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Tribuna:IMPULSO A LA ECONOMÍA EUROPEA
Tribuna
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Medidas excepcionales

Las autoridades monetarias, con su decisión de bajar los tipos de interés hacia nuevos mínimos históricos, han constatado las expectativas de los agentes económicos. Pero una vez más, de tanto esperar, han terminado pareciendo insuficientes. De hecho, ya se han generalizado las demandas de algún recorte adicional y la curva anticipa niveles de 1,75% antes de fin de año. La escasa reacción de los mercados de valores a la bajada demuestra que llega tarde y que cualquier efecto favorable ya ha sido descontado.

Revisando la historia más inmediata, y a pesar de las críticas a su gestión, el Banco Central Europeo (BCE) ha ido respondiendo de forma positiva a la necesidad de aplicar medidas expansivas. Sin embargo, casi siempre se han materializado con un retraso que ha podido restar eficacia a la política monetaria. Las razones que justifican esta bajada de tipos son tan evidentes que se hace difícil entender cómo no se había producido antes. Aunque el Consejo subraya que las perspectivas de estabilidad en los precios son más sólidas ahora que hace unos meses, los excesos de retórica no parecen convenientes cuando en buena parte del área euro se mantenían los mayores tipos de interés reales entre los países desarrollados. El tipo de cambio del euro ha endureciendo tanto las condiciones monetarias que se sitúan muy por encima de como se encontraban hace seis meses. Y si, tal y como ha insistido en su comunicado, la complicidad de las autoridades europeas con la fortaleza del euro es plena, los tipos de interés tendrán que compensar este endurecimiento.

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En definitiva, el BCE sigue demostrando una capacidad limitada para comunicar su estrategia de política monetaria, perdiéndose en formulismos que contribuyen a generar más confusión. Cuando las expectativas de una bajada de tipos en mayo eran mayoritarias, el Consejo se limitó a anunciar un cambio en la definición de su objetivo, orientándola hacia el medio plazo y, en apariencia, suavizando el enunciado que hasta entonces establecía la cota del 2% como el techo máximo deseable para la economía europea. Tan sólo un mes después se insiste en la conveniencia de que se sitúe por debajo, pero cerca del 2%, posiblemente en un intento de señalizar su sensibilidad ante los mayores riesgos de deflación.

No obstante, Duisenberg no comparte el análisis del FMI, que en un reciente informe advertía de los síntomas preocupantes de la economía alemana en este sentido. Parece lógico que se presente así por quien debe evitar que un exceso de celo contribuya a generar expectativas deflacionistas. Pero al mismo tiempo considera aconsejable que determinadas regiones (léase Alemania) recuperen con una reducción de los precios la competitividad en un entorno como el área euro que no admite ajustes de tipo de cambio.

Más allá de las justificaciones, los argumentos que subyacen detrás de la decisión no son muy diferentes de los mostrados por Greenspan el mes pasado. Las incertidumbres derivadas de la guerra ya se han difuminado, pero los niveles de confianza de los consumidores y empresarios no han mostrado una mejoría suficiente como para confiar en una recuperación sostenida de la economía. Tal y como reconoce Duisenberg, lo mejor que puede decirse de los últimos indicadores es que son mixtos.

En líneas generales, el sesgo que se interpreta de su comparecencia es mucho más relajador que en ocasiones anteriores. No sólo ha evitado pronunciarse sobre la posibilidad de que sea la última bajada, sino que advierte de un mayor margen de maniobra si fuera necesario. Cuando la situación es excepcional, se requieren medidas excepcionales. No reconocerlo sería absurdo cuando más de la mitad del área euro presenta tasas negativas de crecimiento.

César Cantalapiedra es director de Análisis de Analistas Financieros Internacionales.

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