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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Siempre en familia

Tenía que haber sido una gran fiesta. La celebración de un sueño, cien veces soñado, cien más imaginado, desde aquel fatídico día de septiembre de 1997 en el que Sarrià se desplomó, se vino abajo, dinamitado. Aquel día, el Espanyol, la familia perica, dejó en las cenizas del antiguo estadio un trocito de su alma. Y también desde aquel día, desde el mismo instante en que el hormigón se convirtió en polvo para renacer de nuevo en hormigón de lujo, el españolismo pena por recuperarla. Ayer dio el primer paso en esa larga peregrinación. Y por eso tenía que ser una gran fiesta. Y por eso la directiva presidida por Daniel Sánchez Llibre había hecho un sonoro llamamiento. Y por eso había dado facilidades (un par de entradas gratis para los socios y los simpatizantes) para que Montjuïc, el estadio prestado, registrara una bonita entrada.

El Espanyol presenta en Montjuïc la maqueta de su nuevo campo ante menos de la mitad de sus asociados

Pero llegó el día y el olímpico apareció desangelado. Una vez más, como suele suceder siempre que el Espanyol pretende vestirse de gala, algo aguó la fiesta, y literalmente, en esta ocasión. La junta españolista comenzó a temblar cuando, por la mañana, levantó la persiana y vio que Barcelona amanecía gris. El cielo amenazaba lluvia. Y del cielo llovió. No fue mucho; apenas un chaparrón a mediodía y unas gotas de regalo después. Suficiente para desanimar a parte de la familia perica, que había previsto celebrar en Montjuïc la reproducción en miniatura de lo que será su futura casa, situada entre El Prat y Cornellà de Llobregat. TV-3, la televisión de tots, ofrecía además los actos en directo. Un motivo más para seguir la jugada, tranquilamente y a resguardo del frío -en Montjuïc siempre hace frío, aunque en el resto de la ciudad queme el calor-, desde el sofá de casa.

Por eso, cuando Daniel Sánchez Llibre bajó a la pista de atletismo del estadio para descubrir la reproducción reducidísima de ese sueño largo tiempo soñado, por su felicidad atravesó un halo de tristeza. Sólo 12.100 seguidores se habían desplazado para la celebración. Ni siquiera la mitad del número de socios (30.000) con los que hoy cuenta el club. Apenas los que suben la montaña para presenciar algunos de los partidos con menos cartel que el equipo disputa en la Liga. "Es una lástima; no hemos tenido suerte", se lamentó el presidente. "Si no hubiera sido por el tiempo, habríamos sido 20.000". El que no se consuela es porque no quiere.

Así que Sánchez Llibre aparcó esa pequeña decepción y acompañado por el conseller en cap de la Generalitat, Artur Mas; el consejero de Cultura, Jordi Vilajoana; el secretario para el Deporte, Josep Maldonado, y los alcaldes de El Prat y Cornellà, Lluís Tejedor y José Montilla, respectivamente, entre otras autoridades y consejeros del club, ejerció de mago y, donde no había nada, hizo aparecer la maqueta de la futura casa perica. La que se llamará, simplemente, Estadio del Espanyol, si se cumplen sus deseos. La que empezará a construirse a finales de este año y que, de acuerdo con las previsiones, estará lista para la temporada 2005-2006.

La que se visualizó mejor después, a través del jumbotron, en tres dimensiones, en realidad virtual, en un vídeo preparado para la ocasión. Camí de casa, anunciaba un grupo de periquitos (pájaros); casa vostra, concluían tras rememorar imágenes de antiguos estadios -incluido, claro, Sarrià- y mostrar el nuevo estadio, moderno, de corte inglés, con capacidad para unas 40.000 personas y con la grada a pie de césped. "El campo a mí me gusta mucho. Parece muy futbolero", señaló Javier Clemente, el técnico del Espanyol.

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Pese a la escasa asistencia, el proyecto ilusiona, y mucho, a la familia perica. O eso aseguran. Cuentan los socios españolistas que están cansados de Montjuïc. Lo dice, por ejemplo, José Javier, socio número 3.922, que se muestra entusiasmado con el futuro estadio. "Aquí nos sentimos incómodos y maltratados por el Ayuntamiento. Esto no es un campo de fútbol, sino una pista de atletismo", argumenta, y ofrece, gustoso, más razones. Asegura que el consistorio dificulta los accesos a Montjuïc y que el alquiler que el Espanyol paga por jugar en el olímpico es "elevadísimo". Sus argumentos deben de tener peso porque son compartidos por la mayoría de socios a los que una se acerca a pedir la opinión.

"Lo que hace falta ahora", añade Sánchez Llibre, "es que el equipo sufra por ir a Europa, no por eludir el descenso. Nuestro club no se merece estar en este pozo". Y todo el mundo asiente. Como todo el mundo aplaude el gesto pacífico con el que el Espanyol precede el inicio del partido contra el Lazio (fue tan aburrido que una casi olvida mencionarlo: 0-0).

Encabezando la salida de los equipos, tres niños de la cantera blanquiazul esconden entre sus manos tres palomas blancas. Caminan hasta el círculo central y, como si se tratara de un saque de honor, las echan a volar. "Con el deseo de que la paz llegue a todo el mundo", se escucha por megafonía. Y la grada aplaude. El Espanyol es el segundo equipo de la Liga española que esboza un manifiesto público contra la guerra en Irak. El primero, como casi siempre, correspondió al vecino, el eterno rival.

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