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Reportaje:FUERA DE RUTA

Lentejuelas en la mansión de Elvis

Graceland, en Memphis, sigue a la Casa Blanca en número de visitantes

Diego Torres

Harta del confinamiento doméstico, del insomnio de su marido, del plátano frito y la ropa folclórica de la sastrería Lansky, Priscilla Beaulieu dio plantón a Elvis Presley en 1971 para instalarse en Los Ángeles con un profesor de kárate. A su espalda quedó aquella casa colonial, la rutina opresiva de El Rey del Rock and Roll, y, finalmente, tres tumbas junto a la piscina. Eso es exactamente lo que persiguen miles de fanáticos semanalmente, que, haciendo el camino inverso de Priscilla, acuden al laberinto truculento de Graceland en una procesión que no cesa. La meta, esquinada al borde de la alberca: el Jardín de Meditación. Allí, bajo un Cristo de argamasa, están enterrados Elvis, Vernon y Gladys Presley. El hijo, el padre y la madre, culminación de un tour que incluye aviones particulares, Cadillac rosas y mucha mantequilla de cacahuete, todo por 25 dólares (12, si se trata de menores de 12 años).

Dice la leyenda que fue Vernon el que dispuso las tumbas junto a la piscina, tras la muerte de Elvis y antes de sumarse él mismo a la necrópolis más célebre de la música popular. La leyenda garantiza también que este palacio criollo de estilo georgiano es la segunda casa más visitada de Estados Unidos, después de la Casa Blanca. Se levanta a 200 kilómetros de Jackson (Misisipí), en el universo literario de William Faulkner, y a ocho kilómetros al sur del centro de Memphis, a la altura del 3734 del Elvis Presley Bulevard, en la frontera de los Estados de Tennessee y Misisipí. El edificio fue construido en 1939 por un médico como vivienda familiar, y según un artículo publicado en 1940 en el Commercial Appeal, el diario más leído en la ciudad, 'se sitúa detrás de la autopista 51, en un bosque de gigantescos robles..., y mientras se sube por la senda hacia el portal, se siente una suerte de tranquila benevolencia aristocrática'.

El aniversario de los 25 años de la muerte de Elvis, el pasado 16 de agosto, sirve de imán para que cientos de miles de curiosos se unan a una procesión que ya suma más de diez millones de visitantes desde que Graceland se abrió al público, en 1982. ¿Qué buscan los acólitos? ¿Vestigios de un camionero de Tupelo (Misisipí)? ¿Historia de la vida y la muerte de un mesías cultural? ¿Detalles escatológicos sobre un final sórdido? ¿O simplemente el escenario ideal para una boda kitsch? De todo un poco (el que quiera casarse en la capilla de Graceland puede hacerlo previo pago de 550 dólares a las empresas Elvis Presley, propiedad de Lisa Marie Presley, hija de El Rey).

Los viajeros más apasionados por el fetichismo pueden hacer de Graceland su lugar de residencia. Basta con pagar entre 89 y 469 dólares por una habitación en el Elvis Presley's Heartbreak Hotel, a unos metros de la mansión, cruzando la carretera. El hotel, un monumental pastiche barroco de los cincuenta, está saturado de tapizados rojos, azules, rosas y mucho dorado. Parece concebido para la mentalidad exaltada de un adolescente de Tupelo (Misisipí) con ganas de marcha a su llegada a Miami Beach. A cien metros de la recepción se encuentra la parcela con los dos aviones particulares de Elvis, el Hound Dog y el Lisa Marie. Más allá, un tinglado con la colección de 20 coches y varias motos: las Harley, el Rolls-Royce Nube Plateada, el Continental Mark II, la limusina Mercedes 600, el Ferrari negro, un BMW 507 Roadster de su época en la mili, y el Cadillac rosa de 1955, que perteneció a su madre.

Elvis ya era una celebridad cuando Gladys se negó a trasladarse a Hollywood, como quería su marido. '¿No tiene usted algo para enseñarnos que sea como una casa colonial?', le preguntó al agente inmobiliario. A los pocos días, en el verano de 1957, los Presley decidieron comprar Graceland para darle a su hijo el hogar que habían soñado. Gladys la disfrutó poco: moriría al año siguiente. Pagaron 100.000 dólares, impactados ante el pórtico de columnas dóricas y la fachada de granito del condado de Tishomingo.

Dos leones blancos

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Esto es lo primero que ve el visitante. El pórtico de columnas corintias, al que Elvis agregó dos leones blancos que guardan la entrada al salón. Ahí es cuando los sueños del viajero se sienten algo frustrados: ese salón no tiene ni la más mínima señal de que lo habitó un transgresor. Un rockero. Hay mucho encaje, mucho retrato de familia, mucho sillón con tapizado de florecillas y ventanas coloreadas con pájaros. Parece el escondrijo de un par de abuelos.

Los visitantes más cotillas, aquellos que quieran subir a la segunda planta para echar un vistazo al baño (el retrete, para ser exactos) donde hallaron muerto a Elvis, se sentirán frustrados. La familia ha cerrado la escalera que lleva a los dormitorios. A modo de consuelo, se puede entrar a la cocina: es sorprendente el perfecto estado de conservación de los hornos, la nevera y los cacharros que instrumentaron la destrucción del ídolo. Como dice el escritor local Stanley Booth, 'no fueron las drogas las que mataron a Elvis, fue el desayuno'. Su peor abuso lo dedicó a los laxantes, el jamón frito en grasa de tocino y la mantequilla de cacahuete.

En una casa adyacente está el museo, de largos corredores llenos de escaparates con monos tapizados de lentejuelas, discos y televisores que reflejan una y otra vez las mismas imágenes mudas de conciertos hawaianos, películas de karatekas y escenas de la vida cotidiana en la mansión. Una de las cintas dedica cinco minutos a Priscilla en biquini. Se trata de una quinceañera regordeta y sonriente que corretea por la hierba, descalza, una tarde ociosa de verano. Está recién casada con Elvis. Corre el año 1965. Se zambulle en la misma piscina que acabamos de ver. Y se muere de risa. Entonces el viajero comprueba confuso que lleva una hora metido en Graceland y que la voz fatigada de El Rey le ha taladrado el cerebro desde unos altavoces estratégicamente distribuidos en los rincones. Los objetos cobran vida. Unos caballos pastan al fondo. El agua de la piscina está tan limpia como aquella tarde, y sólo falta que aparezca Priscilla y se dé un chapuzón ante los fans, previo pago del tique adicional.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Población: Memphis y sus alrededores tienen un millón de habitantes. Prefijo telefónico: 001.

Cómo ir

- American Airlanes (902 11 55 70). Vuelos diarios desde Madrid, vía Chicago (con Iberia), a Memphis. Ida y vuelta, 639 euros con tasas.

Dormir y comer

- Elvis Presley's Heartbreak Hotel (901 332 10 00). 3677 Elvis Presley Boulevard. Enfrente de Graceland. La doble, 91,15 euros con desayuno. - Best Western Benchmark (901 527 41 00). 164 Union Avenue. 86 euros. - Elvis Presley's Memphis Restaurant (901 527 69 00). 126 Beale. Música en vivo. Unos 12 euros.

Visita

- Graceland (901 332 33 22). 3734 Elvis Presley Boulevard. Abierto a diario de 8.30 a 17.00. Entrada (casa, museo y aviones), 25,60 euros

.Información

- Tennessee Welcome Center (901 543 53 33; www.memphistravel.com). - www.elvis.com

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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