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El cubano Raúl Cordero desmitifica las barreras entre los soportes artísticos

Una exposición muestra en Pamplona sus pinturas, vídeos e instalaciones

Desmitificación. Este es el concepto que estructura el trabajo multidisciplinar del artista cubano Raúl Cordero (La Habana, 1971), cuyas creaciones pictóricas, videográficas e instalaciones se exponen hasta el 22 de septiembre en la Ciudadela de Pamplona. Cordero trasciende todos los soportes y los lleva al límite. Su interés esencial es convivir y disfrutar con la experiencia misma de construir sus obras.

La exposición de Pamplona reúne las últimas creaciones de un hombre que vive a caballo entre la isla caribeña y los Estados Unidos. Se trata de obras creadas entre los años 1996 y 2002 y que incluyen el trabajo La mujer perfecta, creado por encargo de la Universidad de Salamanca, en el que, por vez primera, un artista se basa en el trabajo de un equipo policial de elaboración de retratos-robot. Cordero se filmó cada mañana a sí mismo en la habitación de su hotel, describiendo durante cinco minutos la belleza de una mujer distinta. Después, remitió los vídeos al gabinete de la Policía Científica de Madrid donde un fisonomista, ayudado de un programa informático, dibujó los rostros de esas mujeres en retratos-robot. Cordero expone los siete rostros resultantes junto a los vídeos en los que él aporta los rasgos fisiológicos de cada mujer

'Cordero desmitifica el propio acto creativo del artista conduciéndolo a la cotidianeidad y desmitifica valores sociales mediante la combinación de soportes', indica Javier Panera, comisario de la muestra. 'Además, cuestiona y hace que el público se cuestione conceptos como la belleza, los medios plásticos de expresión o la propia autoría del artista'.

La primera exposición itinerante de Cordero en España incluye una amplia selección de cuadros del joven creador cubano, en los que da buena muestra de su vertiginosa capacidad pictórica utilizando para ello óleos, copias xérox, resinas de poliéster, telas, película de cine y objetos cotidianos. Los títulos de cada composición introducen la ironía o el humor y conducen a la perplejidad y la sorpresa del espectador, como el montaje llamado Lo que pasaba en el banco de mi calle mientras pintaba el retrato de Gagarin. Junto al cuadro del astronauta ruso figura la proyección en vídeo, de tres horas de duración (lo que le costó pintar el retrato), de un banco habanero que permanece vacío en todo ese tiempo.

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