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Reportaje:

Viaje a Isla Decepción

16 científicos de las universidades de Granada y Cádiz participan en la campaña de investigación en la Antártida

Javier Arroyo

El miércoles echará a andar la nueva temporada de investigación en la Antártida, tres meses de frío y duro trabajo a miles de kilómetros. En esta labor participarán este año, en dos fases, 16 científicos de las universidades de Granada y Cádiz. Esta semana partirá un primer grupo con ocho de ellos con rumbo a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. En esta ciudad argentina, esperarán al resto del contingente científico español. El 27 de noviembre todos embarcarán y cuatro días después y 1.200 kilómetros al sur, ya en pleno continente antártico, estos ocho investigadores que participan en la primera fase de la campaña desembarcarán en la Isla Decepción. Permanecerán allí hasta el 16 de enero. Seis días antes se incorporarán otros ocho científicos de Granada y Cádiz. Después de ponerse al día, los primeros volverán a España y los últimos tomarán el testigo de las investigaciones.

A las doce de la noche los motores se apagan, para evitar contaminar más de lo necesario

Los trabajos de este contingente de investigadores de universidades andaluzas se dividen en tres proyectos. La Universidad de Granada envía dos grupos, uno procedente de su Instituto Andaluz de Geofísica, dedicado a estudiar la actividad volcánica y a elaborar una especie de fotografía de las profundidades de la tierra de la Isla Decepción, y otro de la Facultad de Ciencias, que se volcará en el estudio de las estrategias reproductivas y antidepredadoras de los pingüinos antárticos. El grupo gaditano, por su parte, realizará estudios del movimiento de placas tectónicas en la zona.

Jesús Ibáñez es el investigador responsable del grupo granadino dedicado a la sismología. Ibáñez no es ningún novato en estas experiencias antárticas. Su primera expedición fue en la campaña 1988-89. Desde entonces, reconoce que las cosas han mejorado sustancialmente en cuanto a las condiciones de alojamiento, transporte y comunicaciones.

La Antártida es un continente formado mayoritariamente por hielo, rocas y, como en el caso de la Isla Decepción, ceniza. Protegida por un tratado internacional que la declara patrimonio de la humanidad y que sólo permite usos pacíficos y científicos, la Antártida está formada por una masa continental casi el doble de grande que Australia y por distintos archipiélagos. En el de las islas Shetland del Sur, las situadas más al norte hacia Argentina, se enclavan las bases científicas de los diferentes países. España cuenta con dos de ellas, la Juan Carlos I, en la isla Livingston, y la Gabriel de Castilla, en la Isla Decepción. Este año, los científicos que trabajarán y residirán en esta última serán en su totalidad de las universidades andaluzas.

El desembarco en la isla es una de las partes más duras del trabajo. Los grupos enviaron hace pocos días al puerto de Cartagena los cientos de kilos de material y comida necesarios para pasar los tres meses. Allí fueron embarcados en los buques Hespérides, barco de investigación y de apoyo, y Las Palmas, remolcador de altura reconvertido en nave encargada de todo el apoyo logístico y de transporte. Aquí es fácil: palas mecánicas, camiones, no hay que levantar un solo kilo. Cuando lleguen a la Isla Decepción, los fardos llegarán a la playa en zodiacs. De allí a la base, a algunas decenas de metros, todo deberá ir a pulso en motos. Total, dos días de penosa descarga, con la residencia desmontada y sin agua para ducharse. Pasados esos dos días, todo se encarrila.

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La base está compuesta por dos edificios principales: la vivienda, de 120 metros cuadrados donde conviven hasta 14 personas en cuatro dormitorios con literas y el módulo científico, de 100 metros cuadrados. Completan la urbanización una pequeña clínica de 30 metros cuadrados, un taller y varios almacenes para material, motores,... Todo ello alimentado por unos motores que dan luz y calefacción a los investigadores y a un equipo de logística formado, en el caso de la base Gabriel de Castilla, por siete miembros del Ejército, propietario formal de la instalación. Entre los miembros del Ejército, un jefe de base, un cocinero, personal de mantenimiento, comunicaciones e informática, un médico y un especialista en medio ambiente.

El día de los investigadores comienza a las ocho de la mañana y se prolonga hasta las doce de la noche, momento en el que, explica Ibáñez, "los motores se apagan". "Y nos quedamos sin luz ni calefacción. Se trata de una medida de seguridad y para evitar contaminar más de lo necesario". Si hay que trabajar fuera del laboratorio, Ibáñez cuenta que "lo peor es la temperatura, o mejor, la sensación térmica; aunque la temperatura media es de cero grados, la humedad del 80% y los vientos de hasta 80 kilómetros por hora hacen que la sensación de la temperatura sea como de 40 grados bajo cero".

El proyecto del Instituto Andaluz de Geofísica tiene tres años por delante para desarrollarse. Su director, Jesús Ibáñez, Daria Zandomeneghi, Javier Almendros, Francisco Carrión y Daniel Stich se encargarán en este primer año de estudiar el posible emplazamiento de los 200 sismómetros que servirán para elaborar la fotografía del interior de la isla, de 300 kilómetros cuadrados. Quizá puedan incluso desplegar alguno de ellos. El año próximo, el experimento se completará desplegando todos los medidores para que recojan los disparos de aire comprimido que, lanzados desde uno de los buques, servirán para elaborar una imagen de hasta 10 kilómetros de profundidad de la Isla Decepción, una isla volcánica. Este proyecto es el inicio de un estudio que servirá para elaborar un modelo útil para la predicción de erupciones volcánicas.

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