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LOS DISCOS DE TU VIDA

'Desire', de Bob Dylan

Diego A. Manrique

Desire (1976) surge durante una etapa intensa en la vida de Bob Dylan: allí está el prototipo del sonido de su gira más aventurera, la Rolling Thunder Revue. Huyendo de sus problemas conyugales -asunto central del disco anterior, Blood on the tracks-, ofrece extensas canciones narrativas, realistas o fantasiosas, hechas con Jacques Levy, letrista y hombre de teatro. EL PAÍS publica mañana, viernes, este tercer disco de la colección de 25 álbumes de referencia en la historia del rock internacional, que se podrá adquirir en los quioscos durante una semana por 5,95 euros.

Desire es una belleza, el disco más femenino de Bob Dylan (Duluth, Minnesota, 1941). Aparte de la temática -con mención a Isis, la diosa madre de los egipcios-, está el violín de Scarlet Rivera y la voz de Emmylou Harris o Ronee Blakley. La historia de Desire ofrece argumentos pro y contra el Método Dylan para hacer discos. Se sabe que odia pasar días en el estudio; excepto si un productor se pone pesado, siempre opta por el fotomatón sonoro. Puede grabar sin haber enseñado las canciones a músicos que, a veces, no le han conocido hasta ese momento. En cuanto hay una toma aceptable, pasa a la siguiente pieza; si hay errores musicales menores o fallos en el sonido, es probable que se dejen. No suele añadir adornos instrumentales y es raro que acepte regrabar su voz.

El sistema le funcionaba: toda la obra de Dylan hasta 1976 se grabó en un total de 90 días de estudio. Prodigioso: son 16 elepés -varios de ellos, discos clave en la música popular del siglo XX- más numerosas canciones que decidió no editar. La cruz: su antipatía por las reglas de los estudios y su insumisión ante los productores exigentes explican patinazos como Selfportrait y, más adelante, bastantes discos penosos.

Desire comenzó mal. En julio de 1975, Dylan juntó en Nueva York una tropa de hasta 20 músicos. Muchos eran británicos -Kokomo, Clapton, Dave Mason-, y todos lo recuerdan como un caos. De esas sesiones sólo se conservó Romance in Durango. Por el contrario, el 30 de julio hubo magia con una banda reducida. El bajista Rob Stoner y el baterista Howard Wyeth funcionaron como motor y esa noche se hicieron siete canciones, de las que cinco están en Desire. El 31 se remataron tres temas, incluyendo Sara, con presencia de la propia Sara Dylan; el gesto no impidió que ella pidiera el divorcio en 1977, con un feroz abogado que sacó al cantante 10 millones de dólares.

La canción de Desire que más se le resistió fue Hurricane, apasionada denuncia de la sospechosa condena por asesinato del boxeador Robin Hurricane Carter. Columbia, temiéndose (acertadamente) problemas legales, insistió en cambiar parte de la letra. En vez de insertar los nuevos versos sobre la versión existente, se grabó entera el 24 de octubre -gran frustración de la discográfica, ya que Desire no llegó a tiempo para Navidad- en una sesión infeliz, que terminó con Dylan largándose y dejando al productor Don DeVito elegir qué versión lanzar (finalmente, se pegaron fragmentos de dos tomas).

Hurricane fue un gesto hermoso: Dylan respondía sin vacilar al drama de Robin Carter, que le había enviado una copia de su autobiografía. Y dio su fruto, aunque el ex boxeador tardaría 10 años más en lograr la libertad. También proporcionaría algunos dolores de cabeza a Dylan: le demandó uno de los implicados en el caso, descontento con la visión dylaniana.

Dylan fue más criticado por Joey, 11 minutos dedicados a Joey Gallo, jefe mafioso de Nueva York recientemente asesinado. Lester Bangs y otros periodistas le recordaron que Gallo, aunque presumiera de no llevar pistola y fuera un hombre culto, no se parecía demasiado al heroico personaje de Desire. Como suele hacer, Dylan respondió invocando a la tradición, asegurando que Gallo era descendiente de Robin Hood y Jesse James, otro "rebelde contra el sistema".

Bob Dylan, durante la gira <i>Rolling Thunder Revue</i> en 1975.
Bob Dylan, durante la gira Rolling Thunder Revue en 1975.EFE

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