Cultura y modo de vida andaluza
El sábado 27 de julio leí, con estupor, la carta titulada Ciudadanía andaluza, que firmaba el señor Blanque-Bel desde San Pedro de Alcántara (Málaga).
No puedo estar más de acuerdo con dicho señor que cuando se refiere a la bochornosa programación televisiva de Canal Sur, sobre todo en su primera cadena. Ahora bien, hasta aquí, y sólo hasta aquí, llega el acuerdo, con los demás contenidos de su carta mantengo una abierta discrepancia, es más, llegué a sentirme insultado por sus contenidos, sobre todo los referentes a la cultura andaluza, que sí considero que es ancestral, y a nuestro modo de vida.
Creo que al analizar la cultura andaluza cae usted en los más añejos tópicos, en el más pobre de los reduccionismos, y ello no sólo por pensar que la misma se reduce al flamenco, los toros, las hermandades y cofradías, o las romerías, sino por la consideración que de estas manifestaciones culturales parece desprenderse de su carta.
Creo que a estas alturas no hay que defender el flamenco, cuyo grito hondo y antiguo de rabia y de dolor, de hombres añejos, como le oí decir una tarde al poeta Félix Grande, se defiende sólo, y bastante bien, y, además, se renueva para mantenerse vivo, y viviendo entre los jóvenes, a pesar de las protestas de algunos ortodoxos que pretenden seguir reduciéndolo a los círculos herméticos donde vive su raíz. Como se renuevan esas manifestaciones de religiosidad popular que son las hermandades y cofradías en las que participan esos penitentes o nazarenos, a los que usted, con especial desatención, califica de 'penitontos'. Son ellos, junto con el resto de los que participan en esos rituales, creyentes o no, los que convierten cada año las ciudades en museos vivos, los que se apropian simbólicamente, y aunque sólo sea por unas horas, de barrios, calles, plazas, de territorios que les fueron enajenados por la especulación inmobiliaria.
En cuanto a los toros, ni fuimos sus inventores, a menos que crea usted vigente el mito de Hércules y Gerión, ni los toreros son únicamente de Andalucía, como ocurre con los aficionados.
Con respecto al modo de vida andaluz he de confesarle que lo de 'levantarse a las diez' me ha dolido profundamente. Yo, como la gran mayoría de mis paisanos, nos levantamos temprano para ir a trabajar, cuando trabajo hay, o para buscarlo cuando escasea. Pero es que, además, insulta usted con su afirmación a miles de jornaleros que, por el régimen latifundista que ha hegemonizado la tenencia de la tierra en Andalucía, se han visto obligados a levantarse de noche para poder estar listos a ser escogidos por el señorito o su manijero para ir a echar una peonada, y eso, señor Blanque-Bel, si es que había suerte. Y en esas levantadas nocturnas no estaban solos pues, sépalo señor Blanque-Bel, nuestras andaluzas han ido igualmente, desde hace siglos, a trabajar al campo, o a las industrias manufactureras, nuestras mujeres son 'expertas' en eso de la 'incorporación al mundo del trabajo'.
Me ha dolido tanto, señor Blanque-Bel, que de lo demás: 'Llenar los bares todo el día', 'hablar a gritos' o 'hacer fiesta 50 días al año', prefiero ni contestarle, supongo que ya lo estarán haciendo los que leyeran su carta o estén haciendo lo propio con ésta.
Por último, ¿cómo puede usted afirmar, con tal rotundidad, que a los americanos (que tengo entendido que son varios millones) no les gusta el jamón? Reciba un cordial saludo de un andaluz que nació en Madrid y al que, por cierto, sí que le gusta el 'sushi'. Lo dicho.