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Aquiles Machado regresa al Real con 'Fausto' y afirma que va a "a dejarse la piel"

El tenor encabeza el reparto de la ópera de Gounod con un montaje de Götz Friedrich

Jesús Ruiz Mantilla

Se suelta a hablar y parece la reencarnación de Fausto, ese eterno joven con cabeza de viejo que creó Goethe y saltó a la ópera de manos de Charles Gounod y Héctor Berlioz. Aquiles Machado (Barquisimeto, Venezuela, 1971) es un joven que habla sabiamente. Vuelve al Teatro Real, donde triunfó hace cinco años con La bohème y donde no pudo cantar Rigoletto porque dijeron que era gordo y bajito para ser el duque de Mantua. El público no se lo perdonó a Graham Vick, el director de escena que le rechazó, y salió escaldado. Ahora Machado vuelve "a dejarse la piel".

Llega más delgadito. "Sí, las preocupaciones, ya saben", suelta con esa sonrisa pícara que resalta en su cara de color café. Es el cantante más carismático del Real. El público lo venera desde que le descubriera cantando La Bohème, de Puccini, cuando saltó al primer reparto por enfermedad de Adolfo Portilla. Luego vino el episodio de Rigoletto, de Verdi. Le rechazaron para debutar como duque de Mantua por su aspecto físico, y la dirección del teatro, entonces en manos de Juan Cambreleng, no le defendió. Lo pagaron con abucheos diarios tanto Graham Vick, director de escena, como Sabatini, el tenor que le sustituyó, quien, ante los pataleos diarios, consiguió una baja y se largó.

Ahora, este alumno aventajado de Alfredo Kraus, padrinazgo sagrado para un cantante en Madrid, vuelve por la puerta grande y con uno de los papeles que también dio más gloria a su maestro, el Fausto de Gounod: "Jamás me voy a alegrar porque abucheen a alguien; no soy partidario de los tomates, aunque creo que el público es soberano en los toros, en el circo y en la ópera", asegura. Sin embargo, cree que el esfuerzo tiene su recompensa: "A cada uno le llegan las cosas bien si se hacen con honestidad y sinceridad".

Se siente eternamente agradecido al público madrileño, aunque muchos digan que es frío. "El público de los grandes teatros tiene que ser exigente. Mi experiencia personal es totalmente contraria a eso. Éste es un público que hay que entender, tiene sus gustos, y si dicen que son fríos pues que vengan abrigaditos. En mi caso me tocó profundamente la reacción del público de Madrid en lo de Rigoletto, que se lo tomara de forma tan personal. Se lo agradezco de todo corazón, por eso me siento con una responsabilidad enorme que trataré de defender al máximo".

El caso es que Machado, gracioso, socarrón a la manera caribeña, ha trabajado duro durante un mes para preparar esta ópera sobre el mito romántico, que él domina ya bien. "Hemos trabajado duro, venimos a dejarnos la piel, y no es broma, porque el otro día me dejé un trozo en el escenario, hemos ensayado horas con maestros repetidores, profesores de francés y con el director, aquí presente", dijo Machado, señalando a Alain Guingal, que dirigirá la orquesta en el montaje del Götz Friedrich, y al lado de Ricahrd Leech, tenor estadounidense que cantará con el segundo reparto.

Los dos coinciden en que es uno de los papeles más duros que puede afrontar un artista de su cuerda. "Tiene partes para tenor lírico y otras para personajes más verdianos o dramáticos; lo importante es que con tantos registros consigas cantarlo con un estilo propio", afirma Leech. Y un personaje con vueltas: "Entiendo a Fausto como intrigado, golpeado, alguien que a lo largo de su vida ha perseguido respuestas y encuentra que al final no hay nada, sólo vivir el momento presente; ése es su gran conflicto no las ansias de juventud", afirma Machado.

Buenos consejos

Un papel, en suma, que hace difícil mantener una personalidad propia en la línea de canto y actuación. Pero es algo que Machado se empeña en hacer con esta obra y en su carrera, en la que no se obsesiona por salirse de media docena de personajes en obras como La bohème, Los cuentos de Hoffmann, L'elisir d'amore, Lucia de Lammermoor... "Trato de seguir la línea más cómoda para mí. Pero en la base siempre hay que tener presente el bel canto, que significa cantar sano, bien, bonito y con inteligencia, no como un loco". Eso y otros equilibrios que huyan de la mentira: "Hay que mantenerse dentro de la voz propia, no abusar de las ventajas, pero tampoco esconder las limitaciones. Hay que ser honesto con el público y, si se falla en algo, no esconderlo, tratar de mejorarlo con tal de ser fiel a uno mismo, no una mentira", afirma.

Aquiles Machado, ayer en Madrid.
Aquiles Machado, ayer en Madrid.ULY MARTÍN
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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