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Reportaje:

El duro código de Ayala

El central del Valencia, expulsado ante el Deportivo, gusta de intimidar a los delanteros rivales

'¡A la próxima te rompo los dientes!'. 23 de octubre de 1999. Gran expectación en San Siro. Se disputa el derby entre el Inter y el Milan y una acción inesperada lo quiebra: en el minuto 32, Ronaldo es expulsado por agredir a Ayala. La primera y la última expulsión, hasta ahora, de Ronaldo en Italia. ¿Qué le sucedió al Fenómeno?.

'Tengo la moral por los suelos', explicó tras el encuentro el as brasileño; 'nunca le he dado un codazo a nadie, pero Ayala me dijo que a la próxima me iba a romper los dientes. Le he tenido miedo. Esperando el balón, miré a Ayala para detener el golpe que poco antes me había prometido que me daría'.

Ayala, ahora central del Valencia, acabó aquel día en el hospital porque Ronaldo sintió miedo. Tiempo después, el argentino reconocería que Ronaldo había sido el delantero más difícil de parar con el que se había cruzado. Por eso, al parecer, recurrió a todas sus artes, las buenas y las malas. Forma parte de su código dentro del campo. El defensa debe marcar la raya ante el delantero. Intimidarlo. Como el domingo en Mestalla, en la Supercopa, ante el Deportivo: en su salto con Makaay, le soltó el brazo sobre el rostro y fue expulsado.

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Para alguien que prepara tanto los partidos como Ayala es probable que lo tuviese previsto. La primera entrada a Makaay (minuto 2), bien dura. Después ya se vería su reacción. Algunos se achican. Otros plantan cara. Lo que pasa en el campo es sagrado. No puede removerse. 'He llegado dos veces inconsciente al hospital y nunca me quejé a un comité', cuenta Ayala. La primera vez, la de Ronaldo; la segunda, cuando Romero, del Málaga, le atizó un puñetazo el pasado ejercicio.

Roberto Fabián Ayala, de 28 años, reconoce que es un jugador duro. Le gusta serlo. Pero nunca violento, matiza. Su padre ya fue central del modesto Paraná y su abuelo reparaba balones. Lo lleva, pues, en los genes. A los 16 años fichó por el Ferrocarril Oeste, a los 23 se marchó al River Plate y a los 26 dio el salto a Europa. Tres años en el Nápoles y dos en el Milan, en el que otro tipo duro, Costacurta, le cerró las puertas para fortuna del Valencia, que le contrató por tres millones de euros en agosto de 2000.

Ayala, en Mestalla, ha resultado extraordinario. Siempre y cuando no se dejara llevar por cometer penaltis innecesarios o hacer entradas fuera de lugar. Ha sido más de 70 veces internacional con Argentina, fue designado el mejor central de la Liga de Campeones 2000-2001 y el Manchester United ha tratado sin éxito de ficharlo.

Sobrado de facultades en ocasiones, se deja llevar en otras por su querencia a formar parte de la tradición de los defensas suramericanos con gran poder de intimidación. A saber: clavar los nudillos en la espalda del contrario, patearlo al tiempo que él se eleva... ¡Y cómo se eleva Ayala! Pese a sus 1,78 metros, su poderoso salto le permitió marcar de cabeza el tanto que le dio la pasada Liga al Valencia en La Rosaleda.

Y, sin embargo, en España ha sido expulsado poco: una sola vez en el curso 2000-2001 -aquel zapateado que bailó sobre Simão en el partido con el Barça- y ninguna en la pasada. Eso sí, recibió 16 tarjetas amarillas en su primer ejercicio y 17 en el siguiente. Claro que no siempre se ven sus caricias. No siempre está en la banda el linier Rafa Guerrero, el del famoso 'Rafa, no me jodas', que el domingo advirtió que Ayala ya estaba marcando su terreno.

Natural de Paraná, casado y con tres hijos, Ayala es un futbolista atormentado por sus errores: se pasó una noche en vela después de que un fallo suyo propiciara el gol de Eggen, del Alavés, en 2001. Peor lo pasó en la Copa del Mundo de Francia 98, cuando la prensa de su país le culpó de los goles del holandés Bergkamp y el inglés Owen. '¡Qué se puede hacer ante una genialidad!', se disculpó. En la de Corea y Japón ni siquiera pudo debutar a causa de una lesión.

Ayala (en medio) es ayudado por sus compañeros del Valencia ante las recriminaciones de los del Deportivo.
Ayala (en medio) es ayudado por sus compañeros del Valencia ante las recriminaciones de los del Deportivo.J. VICENT

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