico en la familia. Así que no les he visto todavía.

P. ¿Cuál es su rutina diaria?

R. Lo primero es ir a la comisaría. Luego, depende. He visitado casi toda la ciudad y sus alrededores. Me ayuda mucha gente, la unión de capitanes y marinos de Cataluña, griegos que están afincados en España. Barcelona es una gran ciudad para muchas cosas, pero no para un extranjero obligado a estar en esta situación.

P. Es un turista forzoso.

R. Se puede decir que sí.

P. ¿Qué piensa hacer ahora?

R. No puedo hacer planes de futuro. Todo lo interfiere esta situación. Lo único que pido es poder volver a casa para ver a mis hijos y luego volver a España otra vez. He pedido un permiso al juez para ver a mi familia. El juez sabe que respetaré esa decisión y a la gente que ha dejado esa fianza por mí.

P. Hay quien dice que es usted un rehén del Gobierno español.

R. No quiero meterme en eso. No sé la razón.

P. ¿Sigue recibiendo cartas de apoyo?

R. Ahora no recibo cartas. Nadie conoce mi dirección.

P. ¿Y volvería a embarcarse si tuviera la oportunidad?

R. No tendría problemas. Me siento capaz.

Apostolos Mangouras, a la salida de la cárcel de Teixeiro (A Coruña), el pasado 7 de febrero.
Apostolos Mangouras, a la salida de la cárcel de Teixeiro (A Coruña), el pasado 7 de febrero.EFE

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