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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

SARA BARAS DESCUBRE A 'MARIANA PINEDA'

La bailaora ensaya su primer montaje lorquiano. La dirige Lluís Pasqual, que también ha escrito el guión. La música es de Manolo Sanlúcar. Los tres hablan con pasión del proyecto que se estrenará en la Bienal de Flamenco de Sevilla

Después de Juana la Loca, una reina enamorada, llega Mariana Pineda, la heroína republicana que muere por amor.

Es el nuevo reto de la eléctrica bailaora gaditana Sara Baras (San Fernando, 1971), que estos días ultima, entre un estudio de la calle de Granada de Madrid y el Teatro La Pocilla de Galapagar, su 'primer encuentro serio' con Federico García Lorca.

Mariana Pineda se estrena el 16 de septiembre en el teatro Maestranza, durante la XII Bienal de Sevilla. Ayer, la bella y atlética Baras, siempre sonriente y llena de vitalidad, estaba feliz, rodeada de sus dos compañeros de lujo, 'de estos dos monstruos'. En la adaptación de guión, la iluminación y la dirección, Lluís Pasqual (Reus, 1951), que comparte el diseño de la escenografía con Daniel Bianco. Y en la música original, los arreglos y la orquestación, el compositor y guitarrista Manolo Sanlúcar (Sanlúcar de Barrameda, 1943).

Sara Baras: 'Claro, no es lo mismo salir y bailar por soleá o por alegrías que inventarte un personaje'

Se nota que los tres están entusiasmados con su primer trabajo en común. Se hacen bromas, se echan flores... Y eso que llevan trabajando juntos nueve meses.

Entre foto y foto, y ante la atenta mirada de la productora, Mariana Gyalui, los tres se sientan en unas sillas de enea y hablan sin parar de esta Mariana Pineda 'alegre y llena de matices, sin buenos ni malos' (Pasqual); de la hora y media de impresionante música ('no flamenca del todo, más bien andaluza') que ha compuesto Sanlúcar 'para orquesta, aunque se hará en formato de cámara'; y de la 'nueva manera de bailar' que Baras ha tenido que aprender 'para transmitir la barbaridad de emociones que siente Mariana'.

Esa mujer legendaria que, según Pasqual, 'vive todas las contradicciones y sentimientos posibles' antes de morir ajusticidada en el garrote vil después de bordar la bandera republicana y no delatar al hombre que ama.

'Una muerte lorquiana', dice Lluís Pasqual, 'liberadora. Una muerte que es luz'.

El resto de los participantes en el montaje está hoy en Galapagar. Son tres bailarines principales: José Serrano (Don Pedro), Luis Ortega (Pedrosa) y Miguel Cañas (Don Fernando), y seis más (el cuerpo de baile). El vestuario es de Renata Schussheim. Hay cinco músicos flamencos (Jose María Bandera, Mario Montoya, José Motos y los cantaores Miguel de la Tolea y Saúl Quirós). Y la orquesta: dos violinistas, una viola, un violoncelo, una flauta, un oboe y un clarinete. (Y para los amantes del atrezzo: los zapatos son de Gallardo, y las pelucas, de Llongueras).

La adaptación de Pasqual trata de ser muy fiel al espíritu lorquiano, que siempre consideró a Mariana como una Julieta sin Romeo. 'Mariana Pineda es una mujer pasional, enamorada, no política'.

Pregunta. ¿Y cómo surgió la idea de montar el espectáculo?Lluís Pasqual. De la manera más fácil. Sara me llamó para decirme si querría; yo me lo pensé mucho y, cuando me pareció que el texto se podía trasladar al lenguaje de la danza, dije que sí. Como el guión no sigue la línea argumental, porque la danza no es literatura, y como hacía falta que alguien diera el fondo poético de las palabras ausentes, porque es una obra dramática y liviana a la vez, que está al lado del flamenco pero no es Bodas de sangre, buscamos a Manolo. Fuimos a Sanlúcar, y, después de pensarlo mucho, por suerte dijo que sí. Y empezamos a hacer un traje a medida para Lorca y para Sara. El mismo para los dos.

Manolo Sanlúcar. Me decidí pronto. Vi que era un proyecto responsable, profesional, entregado, rotundo, y que era posible trabajar con tranquilidad, desde tu parcela, y con tiempo. No para dentro de dos semanas. Me dijeron: 'Tienes un año', y tardé la mitad. Desde el primer boceto de guión que me dio Lluís vi que la semilla estaba ahí con una claridad extraordinaria. Por eso pude mirar en mi interior con seguridad. Sin palabras, Lluís ha potenciado mucho lo literario, le ha dado a la obra una cantidad extraordinaria de matices y posibilidades para la puesta en escena. Si estamos seguros de algo, es de que no va a aburrir. Le ha dado una riqueza, un color, una variedad... Por eso la música no es rigurosamente flamenca. Para cubrir ese abanico hacía falta más sonoridad que la que dan dos guitarras.

Pasqual. Quizá es porque fui directo al texto y al romance popular que inspiró a Lorca. La música estaba escondida más allá de la obra. Partimos de la muerte y luego, de una forma onírica, vemos sus recuerdos, su vida, sus encuentros con Pedro, la felicidad, las conspiraciones, la vuelta al convento... Mariana es una mujer transformada por el amor, por un amor imposible, como todos los de Lorca. Y el tono está marcado por esa ligera tristeza que impregna todo Lorca, todo Mozart. Incluso en la alegría, siempre aparece esa leve melancolía que viene de lejos.

