Extraños hacia el paraíso

El punto de arranque de este impresionante In this world, Oso de Oro en la pasada edición del Festival de Berlín, y la más extraña de las producciones del británico Michael Winterbottom que han llegado a nuestras carteleras, no fue otro que una frustración. Harto de ver que, en las pasadas elecciones británicas, todos los partidos en liza se comprometían a reforzar las medidas contra los inmigrantes, el director y su guionista habitual, Tony Grisoni, se preguntaron cómo mostrar a la gente las penalidades que sufren quienes quieren alcanzar el paraíso europeo: cuáles son los cortapisas que deben afrontar, en manos de quién ponen sus destinos, qué les espera al final de un largo, y a menudo abortado, camino.

Con una cámara ligera, actores no profesionales y una conmovedora urgencia por documentar el horror, Winterbottom se fue a un campo de refugiados afganos en Pakistán y desde ahí, con protagonismo de dos jóvenes que ansían encontrar un nuevo porvenir, con una concisión estremecedora y rodando en condiciones verdaderamente heroicas, fue tejiendo la larga madeja de una travesía casi interminable: desde Peshawar hasta Londres, pasando por Irán, el Kurdistán, Turquía, Italia y Francia.

Tiene pues In this world las características de todo filme de carretera y las enseñanzas que, desde Homero hasta hoy mismo, han ido dejando tras de sí todos los grandes viajes: el doble itinerario, físico y moral, que viven los viajeros; el proceso de aprendizaje que atesoran; el alto precio que hay que pagar para hacerse con las herramientas con las que afrontar una realidad que no se conoce.

Así, iremos viendo cómo los primos Jamal y Enaya van sorteando todos los obstáculos que se cruzan en su camino; cómo van pasando de camión en camión, de furgoneta desvencijada a furgón en peor estado todavía, hasta la fatídica trampa de un contenedor en el que se mezclan con otros desgraciados como ellos, iraníes, turcos, paquistaníes, todos en busca de una misma meta.

Documental de urgencia

Es In this world una película de modélica hechura, rodada como si de un documental de urgencia se tratara; que transmite toda la angustia que experimentan sus personajes (en dos secuencias impactantes, una rodada por la noche, en las montañas entre Irán y Turquía, y la otra en el interior del contenedor, entre Estambul y Trieste, se entiende mejor el inmenso drama de esos emigrantes que en mil artículos periodísticos sobre el asunto), y que se erige en un auténtico aldabonazo moral contra la hipocresía de quienes pretenden seguir cerrados a cal y canto a un problema que está condenado a seguir creciendo en el futuro, y ante el cual estamos todos concernidos.