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Reportaje:

Esclava en París

Francia libera a una filipina de 28 años prisionera de una princesa saudí

Los gendarmes pararon el autobús que llevaba a los sirvientes de la delegación saudí que había pasado varias semanas alojada en un palacio reconvertido en hotel, en París. "¿Quiere usted quedarse en Francia o marcharse?", le preguntó el agente a Talussan Anabay, una filipina de 28 años que trabajaba como niñera de los dos bebés de la princesa. "Marcharme", respondió con voz vacilante Talussan. El policía abandonó por un instante el tono distante que impone el oficio. "Estoy aquí para ayudarla". Y la joven filipina arrancó a llorar.

Hoy la princesa ha regresado a Riad en su avión privado y Talussan Anabay es huésped del Comité Contra el Esclavismo Moderno (CCEM). Comparte apartamento con otras tres ex esclavas. Es el final momentáneo de una historia que han vivido otros trabajadores asiáticos en Kuwait, Arabia Saudí, Qatar o los Emiratos. La de Talussan empezó hace casi un año. Para alimentar a sus cuatro hijos aceptó un contrato prometedor como niñera de los hijos de una princesa de la familia real saudí. "Al principio me pagaban el equivalente de 70 euros al mes, luego nada". Pero la remuneración miserable no era lo peor. "Apenas me dejaban dormir, raramente más de dos horas seguidas. Estaba siempre exhausta".

Para alimentar a sus cuatro hijos,Talussan aceptó un contrato como niñera

La princesa y los suyos llegaron en julio en 23 coches al palacio de la avenida Montaigne, la calle con más tiendas de alta costura del mundo. A los esclavos les retiraron el pasaporte y les dejaron sin dinero, bajo la vigilancia de los guardaespaldas. "En todas esas semanas en París, nunca me dejaron salir a la calle", ha explicado Talussan. Pero el martes pasado, cuando todo el mundo dormía, abandonó su habitación, en camisón y llevando su ropa en una bolsa de plástico. Se había puesto de acuerdo con otros colegas en situación parecida. Los guardas de seguridad de la familia real la atraparon antes de que llegase a la comisaría, pero no pudieron hacer lo mismo con otros tres.

Los tres fugados denunciaron el caso a la policía y al CECEM pero ni la primera ni el segundo podían intervenir legalmente sin la aprobación de Talussan. De ahí la maniobra desesperada de última hora, la barrera ante el autobús que ya llegaba al aeropuerto.

"Los hoteles nunca denuncian casos de esclavismo", comentan en el CECEM. El director del Plaza Athénée asegura "no tener ningún medio para saber si la gente es feliz". Según él, "hay mujeres que no son felices con su esposo, pero yo no puedo cambiar el mundo". En cualquier caso, para evitar quizás que éste cambiase por sí solo, el servicio del hotel tiene prohibido hablar en árabe sea quien sea quien les interpele. "Tenemos cámaras en el hotel, nuestro personal entra en todas las habitaciones, parece imposible que alguien pueda ser retenido contra su voluntad", dice el director antes de admitir que "sí puede darse el caso de retenciones a partir de presión moral, a base de privar de pasaporte y dinero". Y concluye: "Esa es una situación que no es de mi incumbencia".

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