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PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | La opinión
Columna
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Bush, bailando con Nasarre

Juan Cruz

Habían previsto respuestas para todo: la guerra, el Prestige, las pancartas; tenían incluso previsto machacar con una idea luminosa: los comunistas y los socialistas son malos, y juntos serán peores, para Madrid y para España. Lo dijeron en Madrid y en todas partes; es la lluvia fina llegando con su clima pavoroso hasta los estratos de lo que fue la vida antes de la guerra. De la Guerra Civil, por supuesto.

Para todo tenían una respuesta y han cumplimentado muy bien el cuestionario. Pasara lo que pasara, para cualquier recuerdo que se hiciera de esos acontecimientos a los que el PP teme como Drácula a la claridad, había un quite en el formulario. Aunque ocurrieran lejos, esos asuntos iban a estar ahí, en la campaña, en la Casa de Campo, en la Castellana, en Lavapiés, en el Rastro, reventando la antigua quietud de los mítines. Pero el Partido Popular tenía previsto cómo salir de ellos.

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Los formularios electorales se hicieron, sobre todo, para hacer frente a cualquier manifestación perturbadora; han tenido efecto en muchos sitios; Esperanza Aguirre las sufrió en el Rastro; Ana Botella, en el barrio de Chueca; Ruiz-Gallardón fue asaltado en la Universidad, y así sucesivamente, desde antes de la campaña hasta su epicentro, que tiene lugar mientras se achicharran los toros de San Isidro.

Los formularios los dirigió Eugenio Nasarre, que es un hombre serio y barbado, que no barbudo. Barbudo es Fidel Castro; barbado es Antonio Banderas. Nasarre ha trabajado años en la educación y en la tele; es, pues, un hombre barbado y pulcro que sabe de imágenes y las domina. Los Beatles tenían a un personaje pulcro en Qué noche la de aquel día. Nasarre es un pulcro que escuchó a los Beatles, y acaso por eso se deja la barba. En el PP, digo, no hay barbudos; algunos tienen barba, o bigote, pero ninguno es montaraz, controlan bien sus pelos, se peinan bien, y se despeinan de mejor manera: si uno se fija en los fijadores, encontrará que éstos se han perdido para Ana Botella y para Esperanza Aguirre; pero últimamente veo muy bien peinada a Alicia Moreno. Quizá porque le quisieron cortar la melena cuando decía no a la guerra en las manifestaciones de los socialcomunistas...

No se desmelenan, en general. Tampoco se desmelena Zapatero, por cierto. Gabriel García Márquez cuenta en sus memorias que cuando lo llevaron a ver al presidente de la República colombiana, siendo aún él mismo un estudiante, su rector le exigió que se afeitara el bigote desordenado y se cortara su pelo salvaje. En el PP no queda ningún pelo fuera de su sitio. Y en el PSOE, tampoco. Y Llamazares, el tercero en discordia (¿o el cuarto?), está pelado casi al rape, el viento no le peina los cabellos como aquella mano maternal de la que hablaba Horacio Guaraní.

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Nasarre, pues, peinó el formulario y lo dejó listo para que los demás copiaran. Para hacerlo más digerible a los candidatos, él mismo predicó con el ejemplo, y en la entrevista desenfadada que en este periódico le hizo Karmentxu Marín cometió la imprudencia del baile del twist, que hizo subido sobre la mesa de madera de su despacho en la calle Génova. La traición poética que siempre hay detrás de cualquier persona pulcra quiso que el fotógrafo, Bernardo Pérez, le captara en ese momento sublime del trípode que siempre es el twist siendo observado, desde una pantalla de televisión, por el mismísimo Bush seguramente hablando de la guerra...

Así que la guerra ha sido un imprevisto controlado..., hasta cierto punto. Y en Madrid ha sido todo tan controlado que ni Nasarre ni nadie tuvo tiempo para pensar en los imprevistos. Ana Botella -según cuenta Rafael Manzano en su espacio de búho de la cadena SER- no se podía imaginar que las mujeres que acuden a sus encuentros (¿desde cuándo no va a un mitin madrileño la tercera del PP por Madrid?, ¿quién es el segundo?) tuvieran tanta curiosidad por sus rebecas: ¡se las deshilachan, creyendo que están descosidas!

Y el propio Aznar no podía prever tampoco que los sindicalistas de Sintel tuvieran tiempo también para romperle sus previsiones. Él creía que esos sindicalistas estarían ocupados con la crisma altísima de Fidalgo, el líder de Comisiones, y se los encontró de frente desluciéndole el baño de multitudes del barrio de Carabanchel. Ni Manolito Gafotas le siguió luego, pues tuvieron que hacer el mitin imprevisto en un lugar cerrado al que sólo fueron fieles bien pasados por el cedazo de los formularios.

Fuera de Madrid tuvo Aznar otro imprevisto: la señora que se le puso de parto cuando hablaba en Las Palmas. Y aun otro: Llamazares, que es médico, reveló que el presidente, y presidente del PP, tiene cistitis. La gracia le viene de la encuesta del CIS: que un médico como Llamazares haga un juego de palabras así sólo es un retrato (imprevisto) de la campaña. Una campaña en la que todo está atado y bien atado..., menos los imprevistos y la rebeca de Ana Botella. Y como la foto de Bush bailando con Nasarre.

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