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Entrevista:PIOTR FOMENKO | Dramaturgo

'El teatro ruso está vivo y tiene una fuerza singular'

Pilar Bonet

En un país como Rusia, que se desintegra, se encoge y se comercializa, que destruye su propia historia y coquetea peligrosamente con el nacionalismo, existe hoy un fenómeno de fuerza singular: es el teatro. Piotr Fomenko opina así antes de emprender una gira europea que le llevará por primera vez a España. En el XIX Festival de Otoño de Madrid el prestigioso director ruso presentará el próximo 29 de octubre Guerra y Paz. El comienzo de la novela, un espectáculo basado en las escenas iniciales de la obra de Lev Tolstói. Fomenko, que lo estrenó en el 2001, tardó siete años en madurarlo, casi tanto como Tolstói en escribir su saga (1863-1869).'No es que crea que somos mejores, pero sí pienso que el teatro ruso tiene una fuerza singular y prefiero no intentar definirla', señala Fomenko mientras conversa con EL PAÍS en su gabinete. Instalado desde 1998 en un antiguo cine, el Taller de Piotr Fomenko da cabida como mucho a doscientos espectadores bien apretujados. Cualquiera que sea el repertorio el lleno está asegurado y una multitud frustrada queda siempre en la calle, frente a esta Meca escénica de una ciudad cuya cartelera principal ofrece más de medio centenar de espectáculos simultáneos.

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Una experiencia intensa y profunda

Fomenko, que aúna la formación teatral en la tradición de Konstantín Stanislavski con una sólida preparación pedagógica y musical, ha puesto en escena más de 70 piezas a lo largo de una carrera que comenzó en los sesenta. Así es si así os parece, de Shakespeare; Calígula, de Camus; El Misántropo, de Molière; Los lobos y los corderos, de Ostrovski; La boda, de Chéjov, y varias piezas de Pushkin son algunas de ellas.

Entregado por completo a su pasión y consciente del valor del tiempo, Fomenko, de 70 años, participa poco de los rituales sociales que aseguran influencia, dinero y prebendas en una sociedad de nuevos ricos. En el espacio de su teatro -pequeño por sus dimensiones pero enorme por su densidad-, los actores y el público establecen una relación directa y mágica, pese a las dos gruesas columnas, parte de la estructura del edificio, que cortan el escenario y que Fomenko trata de disimular transformándolas, según convenga, en chimeneas o árboles. A diferencia de otras compañías moscovitas, el teatro de cámara no es una vocación para Fomenko, sino un producto de las dificultades (crecientes en función del precio del suelo urbano) para que el ayuntamiento le dé un local más espacioso.

Fomenko es un defensor a ultranza de 'la palabra' como principio teatral básico y también de la 'lectura lenta', que identifica con los libros de encuadernación clásica y no con los textos de Internet y ni siquiera con el libro de bolsillo. El director distingue entre 'espectáculo' y 'proyecto'. Lo primero es lo que él hace; lo segundo, 'un concepto de importación occidental'. 'A veces, el impulso y la idea inicial de un espectáculo cambian tanto en el proceso de trabajo que se convierten en algo completamente opuesto. El espectáculo es algo vivo, algo que nace, y que puede nacer también muerto. Los productores y directores modernos no entienden que lo más importante es el proceso de creación teatral y se ponen a hablar de resultados incluso antes de comenzar a trabajar en un espectáculo. Todavía no han cazado al oso y ya se están repartiendo su piel', dice.

Los jóvenes dedicados al teatro en Rusia trabajan con ahínco para convertirse en profesionales, pero a menudo 'se concentran en aspectos técnicos y pragmáticos, sin sentir necesidad de profundizar y diluirse en su herencia cultural'. Con la televisión y el cine vigilando al teatro ruso para robarle los talentos florecientes, no resulta fácil exigir sacrificios a los actores en nombre del arte. Fomenko, que insiste en oponerse a la comercialización del teatro, cultiva con mimo de pedagogo experto a sus actores, que son excelentes y jóvenes, y, para los momentos difíciles, cuenta con un par de banqueros-mecenas. 'Desde el punto de vista financiero no somos rentables. Pero por muchas que sean las dificultades económicas y las contradicciones entre el nivel artístico y el nivel del éxito financiero, el teatro en Rusia está vivo', dice. Y cita algunos ejemplos: el Pequeño Teatro Dramático de Lev Dodin de San Petersburgo, que explora las conexiones entre diversas épocas; el Centro Meyerhold de Moscú, dirigido por Valeri Fokin, que representa la vitalidad del presente; y el Teatro-Escuela de Arte Dramático de Anatoli Vasíliev, con su magia y su búsqueda de nuevos caminos a partir de un un elevado nivel de conocimientos culturales, filosóficos, históricos y religiosos. A Fomenko le interesa el teatro sintético que destruye las fronteras del drama clásico para adentrarse en el ballet dramático. Y también el musical. 'Para mí, la música determina la construcción del espectáculo. Para que me resulte, tengo que oírlo. A veces la música sirve para compensar deficiencias, pero yo quiero que la música venga del interior de los actores y no sea un factor de compensación externo'. 'Sueño con un bello musical sobre el tema eterno de Don Quijote', dice.

Fomenko asegura no estar preocupado por la a reacción de un público extranjero ante sus escenas de Guerra y Paz. 'Lo principal no es el tema de la novela, sino la atmósfera y el ambiente de la vida rusa ocho años antes del comienzo de la guerra de 1812'. Al abordar la obra de Tolstói, Fomenko dice oponerse a las actitudes destructivas respecto a la propia historia y querer subrayar el tema de la familia en Rusia. El director no cree en la capacidad del teatro de cambiar las costumbres o influir en el destino de la gente. Dos cosas le preocupan hoy en Rusia: 'los pseudopatriotas que solo desean sangre' y el 'cambio de percepción sobre la tragedia', que ha dejado el escenario para convertirse en 'parte de la vida cotidiana'.

Piotr Fomenko.
Piotr Fomenko.VLADÍMIR LUPVSKÓI
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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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