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Entrevista:FERNANDO DEL ROSARIO | Vicepresidente de Cruz Roja Española

"El voluntariado es un acto de rebeldía"

Miquel Alberola

Pregunta. La Cruz Roja es cada vez más social que sanitaria.

Respuesta. La Cruz Roja se extendió tratando de cubrir un hueco que había en el campo de la salud: transporte, hospitales, bancos de sangre... Pero a medida que el Estado fue asumiendo su responsabilidad, dejó de tener sentido. Que nos metamos en lo social es una consecuencia lógica de uno de los principios de la institución: creer en la dignidad de las personas.

P. ¿Se puede decir que en la Cruz Roja es donde mejor se visualizan las deficiencias del Estado?

R. Yo no diría del Estado, sino de la sociedad. Cruz Roja cumpliría su misión el día en que decidiera disolverse, porque ya no le quedaría nada que hacer.

P. Pero parece que hay más que hacer que nunca.

R. Lo que también ocurre en los servicios sociales es que cada vez que se crea un recurso se destapa la conciencia de su necesidad.

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P. La llegada masiva de inmigrantes crea un nuevo escenario social.

R. Es el gran reto social para lograr una ocasión de convivencia y no de ruptura. No es fácil, porque se producen todos los fenómenos naturales de un grupo que llega y los rechazos correspondientes por ambas partes. Se están produciendo signos de ruptura y signos de encuentro, el problema es que son más noticiables los de ruptura.

P. ¿La neutralidad de Cruz Roja no coarta la capacidad de crítica respecto a los Estados?

R. La sociedad debe de tener capacidad de crítica ante los Estados, pero hay diferentes papeles que cumplir. La Cruz Roja no aspira a que todo el mundo tenga su actitud, pero es consciente que cuando se produce un conflicto, alguien debe de mantener la confianza de las partes para poder atender a las víctimas. Y cada día más, las víctimas no son los soldados sino la población civil.

P. ¿Qué sensación tiene ante la guerra que se está amasando?

R. Siempre que se tiene que llegar a una guerra es porque el hombre ha fracaso en los intentos de convivencia.

P. ¿Qué provoca la eclosión de las ONG?

R. No hay una razón única. Una de ellas es positiva, puesto que hay un aumento de la conciencia y de la gente que quiere dedicar su tiempo a la solidaridad. Y otra de ellas es negativa, y es que esto se aprende y las nuevas corren el riesgo de tener que repetir los mismos errores que otras, con mayor experiencia, ya no cometerán. Y por ahí se desperdicia mucha de la ayuda recibida.

P. ¿De dónde le viene esta vocación de servicio?

R. Lo que me lo ha hecho explícito es mi formación cristiana.

P. ¿El voluntariado, más que una actitud, es un movimiento social?

R. Es ambas cosas. Es una toma de conciencia de que en la sociedad los problemas son de todos y los tenemos que resolver. Cuando notas esa corriente en la que todo nuestro tiempo está metido en la carrera de ser y tener más, dedicar un tiempo a voluntario es un acto de rebeldía. Es la reafirmación de uno mismo frente a una sociedad que va por otros caminos. La gente no es espectadora del mundo en que vive. Tiene que bajar. Hay que estar mojándose.

P. ¿Es cierto que lleva una libretita en la que va anotando reflexiones?

R. Sí, son textos largos sobre momentos. Para mí tienen mucha fuerza porque están escritos sin maquillaje, pensando en que no los va a leer nadie. Se trata de reflexiones sobre situaciones difíciles y sentimientos vividos en mi experiencia con niños desprotegidos y en los viajes a África. Las vuelvo a leer a menudo para no olvidar esos horrores porque la sociedad te echa tierra encima.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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