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Desde el Pacífico
Columna
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Silicon Valley, finalmente, se está deprimiendo

La población de Silicon Valley ha caído en la depresión porque la crisis es más larga y profunda de lo que pensaban

LA GENTE DE SILICON VALLEY se está hundiendo en la depresión tanto sicológica como económicamente. Una enfermedad anunciada, pero negada hasta hace muy poco.

En un primer momento, nadie creyó que el cielo se pudiera nublar sobre la cuna de las tecnologías de la información y de la nueva economía, sobre la meca de la innovación. La convicción era tal que muchos encontraron normal que se dotara de una formulación teórica por medio de un libro publicado en el verano del 1999: The Long Boom. El largo boom económico vaticinaba un siglo de crecimiento sin contratiempos. El libro fue un best seller y la expresión altisonante se volvió refrán.

Sin embargo en 1998 ya nos preguntábamos si el motor de la locomotora que conducía la economía estadounidense no estaba empezando a fallar, y escribíamos: 'Los meses que vienen podrían ser mucho más difíciles de lo que piensan o dicen unos señores acostumbrados a que todo les salga bien y que viven en un ambiente bastante protegido del mundo real. Una fórmula que en este caso quiere decir, el mundo fuera de Silicon Valley' (Ciberp@ís, 15 de octubre de 1998).

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Tuvieron que abrir los ojos en marzo del año 2000 con el declive oficial del NASDAQ, la bolsa de valores neoyorquina especializada en las empresas de tecnología. Pero, con la moral todavía en alto, los empresarios e ingenieros de la región de San Francisco dedicaron su energía a reducir gastos y a buscar nuevos modelos económicos. No pensaron que la crisis sería tan aguda, y creían que pasaría pronto. Fue cuando, por ejemplo, muchas compañías renunciaron a vender su tecnología a los consumidores, y dedicarse a prestar servicios a otras empresas. Profesionalmente, los ejecuitivos de las empresas empezaron a pedir menos stock options y más dinero en efectivo. Algunos empleados empezaron a escuchar a la tímida aparición de una organización sindical en Amazon.com o entre los eventuales de Microsoft.

El año 2001 aparece ahora como un período de relativa tranquilidad. Los habitantes de Silicon Valley tuvieron que aceptar que no estaban a salvo de los ciclos económicos. Pero quien dice ciclo, dice que después de la merma viene el auge. Discutían de si la curva iba a ser en V (con repunte rápido) o en U (con despegue más lento), y muchos decidieron que había que aprovechar el tiempo para relajarse.

El ambiente de trabajo se volvió menos frenético. 'Ahora la gente tiene tiempo para jugar tenis', nos dijo en mayo del 2001 un abogado feliz de poder atender personalmente a sus clientes en vez de dedicarse a 'apagar incendios'. Contaba cómo la crisis 'cambia la vida de la gente' al reducir sus fortunas, y les obliga a renunciar a jubilarse a los cuarenta años. ¿Dramático?

Nadie pudo ignorar las dificultades, y, sin embargo, el optimismo siguió fuerte hasta hace muy poco. En marzo, todavía, un 64% de los habitantes de Silicon Valley pensaba que la situación de las empresas locales mejoraría en un plazo de un año (era el 54% en diciembre), según una encuesta de la universidad estatal de San José. Pero en junio, la proporción de optimistas se redujo en más de una cuarta parte (están en 48%) mientras que los pesimistas casi se duplicaron (del 6% al 11%). De manera general, el pesimismo es mayor en la región que en el resto del país, algo que no había ocurrido en los últimos cuarenta años.

Los más ricos de antaño ponen a la venta, o empeñan, todo tipo de objetos de arte y de joyas, hasta automóviles de lujo. Una oportunidad única para comprar un Porsche o una BMW de segunda mano con menos de 20.000 kilómetros; pero hay que venir desde fuera. Ya no son tan numerosos los residentes locales que se pueden aprovechar de la situación, con excepción de los psicoterapeutas que están teniendo su momento de gloria ahora que los puntocomeros se han sumido en la depre.

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