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El presidente Bush suprime la legislación que imponía fuertes controles a la contaminación de empresas

Enric González

George W. Bush relajará los controles sobre la contaminación de las empresas y permitirá que emitan más sustancias tóxicas a la atmósfera. La Agencia de Protección del Ambiente (APA) anunció ayer la nueva política de la Administración estadounidense, que acaba con buena parte de la legislación aprobada durante el mandato de Bill Clinton y parece justificar la desconfianza de los ecologistas respecto al Partido Republicano. Varias organizaciones ecologistas y un grupo de Estados del noreste de Estados Unidos, la zona más progresista del país, empezaron a estudiar inmediatamente la posibilidad de plantear demandas contra el Gobierno federal ante la jurisdicción civil, o recursos por posible anticonstitucionalidad. Nueva York y Connecticut, los dos Estados que encabezaban la revuelta contra la permisividad de la nueva ley, indicaron que las medidas de Bush hacían de hecho inefectiva toda la legislación sobre mejora de la calidad del aire.

Christie Whitman, administradora de la APA, afirmó que, paradójicamente, la relajación de los controles desembocaría en "una reducción de las emisiones de gases". "Las antiguas normas han disuadido a las empresas de lanzar proyectos que, a medio plazo, incrementarían la eficiencia energética y reducirían la contaminación atmosférica", dijo.

Los cambios en la legislación ambiental eran una de las prioridades de Bush desde que llegó a la presidencia. Una de las claves de la nueva ley consiste en que las factorías energéticas podrán ampliar sus instalaciones y su producción sin necesidad de preocuparse por la contaminación adicional.

La supresión de los controles de contaminación era un objetivo declarado de las corporaciones eléctricas, petroleras y del carbón, todas ellas generosas contribuyentes a la campaña presidencial de George W. Bush en 2000 y a la del Partido Republicano en las elecciones del pasado día 5. Las compañías eléctricas y sus directivos donaron al menos 11 millones de dólares a los republicanos para las elecciones legislativas, más del doble de lo que donaron a los demócratas. Las empresas del carbón aportaron casi dos millones de dólares a los republicanos, y sólo 400.000 dólares a los demócratas.

La industria petrolera, por su parte, se vuelca desde hace años sobre los republicanos, y en las presidenciales de 2000 se convirtió en el principal sostén financiero de Bush y de su vicepresidente, Dick Cheney, ambos ex ejecutivos de empresas del petróleo.

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