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Columna
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Sílex o pedernal

Rafa trabaja los días laborables donde el azulejo; los domingos y fiestas de guardar cuida con esmero los olivos heredados de su padre. Rafa es un valenciano de nuestro secano que madruga el 9'Octubre, que acude donde sus olivos y recoge media espuerta de aceitunas, que corta en el monte con cuidado unas ramitas de ajedrea y de tomillo, que come tranquilo en casa con su legítima y que, con ella, parte las aceitunas durante la tarde. A Rafa el 9 d'Octubre le vino y le viene que ni pintado, aunque a él le traigan sin cuidado las efemérides y conmemoraciones oficiales, como le trae sin cuidado la hipotética reforma de L'Estatut d'Autonomia, que de tanta preocupación es motivo entre algunos de nuestros políticos principales.

Las polémicas verbales, y menos verbales, que hubo y hay entre los valencianos sobre banderas y símbolos dejaron al cuarentón de Rafa siempre frío. Quizás no sabe, pero intuye, que las banderas y símbolos son convencionales y arbitrarios; que las banderas y los símbolos no son como la tierra seca, los olivos, la arcilla y la fábrica, o como el valenciano con el que él habla y piensa. A Rafa no le gustan las cosas intangibles ni las guerras: es un pacífico conservador que vota a la derecha gobernante, y al mismo tiempo lamenta que los presidentes de la Generalitat no utilicen con normalidad su valenciano, siendo como dice 'els representants dels valencians'. Amén y que así sea, porque Rafa es un patriota si por patria se entiende aquella geografía limitada a la que uno se siente unido por lazos afectivos, históricos y jurídicos. Hay cuarentones por decenas de miles que, como Rafa, fueron autónomos agrícolas en otro tiempo, y hoy acuden a la fábrica entre semana, cuidan el huerto o parten aceitunas el 9'Octubre y vienen a pensar de forma semejante.

Y es que el patriotismo duro como el pedernal no arraigó, ni arraiga, en exceso por estos pagos valencianos. El patriotismo de pedernal, no lo olvidemos vecinos, es el de la liturgia de las esencias, las banderas y los símbolos que apuntan a cuanto no se ve ni se toca, como se ve y se toca la fábrica, los olivos, la tierra, el valenciano que habla Rafa y el tomillo. El patriotismo de sílex o perdernal, tanto da mayoritario como minoritario, suele ser arrogante y excluyente: siempre mi patria frente a la patria de los demás, como mucho al lado de la patria de los demás, pero nunca, desgraciadamente, junto o con la patria de los demás. No hay que andar muy lejos buscando ejemplos. El patriotismo de sílex duro produce chispas cuando lo roza el hierro acerado del eslabón, que no es sino otro nacionalismo semejante. Y de esas chispas de los nacionalismos excluyentes y duros ya nos hablaba Bertolt Brecht en una de sus cortas e irónicas Historias del Señor Keuner. Y a Brecht lo expulsaron una vez de su país las muchas banderas y las muchas e intangibles esencias patrias. Unas esencias ajenas a Rafa y a decenas de miles de ciudadanos de la huerta y el secano, nacidos en Massalfassar, Massarrojos, el Mas de les Oronetes, el Rif o los Andes. Como ajeno es a los presidentes actuales de nuestra Generalitat un uso digno, normal y cotidiano del valenciano del que parte las aceitunas el 9'Octubre.

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