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16 empresas organizan en la región juegos de guerra para grupos

Algunas compañías utilizan este método para seleccionar a sus empleados

El paint ball se ha convertido en una actividad de ocio creciente en la región en los últimos meses. Este juego-deporte, en el que el objetivo es eliminar a los miembros del equipo contrario matándolos con balas de pintura, ha llegado procedente de Estados Unidos. En Madrid 16 empresas ofrecen esta actividad, de ellas diez han nacido en los últimos 12 meses, según Mario Manso, uno de los pioneros de este deporte y uno de los socios de la empresa Paint Ball Team. Las normas de seguridad son muy estrictas: es indispensable no quitarse la careta y disparar a más de cinco metros. Muchas empresas a la hora de seleccionar a sus empleados miden sus habilidades mediante este juego.

A unos escasos 30 kilómetros de Madrid ruge la guerra. No es una guerra tradicional, pero tiene todas sus formas: frentes abiertos, guerrillas y castillos cercados. Los guerreros llevan uniforme y tienen armas. Y cada día son más. Pero lo bueno es que sólo disparan pintura, y su guerra se llama paint ball. Y afortunadamente, sólo es un juego que tiene la categoría de deporte. Eso sí, un juego en el que gana quien tiene más saña, más puntería y quien realmente se cree un soldado.

El boom del paint ball en la región se debe, en gran medida, a que muchas de las grandes empresas radicadas en la capital, han tomado este deporte como un proceso más para evaluar a sus empleados. 'La mayoría de nuestros clientes son empresas que se traen aquí a su gente para distraerlos, para que se conozcan los trabajadores o para medir sus habilidades', apunta Mario Manso.

Así, Telefónica ha llevado a 60 de sus empleados a la finca de Paint Ball Team en Becerril de la Sierra para seleccionar a un nuevo líder de la telefonía. 'Vino un psicólogo del departamento de recursos humanos, eligió un tipo de juego en el que sólo puede quedar uno vivo, y se dedicó a observar a los jugadores', recuerda Manso.

El improvisado ojeador descartó así a los más débiles y a los menos avispados para quedarse con el que tenía más capacidad de liderazgo, es de suponer que con el único superviviente.

Ojeadores

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A la finca de Speedball, regentada por Alejandro Muñoz y su socio, en Collado Mediano, han ido en los últimos meses empleados de Amena y de Sanitas. Y todos ellos en días laborables, como parte de su trabajo. 'Los de Amena venían cada uno de un departamento, y la mayoría no se conocían. El objetivo era crear una mayor compenetración entre los empleados a través de los combates. El jefe que vino con ellos quería hacer hasta una presentación por ordenador en la finca para analizar los resultados del juego', recuerda Muñoz.

Para Manso y Muñoz, las técnicas de los ojeadores de recursos humanos son un misterio. Ellos aseguran que no han montado sus negocios- el primero hace tres años y el segundo hace sólo unos meses- sólo para que se desarrollen este tipo de procesos de selección. Sin embargo, esto les está ayudando a convertir lo que para ellos es sólo un juego en un suculento negocio en el que la inversión inicial es pequeña y los beneficios grandes. Cada jugador se deja unos 25 euros de media y algunos días tienen hasta 100 clientes. 'Para montar un negocio de paint ball, hay que poner alrededor de 10.000 euros, no más', señala Manso.

En esa cifra se incluyen los monos verdes de camuflaje para cada combatiente; las mascarillas irrompibles que protegen los ojos de las muy duras bolas de pintura; las bolas, completamente biodegradables; las armas, que tienen un alcance de veinte metros gracias a un sistema de propulsión de CO2; y, por supuesto, el alquiler de una finca en el campo, a cuyo dueño no le importe que sus encinas se tiñan de amarillo y naranja.

Entre las normas a seguir está el que no se puede jugar borracho, algo que ocurre a veces porque muchos clientes son futuros maridos que acuden a celebrar su despedida de soltero en un campo de paint ball después de una buena juerga. 'Esos siempre acaban fritos a tiros', se ríe Muñoz. Más de uno termina con algún que otro moratón y, casi todos, con el pelo verde fosforescente por la pintura. Pero todo ello se olvida rápidamente con la barbacoa que la mayoría de los centros de paint ball ofrecen a sus clientes al acabar la partida.

Speedball. www.speedball.info; Tfno: 637 81 30 06. Precio: 20 euros. Paint Ball Team. www.paintballmadrid.es Tfno. 607 70 97 53. Precio 20 euros.

Una personalidad escondida

Los jugadores de paint ball muestran en la mayoría de las ocasiones una agresividad inusual 'que no parecen tener cuando llegan a la finca', señala Alejandro Muñoz. Con el arma en la mano, que se empuña como una ametralladora, y escondidos detrás de un talud o defendiendo el imaginario castillo compuesto por rocas y tablones, tanto chicos como chicas, muestran una personalidad bien diferente a la que aparentemente tienen. Por eso no es casual que esta actividad se llame juegos de guerra. 'Alguna pareja de novios aprovecha incluso para ponerse en equipos contrarios para arreglar alguna disputa', señala Mario Manso. Los grupos que acuden a jugar a estas fincas nunca se mezclan porque, como recuerda Manso, 'si ya entre amigos a veces acaban mal, entre gente desconocida se puede montar un buen lío'. Pero para Alejandro Muñoz éste no es un deporte agresivo: 'Aquí viene gente muy normal que quiere pasar un día en el campo de otra manera. También un descerebrado jugando al fútbol o al balonmano es a veces un peligro'. En el paint ball, que cuenta con una liga española, otra europea y un torneo de las Cinco Naciones.

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