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Columna
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Grupos de riesgo

Tengo un amigo que cada vez que oye a alguien repetir la dichosa tesis -tan querida por el matrimonio Aznar- que equipara delincuencia con inmigración, acostumbra a recordar un dato que se nos olvida con frecuencia: el colectivo con más riesgos penales no es el de los inmigrantes, sino el de los banqueros. El porcentaje de banqueros con problemas con la justicia es muy superior al de inmigrantes. Sin embargo, jamás he escuchado a nadie quejarse porque se le ha mudado un banquero al piso de al lado o por tener los niños en un colegio al que asisten muchos hijos de banqueros, que a saber qué aprenderán esas criaturitas en sus casas.

La Justicia es lenta y por eso aún estamos saldando cuentas con la década prodigiosa de los ochenta: los Albertos tendrán que ir al trullo, aunque, como se acogen al anterior Código Penal, estarán apenas unos meses y sólo para dormir. A mí, qué quieren que les diga, estas cosas me dan mucha alegría: empecé a tener fe en la justicia la mañana en que vi en el periódico a Javier de la Rosa comiéndose un bocadillo tras las rejas de la Modelo de Barcelona.

No me extraña que algunos de los que se dedican a las finanzas hayan perdido la confianza en sí mismos hasta el punto de no dejarse fotografiar: era muy significativo que -véase la foto de la primera página de este cuadernillo del pasado martes 18- uno de los vocales de Cajasur tapara con una mano el objetivo de la cámara que pretendía fotografiarle, como si fuera un famosillo adúltero cogido in fraganti por un reportero de la prensa del corazón o un miembro de la mafia gallega de la droga. Así están las cosas.

La verdad es que no me sorprendió nada la cantidad de gastos sin justificar que ha encontrado en Cajasur la inspección de la Consejería de Economía: hace algo más de dos años que el cura Castillejo manifestó su admiración por los métodos de gestión que Jesús Gil venía utilizando en el Ayuntamiento de Marbella. Y eso que, por entonces, Gil ya era un asiduo de los tribunales y se comenzaban a conocer sus métodos.

Lo que no cabe ninguna duda es de que Castillejo hace uso de los fondos de la caja que preside con gran liberalidad. Algunas de estas muestras de generosidad pueden explicar cómo le han salido tantos apoyos: mírese, si no, el dinero entregado a algunos periódicos o los contratos por asesorías, entre los que se encuentran los firmados con el promotor de las primeras manifestaciones a favor de Castillejo por valor de varios cientos de miles de euros.

Sus influencias parece que llegan hasta el Vaticano, a donde viajó justo después de que el obispo de Córdoba censurara que se hubiera hecho beneficiario de una póliza de jubilación de 2,9 millones de euros. De momento, el obispo ha sido apartado con una patada hacia arriba y nombrado arzobispo de Granada.

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Pero me temo que el caso de Castillejo no es único: sería bueno que el Parlamento se hiciera, para su estudio, con el resultado de las inspecciones de las demás cajas. Algunas, como las sevillanas, han tenido una gestión bastante peculiar en los últimos años. La transparencia es una exigencia de estos tiempos. No tiene sentido que podamos conocer el sueldo y los créditos personales pendientes de los consejeros del Santander y sigan siendo un secreto los ingresos de muchos dirigentes de cajas.

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