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EL NAUFRAGIO DEL 'PRESTIGE'

El fuel alcanza la costa de Galicia

Los remolcadores no consiguen alejar de tierra al 'Prestige', que sigue amenazando con partirse en dos

Xosé Hermida

El mar amaneció ayer en la Costa da Morte (A Coruña) oliendo a combustible, mientras un manto de lágrimas se mezclaba con la lluvia que batía las localidades de pescadores de la zona. "¡Ya está aquí!", exclamaba la gente mirando al mar con las primeras luces del día. El fuel vertido por el petrolero Prestige había empezado a invadir playas y acantilados durante la noche. Al mediodía, los principales bancos de percebes de la zona, entre los más ricos de Galicia, estaban a merced de un mar espeso y marrón. Las pésimas condiciones meteorológicas no sólo empujaron el fuel contra la costa, sino que acercaron a tierra un poco más al Prestige, que sigue amenazado con partirse en dos, todavía con 70.000 toneladas de fuel en sus tanques.

"Ya no queda nada, el cien por cien se ha perdido", sentenciaba la cofradía de pescadores
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"El milagro sería que no hubiese sucedido", confesó el consejero de Pesca de la Xunta, Enrique López Veiga. Sólo faltaba que cambiase la dirección del viento, y eso fue lo que ocurrió durante la noche. El fuel derramado por el Prestige, el petrolero que sufrió una vía de agua el pasado miércoles cerca de Finisterre, se fue directamente hacia la costa y se extendió a lo largo de unos 35 kilómetros.

Aunque las autoridades venían calculando desde un principio que la cantidad de fuel derramado por el petrolero era de 3.000 toneladas, ayer admitieron que no se trata de una cifra exacta y que incluso podía superar las 5.000. Un gran charco de combustible que llevaba dos días serpenteando en las proximidades de la costa hasta que los vientos lo fragmentaron por completo y lo lanzaron contra los bancos marisqueros que dan sustento a cientos de familias gallegas, arruinadas en unas pocas horas. Las primeras aves empapadas de combustible aparecieron al mediodía en los pueblos de la Costa da Morte.

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Si hay unos percebes famosos en Galicia son los de O Roncudo, una punta rocosa próxima a la localidad de Corme. Unas 200 familias viven de su extracción, un oficio de funambulistas, que exige encaramarse a las peñas más escarpadas y batidas por el mar. En las últimas semanas habían recogido muy poco marisco, a la espera de que creciese para venderlo mejor aprovechando el alza de los precios en el mercado navideño. "Ya no queda nada, el cien por cien se ha perdido", sentenciaba un portavoz de la cofradía de pescadores. "Es como si una brocha hubiese empapado de pintura negra todas las rocas. No creo que se haya salvado ni uno", corroboró el capitán del puerto, Fernando Vidal.

En la localidad de Muxía, la gente se concentró desde el alba en la punta del santuario de la Virgen de la Barca, otro enclave rocoso donde crece el marisco, y se pasó la mañana mirando al mar con los ojos velados por las lágrimas. Tampoco allí se salvó casi nada. "La gente está con el alma caída", mascullaba Ramón Búa, un veterano patrón. La crisis de la pesca tradicional, que ha vaciado de jóvenes la Costa da Morte, había empujado a muchas familias a buscar su sustento en el percebe. "¿Qué nos queda ahora?, ¿hacer las maletas?", se oía en los bares del pueblo.

Allí sonaban muy lejanas las palabras que a la misma hora pronunciaba en Ciudad Real el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, quien aseguró: "No tememos una catástrofe ecológica ni prevemos grandes problemas para los recursos pesqueros". Poco después de la declaración del ministro, la Xunta de Galicia prohibió el marisqueo en la zona más afectada por el vertido, desde el Cabo Touriñón hasta Caión, cerca de A Coruña, por el peligro para la salud que puede suponer el consumo de productos contaminados.

Sin tiempo para digerir la pena, los pescadores se afanaban por colaborar con los equipos de salvamento marítimo para paliar la magnitud de los daños.

El mayor peligro del fuel no es tanto para la pesca como para el marisco de roca y las bateas de mejillón, especies que no pueden escapar de la mancha. Las autoridades estaban desplegando 18.000 metros de barreras, que tenían preparadas desde hace dos días en los puertos de la zona, así como bombas de achique, y contaban además con la ayuda de un buque anticontaminación francés. Los esfuerzos se centraban en proteger tres humedales declarados zonas de interés medioambiental.

Vecinos y políticos de la comarca se quejaron de la demora en instalar los dispositivos de lucha contra la contaminación. El delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa, explicó que las barreras sólo se pueden colocar cuando se sabe la dirección exacta de la mancha, y que si se instalasen antes correrían el riesgo de romperse por los embates del mar.

Ayer también se desplazaron equipos de protección a las rías de A Coruña y Betanzos ante la posibilidad de que el fuel siguiese desplazándose hacia el norte. Los pescadores, en cualquier caso, son muy escépticos sobre la efectividad de estos dispositivos, sobre todo cuando las olas azotan con la fuerza de estos días.

El viento no sólo empujó el combustible contra la costa, sino que hizo estéril el esfuerzo de los remolcadores por seguir alejando el Prestige mar adentro ante la amenaza de que se parta en dos. Anoche se encontraba a unas 55 millas de tierra, un poco más cerca incluso que el día anterior.

El casco del buque, con un gran boquete en estribor, está muy deteriorado y ayer se levantó parte de la cubierta en esa zona. Pero, de momento, todos los tanques de fuel, excepto los dos que se agrietaron, siguen intactos.

Fernández de Mesa criticó la decisión de los técnicos holandeses contratados por el armador del buque de detener su máquina, el pasado viernes, cuando navegaba mar adentro, ante el temor de que las vibraciones precipitasen la fractura del petrolero. El delegado del Gobierno también descartó tajantemente que se vaya a autorizar el trasvase de combustible a otro barco por los riesgos que entrañaría la operación.

El capitán del Prestige, el griego Apostolos Mangouras, sigue detenido y ayer no pudo declarar ante el juez por falta de intérprete.

Un ave cubierta de fuel en una de las playas contaminadas.
Un ave cubierta de fuel en una de las playas contaminadas.AP

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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