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Reportaje:

Memorial contra el olvido

Barcelona rinde homenaje a las víctimas de los bombardeos que sufrió la ciudad en la Guerra Civil Los supervivientes recuerdan con horror los bombardeos durante la Guerra Civil

Mar Padilla

El flamante hotel Florida del Tibidabo, reinaugurado el pasado lunes, no fue siempre un lugar lleno de lujo y glamour. Durante los bombardeos que sufrió Barcelona en la Guerra Civil, el edificio albergó el hospital de infecciosos. Los aviones italianos de la Aviazione Legionaria della Baleari habían destrozado el anterior centro sanitario, situado en el barrio de la Barceloneta, y la montaña del Tibidabo era un lugar más seguro.

El primer bombardeo que sufrió Barcelona fue el 13 de febrero de 1937, inaugurando así, antes de la tragedia del pueblo de Gernica, los ataques masivos a la población civil. La ciudad fue bombardeada por un crucero italiano que, desde nueve kilómetros, disparó hasta nueve veces sin ningún objetivo en particular: su fin era desmoralizar a los habitantes de la Barcelona republicana. Hasta aquel instante, que quizás cambió el curso de la Guerra Civil, Emérita Aragonés estaba radiante: era el día de su boda, pero las bombas obligaron a cancelar la celebración.

"La sensación de pánico y destrucción aún no me la he quitado de encima"
En tres días hubo entre 680 y 1.000 muertos, 1.200 heridos y 40 edificios destruidos

Emérita Aragonés fue ayer a la inauguración de la escultura Encaix, obra de Margarita Andreu, que se levanta en la Gran Vía, entre Balmes y Rambla de Catalunya, en homenaje a las víctimas de la Guerra Civil. Al acto acudieron un centenar de ciudadanos anónimos, muchos de ellos familiares de víctimas o supervivientes del conflicto, además de Pilar Frutos, representante de la Comisión de la Memoria, vinculada al Departamento de Derechos Civiles, diversos miembros de la plataforma Aturem la Guerra y el alcalde Joan Clos.Con 82 años, Aragonés, más conocida como Meri, era durante la guerra la encargada de abrir y cerrar el refugio que había en el metro de Fontana, en el barrio de Gràcia, "hasta que cuando entraron los nacionales en enero de 1939, decidí irme a Francia y dejé la llave colgada en la cerradura". Los días en que la ciudad sufrió la mayor razzia de bombardeos, el 16, 17 y 18 de marzo de 1938, "me pasé todas las horas subiendo y bajando, abriendo y cerrando, corriendo a casa para hacer pis y con pánico a las bombas".

Sólo en esos tres días hubo entre 680 y 1.000 muertos en Barcelona, 1.200 heridos, 40 edificios destruidos y 71 con daños graves. La Barceloneta, el puerto, el Paralelo, el Casc Antic y el Eixample fueron las principales zonas atacadas.

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Félix Gatell, de 75 años, tampoco ha olvidado aquellos días. Recuerda que abrió la puerta de casa a su padre: estaba lleno de polvo, sucio y "blanco como la cera". "Le temblaban las piernas y no podía hablar". Era el cobrador del tranvía que aquel fatídico 17 de marzo circulaba por la Gran Via, a la altura de la calle de Balmes. Una bomba de aviación alcanzó un vehículo militar que transportaba explosivos, lo que provocó una fenomenal explosión que mató a cientos de personas, incluyendo los usuarios del tranvía, que murieron reventados por la onda expansiva que llegó hasta el paseo de Gràcia esquina con la calle de Aragó. El padre de Gatell, Pau, se salvó de milagro al tirarse al suelo.

Cristobal Font también acudió ayer al acto de homenaje a las víctimas. "He venido a recordar a mis compañeros soldados que iban en un vehículo militar por la Gran Via cuando cayó la bomba". Él se libró porque no cabía en el camión; "pero la sensación de pánico y destrucción aún no me la he podido quitar de encima", explica desde sus 86 años.

En sus memorias Cuatro cosas de mi tiempo, Josep Miracle, discípulo de Pompeu Fabra, recuerda los bombardeos como "una verdadera pesadilla" y anota que miles de barceloneses dormían en el metro, que de día ofrecía el triste espectáculo de "centenares de colchones atados con cuerdas que nadie tocaba porque eran sagrados".

La población aprendió poco a sobrevivir y a reconocer los diferentes sonidos. Toda una ciudad pendiente de dos toques de alerta: el que anunciaba el peligro de bombardeo, largo e ininterrumpido, y el que avisaba de que los bombardeos habían, al fin, cesado: unos toques breves y seguidos. También aprendieron a discernir entre los silbidos y las explosiones destructoras. Los cañones antiaéreos -situados en el Carmel y la vecina montaña Pelada- sonaban "desgarrados, secos y reiterativos", mientras que el ataque del enemigo aullaba "profundo, grave, moviendo la tierra, terrible", explican Jacint y Joan Reventós en su libro Dos infancias y la guerra.

"Yo he estado en todas las movilizaciones contra la guerra, porque todas son igual de terribles. Barcelona fue como Bagdad", concluye Caritat Martínez, una superviviente de 75 años.

Una escultura, en la Gran Via frente al cine Coliseum, recuerda desde ayer a las víctimas de los bombardeos que sufrió Barcelona durante la Guerra Civil.
Una escultura, en la Gran Via frente al cine Coliseum, recuerda desde ayer a las víctimas de los bombardeos que sufrió Barcelona durante la Guerra Civil.SUSANNA SÁEZ

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).

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