_
_
_
_
_

El cliente tipo del 'burdel' de la Casa de Campo es un treintañero con empleo

Más de 230 meretrices van de noche al gran parque, según un estudio de la Comunidad

Varón de 35 años, que se desplaza en un vehículo de precio medio y mantiene relaciones sexuales de cinco minutos en la parte posterior del coche. Ése es el perfil medio del cliente de las prostitutas de la Casa de Campo, según un informe de la Dirección General de la Mujer. La mayoría, el 59%, tiene de 31 a 45 años y es gente con trabajo y relaciones sentimentales estables. La masiva afluencia de hombres en busca de sexo hace que por la noche la presencia de prostitutas se duplique en la Casa de Campo, juntándose al menos 230 meretrices, sobre todo subsaharianas.

"En esto es como en todo, la primera vez es la que más te cuesta, hasta que te decides". "Busco tener buen sexo con jóvenes atractivas". "Suelo ir los fines de semana, normalmente en domingo". "Primero les miro la cara y luego el culo". Éstas son algunas de las opiniones de los clientes que frecuentan la Casa de Campo y que se recogen en el estudio Una aproximación al perfil del cliente de prostitución femenina en la Comunidad de Madrid, editado por la Dirección General de la Mujer del Gobierno regional.

La investigación fue realizada el verano pasado por María José Barahona y Luis Mariano García, profesores de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad Complutense. El proyecto está basado sobre todo en la prostitución que se ejerce al aire libre, en concreto en la Casa de Campo. Además de este gran parque, los investigadores señalan la calle de Montera, el polígono industrial de Villaverde y la carretera de Perales del Río (término municipal de Getafe) como zonas con una gran concentración de meretrices.

El estudio concluye, por ejemplo, que la mayoría (el 59%) de los clientes de las prostitutas de la Casa de Campo tiene entre 31 y 45 años. Hay otro 27% que no ha superado la veintena y un 14% con más de 46 años. Muchos tienen un trabajo estable y mujer o novia.

Gran parte de los clientes se desplazan en coche hasta estos grandes prostíbulos al aire libre, y el 18% lo hace utilizando el vehículo de la empresa donde está empleado. De esos que utilizan el coche del trabajo, un 88% acude a la Casa de Campo durante su horario laboral. El 27% de los hombres van a buscar prostitutas en vehículos que valen más de 24.000 euros.

El modo en el que se establece el contacto con la prostituta es casi siempre el mismo: el cliente para a la altura de la mujer y ambos negocian las condiciones del servicio a través de la ventanilla. Se llega a un acuerdo sobre el precio (como mínimo son 12 euros) y la mujer se introduce en el coche, que suele quedar estacionado en un aparcamiento cercano. Por la noche también hay automóviles aparcados en los laterales de las carreteras próximas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La mayoría de los clientes mantiene la relación sexual en el asiento trasero del vehículo, del que antes han retirado todo tipo de objetos (portafolios, chaquetas, corbatas e incluso alguna silla de las que se emplean para llevar a los niños bien asegurados dentro del automóvil). El encuentro sexual dura, como media, unos cinco minutos, según el estudio. La mayoría de los clientes tratados por los autores de la investigación utilizaron preservativo. El estudio descubre, por ejemplo, cómo una mujer latinoamericana en avanzado estado de gestación tiene muchísimo éxito entre los clientes habituales de la Casa de Campo. O cómo una chica de Europa del Este, que durante el día llevaba vaqueros y top blanco, por la noche cambia rotundamente de apariencia y se ponía un pantalón de campana blanco y un cuerpo abierto por la espalda y el escote muy bajo.

La afluencia de hombres a la Casa de Campo aumenta de forma considerable durante la noche, cuando este gran parque llega a ser escenario de auténticos atascos. Tras la caída del sol, el número de prostitutas se duplica: si por el día al menos hay 125 mujeres haciendo la calle, ese número aumenta, como mínimo, a 230. El mayor contingente lo representan las mujeres subsaharianas, seguidas de las meretrices de Europa del Este y de las españolas.

Por la noche, las subsaharianas ocupan zonas como la glorieta del Trillo, el paseo de los Rodajos y el Camino de San Pedro. Las latinoamericanas, que no son muy habituales en la Casa de Campo, ya que suelen ejercer la prostitución en clubes de carretera, aunque a veces se colocan en las proximidades de la carretera del Teleférico y en el paseo de la Torrecilla.

Las meretrices de Europa del Este, por su parte, toman la glorieta de los Patines, el paseo de los Plátanos y el del Robledal, entre otros lugares. Y las pocas españolas que quedan captan su clientela en el Camino del Príncipe.

Dejar las fórmulas mágicas

Según Inés Sabanés, portavoz municipal de IU, es indispensable luchar contra las mafias e impedir el acceso de menores al ejercicio de la prostitución. "Hay que dejarse de fórmulas mágicas. Tenemos que proteger a las mujeres dándoles voz y creando programas de asistencia", señala Sabanés.

El estudio pretende responsabilizar al cliente de la existencia de las meretrices. "El papel del cliente siempre queda difuminado en todo el entramado de la prostitución. Pero si no hay demanda, no hay oferta", denuncia Asunción Miura, directora general de la Mujer de la Comunidad de Madrid, .

La investigación señala que la mayoría de las meretrices culpan a la pareja del cliente de que éste quiera mantener relaciones sexuales con ellas. Consideran que si el hombre requiere sus servicios es porque su esposa o su novia no le da "todo lo que él necesita". Además, todos los clientes a los que preguntaron los investigadores confesaron que alguna vez se habían enamorado de una prostituta.

"Sentirse amado aunque sea mentira"

Jorge tiene 77 años, es albañil, está casado y es un habitual de las casas de citas. "A los hombres nos gusta cambiar de montura", confesó a los autores del estudio de la Dirección General de la Mujer. Siempre mantiene relaciones sexuales de pago con la misma chica -"cuando puedo, porque el aparato está hecho polvo"- y "para desahogarse". Vicente, venezolano de 31 años, frecuenta meretrices porque "el sexo por el sexo es sano". Tres veces por semana contacta con señoritas de compañía.

Juan, tabernero de 31 años, lo hace porque quiere "sentirse amado aunque sea mentira". A José Luis, de 56 años e informático, le gustan las mujeres de Europa del Este y las menores de 30 años. Otros, como Fernando, no tienen ningún reparo en decir que contratan sexo "porque hay ciertos servicios que dentro del matrimonio son muy difíciles". Sobre las prostitutas, hay opiniones para todos los gustos. "Yo creo que todos tenemos derecho a ganarnos la vida", "Es una cosa que no puede desaparecer", "Son simplemente trabajadoras sociales", son algunas opiniones de los clientes.

Y algunos prefieren hacerse los sordos cuando se les pregunta por la explotación a la que están sometidas la mayoría de las meretrices que ejercen en la región. "Me gustan las rusas, las ucranianas, las subsaharianas, las marroquíes, las colombianas... pero no, no, yo nunca he estado con mujeres traficadas", asegura Pedro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_