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Entrevista:BERNARD-HENRI LÉVY | FILÓSOFO

"El Estado verdaderamente terrorista es Pakistán"

Timothy Garton Ash

Bernard-Henri Lévy -el filósofo más destacado y conciencia pública de Francia-, entre cuyas obras se encuentra la fundamental Barbarie de rostro humano, escribe en la actualidad un libro sobre Daniel Pearl y Pakistán titulado ¿Quién mató a Daniel Pearl?

Pregunta. Parece haber aparecido una especie de antiamericanismo mundial. Usted acaba de volver de Pakistán y está escribiendo sobre Daniel Pearl, a quien asesinaron brutalmente unos extremistas islámicos por ser estadounidense. Günter Grass, por ejemplo, acaba de calificar a EE UU de "amenaza para la paz mundial". En la vieja Europa de Francia y Alemania, la opinión pública está muy en contra de Estados Unidos. ¿Existen buenas y malas razones para ser antiamericano?

"No me opongo a la guerra contra Sadam. Me opongo a esta guerra contra Sadam. Es uno de los peores dirigentes del mundo; ha gasedo a su gente: un intento de genocidio"
"La paz en el mundo está amenazada por Corea del Norte, Osama Bin Laden, los grupos yihadistas paquistaníes, sus servicios y las organizaciones financiadas por Arabia Saudí"
"Al Qaeda hoy está en Pakistán, su base está en Karachi. Dentro del servicio secreto de ese país, algunos quizá no llevan la barba islámica, pero sí tienen barba en el corazón"
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Respuesta. Se puede protestar contra una política concreta, como la guerra en Irak, a la que me opongo y que, en mi opinión, podría ser un verdadero error. Pero no hay un antiamericanismo bueno. EE UU no es una amenaza contra la paz en el mundo. La paz en el mundo está amenazada por Corea del Norte, Osama Bin Laden, los grupos yihadistas paquistaníes y tal vez sus servicios secretos, las organizaciones terroristas financiadas por Arabia Saudí.

No se puede decir que Estados Unidos amenace la paz del mundo si no se tiene cierto odio que le vuelva a uno completamente ciego y sordo a la realidad. Este tipo de antiamericanismo, sobre todo en Europa, es un grave peligro. Es la señal de advertencia de algo más profundo, el odio a la idea de Norteamérica, no como región geográfica, sino como una región del alma.

¿Qué es ese Estados Unidos que suscita tanto odio? Un país sin raíces e inorgánico, construido, no en torno a una cultura histórica con raíces, sino a partir de una constitución y la tolerancia de la diversidad. Su democracia es una mezcla de razas. Estados Unidos es el triunfo de la ley, no la etnicidad ni la comunidad. Por eso, en Europa se le considera una especie de sucio híbrido, una abstracción artificial.

Es cierto que Estados Unidos, muchas veces, no está a la altura de su ideal. Pero es un país construido con arreglo al contrato social de Jean-Jacques Rousseau, como una "comunidad que se construye a sí misma".

Para la ideología francesa -que hoy comparten la extrema derecha y la extrema izquierda-, ése es el enemigo al que hay que matar porque Francia, según ellos, es una nación construida sobre la sangre, la raza y la cultura.

El antiamericanismo en Europa, por tanto, está unido a los demás genios malos que hemos conocido: el fascismo, el antisemitismo, el nacionalismo y el racismo.

Una hipótesis: en la historia reciente de la humanidad, el odio a Estados Unidos ha sido uno de los principales vínculos estructurales entre los tres totalitarismos: el fascismo, el comunismo y el islamismo.

P. La gran crítica que se hace a Estados Unidos como superpotencia es que actúa de forma unilateral. ¿Está de acuerdo con Jean-François Revel en que "el unilateralismo estadounidense no es la causa, sino la consecuencia de los fracasos del poder en el resto del mundo", sobre todo en la vieja Europa, y en que Estados Unidos tuvo que tomar la iniciativa para detener la limpieza étnica en los Balcanes? Casi se puede imaginar hoy a George Bush, con su acento tejano: "El foie- gras y la alta costura no van a detener a Sadam y sus armas de destrucción masiva".

R. Así como advierto contra el antiamericanismo, no caigamos en el antifrancesismo.

No discrepo de esa afirmación de Revel, sobre todo en lo que respecta a Bosnia. Pero no viene a cuento a la hora de hablar de Irak. Si no queremos que esta guerra tenga consecuencias trágicas, es preciso que se lleve a cabo de forma multilateral. La guerra contra Irak debe contar con aliados; no puede ser además una guerra contra el resto del mundo. Si lo es, sólo servirá para aumentar el odio y la profunda corriente fascista que se oculta tras el antiamericanismo.

La guerra no es metafísica, el bien contra el mal, como piensa George Bush. Es política practicada por otros medios, como decía Clausewitz. La política es cuestión de astucia, habilidad e inteligencia, no de torpeza y patosería. Al atacar a Irak no sólo se equivoca de blanco en la auténtica guerra contra el terrorismo, sino que va a empeorar la situación.

P. Entonces, ¿se opone a la guerra contra Sadam?

R. No me opongo a la guerra contra Sadam. Me opongo a esta guerra contra Sadam. A nadie le da pena Sadam. Es uno de los peores dirigentes del mundo, ha gaseado a su propia gente: un verdadero intento de genocidio.

Ahora bien, hoy nos enfrentamos a una guerra compleja contra el terrorismo, el fascismo islámico y los enemigos de la democracia y la modernidad. Esta guerra debe realizarse como es debido. En ella, Irak no es precisamente el enemigo al que con más urgencia hay que atacar. Y cuando Estados Unidos consolida su alianza con un Estado como Pakistán para llevar adelante sus intenciones respecto a Irak, ése es un error inmenso.

En la actualidad, el Estado verdaderamente terrorista es Pakistán. Si los terroristas obtienen armas de destrucción masiva, lo harán en Pakistán, no en Irak, debido a los vínculos -reforzados tras la guerra de Afganistán- entre el ISI, es decir, los servicios secretos paquistaníes, y Al Qaeda. Ayer, Al Qaeda estaba en Afganistán. Hoy está en Pakistán. Hoy, su base está en Karachi. En el interior del servicio secreto, algunos quizá no lleven la barba islámica, pero sí tienen barba en su corazón. Incluso comparten con ellos la cultura del suicidio.

Bernard-Henri Lévy, en una protesta contra la extrema derecha de Austria.
Bernard-Henri Lévy, en una protesta contra la extrema derecha de Austria.REUTERS

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