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El español acusado de preparar atentados en Marruecos, en libertad

Rabat incumplió el requisito de informar al Gobierno español del procesamiento

Abdelaziz Ichu se funde en un largo abrazo con su hermano Alí bajo la tenue luz de una farola que apenas deja entrever la mole gris de la cárcel de Salé. Es la una de la madrugada e Ichu, español de 34 años, acaba de ser puesto en libertad tras el segundo macrojuicio celebrado en Marruecos después de los atentados de mayo en Casablanca que causaron 45 muertos. Otros de los 34 inculpados han salido peor librados, empezando por el francés Pierre Robert y dos de sus "cómplices", condenados a cadena perpetua. Pero, pese a las peticiones del fiscal, el tribunal de apelación no pronunció ninguna pena capital.

Tiene los ojos enrojecidos por la emoción y apenas consigue articular palabra mientras cuatro hermanos y cuñados le abrazan y le besan profusamente ante la mirada de los policías que custodian la prisión. "Agradezco a la justicia marroquí que se haya dado cuenta de que no tengo nada que ver con el terrorismo", repite una y otra vez cuando, por fin, consigue serenarse este ceutí musulmán.

El fiscal pidió, el lunes pasado, doce condenas a muerte para el grupo encabezado por Pierre Robert por preparar acciones terroristas, pero dejó al tribunal libertad para decidir sobre tres acusados, uno de ellos Ichu, cuya identidad en España es Abdelaziz Ahmed Mohamed. El juez instructor le había acusado nada menos que de pertenencia a "organización de malhechores con el propósito de perpetrar atentados".

El español fue finalmente condenado, ayer de madrugada, a tres meses de cárcel por complicidad en falsificación de matrículas, pero, al llevar 90 días en prisión preventiva, fue inmediatamente excarcelado. Deberá también pagar una multa de 230 euros. Aunque está bastante satisfecho Mohamed Saou, el abogado de Ichu, recurrirá la sentencia.

Pierre Robert, de 32 años, un francés convertido al islam, presentado con frecuencia como el eslabón entre los terroristas marroquíes y Al Qaeda, fue cuatro veces a la cochera que Ichu regentaba en Ceuta. Dejó allí unos viejos coches matriculados en Francia que recogió Younes, un conocido de Ichu. En una ocasión Younes, que nunca ha sido detenido, puso al vehículo, en el garaje, una falsa matrícula marroquí. De ahí la condena de ayer en Rabat por no denunciar un delito cometido en la ciudad autónoma española.

No es ésta la única anomalía. Ichu fue apresado, tres semanas después de los atentados de Casablanca, en la granja familiar de Alcázar Seguir, cerca de Tetuán, y trasladado a Tánger, donde estuvo unas horas, y después a Salé. En ambos lugares esgrimió, según él, su nacionalidad, pero las autoridades marroquíes omitieron comunicar al Consulado de España, pese a estar obligadas a ello, la detención de un ciudadano español. Aunque conocían su situación, los responsables consulares españoles tampoco hicieron esfuerzos por brindarle protección.

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Gobierno español

"El Gobierno español se ha portado fatal conmigo", sostiene Ichu, que habla castellano con acento andaluz. "¿Será porque soy musulmán?", se pregunta. "Sí, lo soy, pero sólo tengo la nacionalidad española". "¿Islamista yo?". "¡Que va!" "Pero si a veces se me olvida rezar", afirma, riéndose. "Lo peor de la prisión es estar allí dentro y no saber por qué". "Por eso, y pensando en el sufrimiento de mis padres, lo pasaba mal".

Ichu dedicó parte de su vida al Ejército, en el que ingresó como voluntario en 1990. Fue boina verde en Madrid, en 1993 se incorporó a la Legión y pasó una temporada en Bosnia antes de dejar el uniforme en 1997. Desde entonces sobrevivía con su cochera. Fue condenado por un altercado con los antidisturbios de la Policía Nacional. "Ahora, lo que más me gustaría sería encontrar un curre digno", asegura.

La sonrisa de Ichu contrastaba con los gritos de "¡injusticia!" o "¡Alá Akbar!" (Dios es el más grande) proferidos por varios acusados cuando el presidente, Ahmed Bachiri, pronunciaba condenas que solían oscilar entre la cadena perpetua y los 10 años. Para evitar incidentes, los familiares, entre los que abundaban las mujeres tapadas, no fueron autorizados a entrar en la sala. Esperaban fuera, en una plazoleta ajardinada.

Abdelaziz Ichu.
Abdelaziz Ichu.

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