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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Donde el color no tiene nombre

Anatxu Zabalbeascoa

El color es peligroso. Una pérdida de la conciencia, una especie de ceguera. Aristóteles lo tachó de droga. Platón habló de la retórica como de una 'bellaca fraudulenta que engañaba con el relleno, el maquillaje, el esmalte y los ropajes'. Y David Batchelor lee en esa descripción la tradición de puritanismo moral y austeridad estética que asocia lo insípido, lo inodoro y lo incoloro con lo verdadero, lo bello y lo bueno. Cromofobia. El odio hacia el color invade y recorre la cultura occidental. También Kant lo excluyó de los nobles esquemas de lo Bello y lo Sublime. Hoy la gravedad, en el arte y en la cultura, siguen siendo un asunto en blanco y negro, y si bien hay pruebas objetivas de que el interés y el sentimiento no dependen de los colores también es cierto que combinar lo siniestro y lo superficial es el mecanismo habitual de los prejuicios.

CROMOFOBIA

David Batchelor. Traducción de Rafael Jackson Síntesis. Madrid, 2002 149 páginas. 11,12 euros

Batchelor, ensayista, artis-

ta y profesor de Teoría Crítica en el Royal College of Art de Londres, arremete contra el gusto incoloro de burgueses y arquitectos para tacharlo de cobarde y denunciar que el color ha sido objeto de un grave prejuicio en el seno de la cultura occidental. 'Si el objeto de ese prejuicio fuera un animal peludo, estaría protegido por una ley internacional'. Distingue entre color (natural) y colores (culturales) y subraya su resistencia a la verbalización ('el color en el arte habla por sí mismo y cualquier intento de hacerlo en su nombre está abocado al fracaso') para asegurar que algo le ocurrió al color en el arte durante la década de 1960: 'Los artistas sintieron ansiedad al saber que los materiales actuales podrían resultar más interesantes que todo lo que se hiciera con ellos en un estudio'. Batchelor no es el único en afirmar que el color ha cambiado la manera de mirar el mundo. Aldous Huxley lo asociaba al fin de piedras preciosas: 'Hemos visto demasiado color puro y brillante en los almacenes Woolworth como para que (las gemas) nos resulten hoy arrebatadoras'. Si para muchos el color es la desgracia ( desde un racista Goethe hasta un acobardado Le Corbusier) para otros, Batchelor incluido, es la caída en la gracia. Frente a los detractores puritanos, Baudelaire alabó los afeites y los adornos 'como signos de la nobleza primitiva del alma humana' y condenó a los artistas y a los críticos para los que 'el color no tiene poder para soñar'. También el pintor Gustave Moreau sentenció: 'Si no posee imaginación su color jamás será bello. El color debe ser meditado, imaginado, soñado...'.

Ése mismo es el alegato del autor de este libro, un volumen breve pero amplio. Escrito con humor, fluidez y una militancia vehemente, abarca un espectro mucho más dilatado que los siete tonos (siete como las notas musicales) en los que el melómano Newton dividió el espectro cromático que resultaba de refractar un rayo de luz blanca a través de un prisma de cristal. Esa amplitud, lleva a Batchelor a hablar por ejemplo de Mijail Bajtin, un escritor que, tras fumarse su propio manuscrito, proclamó la relación indisoluble entre risa y libertad. Por eso el ensayo termina entendiéndose como una oda al color y como una celebración de la pasión. El color amenaza con el desorden, pero también promete la libertad.

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