Sanlúcar. Lo curioso es que la música no se ha hecho para Sara. Y ella ha entendido que antes que ella, era la obra. Yo no miré sus cualidades, no me fijé en lo que le iba mejor. Eso se hace poco, pero ella ha sido muy valiente y ha hecho la coreografía sin acomodarse.

Sara Baras. Claro, no es lo mismo salir y bailar por soleá o por alegrías que inventarte un personaje. Tenía miedo de no poder hacer lo que me diera la gana, pero con personajes como estos dos es fácil cambiar. Estás todo el día aprendiendo. Con Lluís es una clase detrás de otra. Escenario, baile, música, expresión... ¡Sabe de todo! Y llega un momento en que haces lo que tienes que hacer, no lo que te viene bien. ¡Y esa música! ¡Es un mundo nuevo! Con esa música estás obligada a bailar lo que sea. Echamos diez o doce horas diarias y no me canso, es flipante. Te metes ahí y es como un sueño. Ayer me dijeron tantas cosas importantes y bonitas que pensé: 'Lo tengo que grabar todo para que no se me olvide'. Al principio, cuando Lluís me pedía cosas, yo no lo hacía bailando, creía que tenía que hacer teatro. Ahora sé que él quiere que hablemos bailando. Es la felicidad: un lenguaje diferente. Y me parece que nos ha engañado, Manolo, éste es músico y bailarín.

Pasqual. ¡He tenido que ir al gimnasio para estar a la altura! El primer día me puse en posición de sevillanas y estaba verde. Ellos como cisnes, y yo verde. Bailo sin pudor, porque un director no puede tener pudor. Pero es que estar todo el día oyendo esa música tan buena hace mucho bien. Aunque Manolo nos ha ido dando la partitura como los grandes traductores, de cinco minutos en cinco minutos.

Sanlúcar. Pero con su hilo, eh.

Baras. Bordao, no se sabe qué parte es la más bonita. Un día te gusta el paso a dos con Fernando, otro el momento de la muerte... Oigo la música y me pongo a llorar.

Sanlúcar. ¡Que traigan un ramo de flores! Lo importante es que estamos disfrutando mucho, que estamos todos al servicio de la obra, es una experiencia de amor. Estamos viendo florecer a Sara, el personaje, la obra. Y yo, que a mi edad ya me cuesta mucho emocionarme, estoy como un niño.

Pasqual. Es la semilla de Lorca, que respira más allá de sus textos, de sus palabras. Hay un perfume que ha dejado en el aire y que permite que todos nos entendamos, que sepamos que estamos al servicio de algo mucho más grande que nosotros. Y, si no llegamos, no será porque no haya alimento.

Baras. Bueno, tú sabes de él mucho más que nosotros.

Pasqual. Yo sólo soy un médium. Lo bueno de esto es que no es nada intelectual. Sabré mucho, pero no tengo que explicar nada. Está ahí, en la música y en la danza. Es una cosa muy emocional, muy vital.

Sanlúcar. Está todo el arco de emociones, de un extremo a otro. Que nadie piense que es un dramón para asustar a la gente.

Pasqual. Es pura vida. No hay héroes ni villanos.

Baras. Hay vida hasta en la muerte.

Sanlúcar. El tema de la muerte es de los más sensuales. Pero mi ídolo es Fernando, tímido, dulce, no quiere mostrarse para no herir.

Baras. Al hacerlo pensé en Peter O'Toole con 25 años.

Pasqual. Es un melodrama, una canción popular, un romance hecho por un grande. Y lo bueno de los grandes es que no aburren nunca, nunca poseen la verdad, sólo la insinúan. Saben que la verdad es múltiple, y lo dicen siempre de una forma muy liviana. Aquí hay de todo. Orgullo, desesperación, miedo, esperanza. Claroscuros. Y el flamenco es especialista en eso.

La bailaora Sara Baras.
La bailaora Sara Baras.SANTI BURGOS

La leyenda de Marianita, la mártir, según Lorca

Queridísimo Melchorito,

...¡Si vieras qué emoción tan honda me tiembla en los ojos ante la Marianita de la leyenda...! Desde niño estoy oyendo esa estrofa tan evocadora de

'Marianita salió de paseo
Y a su encuentro salió un militar...'.

Vestida de blanco, con el cabello suelto y un gesto melodramático hasta lo sublime, esta mujer ha paseado por el caminillo suelto de mi niñez con un aire inconfundible. Mujer entrevista y amada por mis nueve años, cuando yo iba de Fuente Vaqueros a Granada en una vieja diligencia, cuyo mayoral tocaba un aire salvaje en su trompeta de cobre. Si tengo miedo a hacer este drama es precisamente por enturbiar mis recuerdos delicadísimos de esta viudita rubia y mártir.

...Mariana, según el romance y según la poquísima historia que la rodea, es una mujer pasional hasta sus propios polos, una posesa, un caso de amor magnífico de andaluza en un ambiente extremadamente político (no sé si me explico bien). Ella se entrega al amor por el amor, mientras los demás están obsesionados por la Libertad. Ella resulta mártir de la Libertad, siendo en realidad (según incluso lo que se desprende de la historia) víctima de su propio corazón enamorado y enloquecido.

Es una Julieta sin Romeo y está más cerca del madrigal que de la oda. Cuando ella decide morir, está ya muerta, y la muerte no la asusta lo más mínimo. El último acto ella estará vestida de blanco... Ni el romance ni la historia me vedan en absoluto que yo piense así... Es más: mi madre me ha dicho que estas cosas se susurraron por Granada...

[Fragmentos de una carta de Federico García Lorca a Melchor Fernández Almagro. Primera quincena de septiembre, 1923].

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