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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Madrid repite

La campaña para las elecciones repetidas de Madrid, que se inicia hoy, ofrece a los partidos concurrentes una última oportunidad para convencer a los electores de que vale la pena volver a acudir a las urnas. De entrada, que más de cinco millones de personas (una población equivalente a la de Dinamarca) se vean obligadas a volver a votar a causa de la venalidad, el descaro o la falta de sentido de la medida de dos sujetos, constituye un fenómeno insólito y un antecedente preocupante. Los partidos debieron haber intentado una solución pactada que evitase llegar a esta anomalía. Pero prefirieron trasladar la resolución de la crisis al electorado antes que dar la impresión de pactar con el enemigo.

Al no existir antecedentes, es difícil predecir el comportamiento del electorado en una elección repetida; sobre todo, en materia de participación. Pero no es descartable un resultado que suponga un cambio de mayoría, y verosímil que ocurra con una abstención sensiblemente mayor. Se plantearía un delicado problema político: la nueva mayoría podría ser vista por un sector del electorado como menos legítima que la salida de las urnas el 25 de mayo. Conviene que los principales partidos se pongan de acuerdo para no alentar ese punto de corrosión. E incluso que se comprometan a buscar el consenso en determinadas decisiones políticas de especial trascendencia si se produjera ese resultado.

Una respuesta racional a la distorsión introducida por los dos tránsfugas sería que todos los electores volvieran a votar en el sentido que lo hicieron el 25 de mayo. Racional pero utópica, porque lo ocurrido desde entonces ha desplazado el interés por los programas de cada partido hacia el más acuciante de identificar a los responsables últimos de la crisis. La comisión de investigación no ha esclarecido este punto, pero sí ha aportado datos sobre el estilo y los comportamientos de la clase política madrileña, que los votantes difícilmente dejarán de valorar.

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Concretamente, por el lado socialista, su incapacidad para asumir la obvia responsabilidad de llevar a esos dos sujetos en sus listas. Su único e insuficiente movimiento, descartando otras posibilidades estudiadas, ha consistido en colocar a Matilde Fernández de número dos. Y por parte del PP, la sangre fría con que han considerado de lo más normal que su secretario general en Madrid mienta en la comisión parlamentaria, y la cosa más natural del mundo la confusión entre intereses privados y públicos revelada por episodios como el de que un director de suelo haga negocios con adjudicatarios de solares públicos. Ojalá que la campaña desmienta los augurios que de tales antecedentes se deducen.

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