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El PP escenifica la sucesión de Zaplana con un voto de confianza unánime a Camps

La oposición descalifica las primeras propuestas electorales de los conservadores

'Es el mejor candidato a presidente autonómico de toda España'. El autor del contudente elogio fue Eduardo Zaplana, indiscutible líder del PP de la Comunidad; y el destinatario, Francisco Camps, su candidato a sucederle en la presidencia de la Generalitat. Zaplana, con el aliento de 3.000 militantes, arrancó el miércoles por la noche en Dénia la carrera electoral disipando dudas ante los suyos sobre Camps. No obstante, éste sigue en el punto de mira de la oposición: PSPV y EU arremetieron ayer contra las primeras ofertas electorales del delfín de Zaplana.

Un bucólico paraje -un restaurante en medio de una pinada a las afueras de Dénia- fue el marco elegido por líderes del PP valenciano, arropados por unos 3.000 militantes, para 'inaugurar el curso político' la noche del miércoles. En realidad, fue el inicio de la carrera electoral, ya que la actividad de los cargos públicos populares, con su presidente regional y, a su vez, ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, no ha cesado en el presente estío. El acto giró en torno a dos protagonistas: Eduardo Zaplana y su delfín, Francisco Camps. El tercer brazo del tridente, José Luis Olivas, representó su condición de interinidad.

Sin dar tiempo a los comensales a dar cuenta del segundo plato (un frío entrecot de ternera) comenzaron las alocuciones. Tras el protocolario saludo a Miguel Ferrer, alcalde de Dénia, subió al estrado el presidente provincial del PP de Alicante, Julio de España. Su discurso hubiera pasado desapercibido de no ser por el aviso a navegantes que incluyó. De España resaltó la asistencia al acto de los alcalde de Valencia y Castellón, Rita Barberá y José Luis Gimeno, respectivamente, extremo que hizo más patente una destacada ausencia, la del primer edil de Alicante, Luis Díaz Alperi.

Luego llegó el turno al tridente. Abrió boca el candidato. Camps apenas entró en calor y se limitó a enfatizar que la candidatura que encabeza es 'el proyecto del éxito', merced a la exitosa gestión de su valedor, Eduardo Zaplana. 'En 1995, la Comunidad Valenciana estaba sin pulso ni tensión. Siete años después, se respira un aire positivo de crecimiento permanente', dijo.

Tras Camps, tomó la palabra el titular de la Generalitat, José Luis Olivas. Éste tampoco se anduvo por las ramas al afirmar que su misión es 'culminar la gestión del presidente Zaplana' y luego volcar todo su esfuerzo para llevar a Camps a la presidencia de la Generalitat.

Un extenso y prolijo discurso de Zaplana coronó la cena. El presidente regional del PP inició su alocución con aires de estadista con varias andadanas a la banda terrorista ETA. Acto seguido el ex presidente de la Generalitat llevó su intervención a la política de la Comunidad. Zaplana justificó, aunque no descartó un pequeño margen de error, la solución a la crisis derivada de su salida del Consell. 'Ha sido una solución transparente y consensuada y en función de los intereses de la Comunidad y del partido'. Zaplana defendió sin rodeos la capacidad de Camps para liderar el nuevo reto del PP: renovar la presidencia de la Generalitat.

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El ministro de Trabajo no pudo evitar la tentación de volver a resumir los logros de su gestión y rechazó la denuncia de la oposición de que ellos sean 'vendedores de humo'.

Misión imposible

Zaplana acusó a la oposición 'de perder el tiempo' con polémicas estériles: 'Como cuándo va a dimitir Camps, cuántas veces voy a venir a la Comunidad o qué va a hacer Olivas', expuso. El líder del PP respondió de manera nítida a los interrogantes: 'Camps dimitirá cuando le dé la gana, yo vendré cuantas veces quiera, que serán muchas, y Olivas se encargará de culminar nuestro programa electoral'.

El unánime voto de confianza de los militantes del PP a su candidato Camps y, sobre todo las primeras promesas electorales de éste, ya han obtenido respuesta en la oposición. Andrés Perelló, portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista, ha tachado de 'misión imposible' el intento del PP de hacer ver a los valencianos que tienen el mejor candidato. 'Es un arrebato electo. Hasta ahora Camps es el candidato más fúnebre de España', dijo Perelló.

El diputado socialista comentó también que las promesas del PP -salario de inserción laboral para los jóvenes y atenciones sanitarias a los mayores- 'carecen de crédito'. 'Tienen la misma partitura que la canción de la paga a las amas de casa de 1995', precisó. A juicio de Perello, el PP pretende con sus anuncios electorales engañar a 'los sectores que han visto recortados sus derechos'.

En la misma línea se manifestó Joan Antoni Oltra, portavoz adjunto del Grupo Parlamentario de EU. Oltra acusó a Camps de empezar con mal pie su campaña electoral 'al utilizar el sistema que funcionó bien a su paraguas político, Eduardo Zaplana'. A juicio de Oltra, las promesas de Camps no son creíbles y son fruto del 'desconomiento de un candidato que ha vivido demasiado tiempo fuera'. El diputado de EU cree que el sistema de hacer promesas a diferentes colectivos no funcionará, 'porque a los valencianos se les puede engañar una vez, pero no dos', puntualizó.

La venta del pescado vendido

La cena veraniega de los dirigentes y militantes del PP de la Comunidad Valenciana fue un simulacro. Se trataba de vender algo que ya había sido vendido. Lo fue en la forma: todos llegaron desganados tras soportar más de una hora atrapados en un momumental atasco, desde la salida de la A-7 hasta el restaurante, en la partida de El Tossalet. Y lo fue en el fondo: no hubo inicio de curso porque el PP no lo ha cerrado todavía. La multitudinaria reunión conservadora tampoco fue antesala de nada: el inminente congreso regional del PP sólo servirá para ratificar lo ya decidido, o sea, que Francisco Camps pilotará el mejor coche -la herencia de su valedor- en la carrera electoral. La cena de Dénia también fue un simulacro porque constató lo que hay. Zaplana, antaño alumno aventajado, es ahora el maestro. El ministro eludió como nadie el atasco y llegó el primero al restaurante. Se aseguró así un apoteósico recibimiento: los focos de las cámaras iluminaron su morena tez, el himno del PP sonó a toda castaña y hubo besos y abrazos por doquier. Mientras Zaplana departía con los comensales de la mesa presidencial, apareció el candidato. La llegada de Camps no fue advertida por el público hasta que una rubia oxigenada y veterana militante se abalanzó sobre él y lo besó. Entonces, entre aplausos, pero sin música ni focos, se encaminó al encuentro de Zaplana. El último en zafarse del atasco y llegar al encuentro con sus correligionarios fue José Luis Olivas. Su entrada en el local pasó igualmente desapercibida hasta que la avezada rubia dio la señal. El jamón estaba cortado y deshuesado cuando Olivas llegó a la mesa presidencial. Nada cayó en el saco roto de Zaplana. El líder del PP sabe de los riesgos de poner a un novato al volante de un Fórmula Uno. Zaplana se ofreció incluso de copiloto para evitar quedar fuera de competición a las primeras de cambio: 'Vendré a la Comunidad cuantas veces quiera y pondré mi empeño por convertir a Camps en el tercer presidente de la Generalitat del PP', avisó.

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