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Mundial 2002 | Brasil-Alemania, un duelo inédito

Ronaldo 'afeita' a Scolari en el ensayo del tiro de faltas

José Sámano

El ejercicio propuesto por Luiz Felipe Scolari en el entrenamiento brasileño era de parvulario. Los diez jugadores titulares ocuparon medio campo; se ubicaron cada uno en su posición, sin rivales de por medio. Todos parados, en calma. Cafú, en una banda; Roberto Carlos, en la otra; los tres centrales, en su aparcamiento... Con esta disposición, Scolari ordenó que Lucio pasara la pelota a Cafú, que, sin moverse, debía dársela a dos metros a Kleberson, que hacía lo propio con Rivaldo en la media punta, que, a su vez, la debía trasladar a la primera para Roberto Carlos, que llegaba caminando para tirar un centro raso a Ronaldo. Vamos, una simple jugada asociativa. Bueno, pues no hubo forma de que saliera a la primera. Ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la cuarta...

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Rivaldo, de espaldas, la pisaba como le gusta, olvidando que en el ensayo nadie le custodiaba. No había defensas. Ronaldinho remataba antes de tiempo, Roberto Carlos chutaba saltándose el capítulo de buscar a Ronaldo... Las pruebas eran evidentes: los brasileños no saben jugar en grupo ni en los entrenamientos. Para ellos no hay jugada sin regate, sin culebreos, sin amagues. Lo complejo les resulta natural. Lo sencillo les parece pura paja. No han nacido para ello.

Del tedio de los ensayos sólo les rescata la pelota cuando todos juegan con ella en el trapecio. Hasta los porteros, como Dida, el suplente, un descarado capaz de competir con Ronaldinho a la hora de columpiar el balón de una palma de la mano a otra, con los brazos en cruz, haciendo una parada en la nuca antes de deslizarlo por el tobogán del esternón hasta el empeine, donde se abanica un rato largo para finalmente revolotear de un tacón a otro. Ni una vez tuvo que ordenar Scolari que se repitiera este ejercicio.

Otra cosa muy diferente fue a la hora de practicar los lanzamientos de las faltas. No por culpa del ejecutor, Ronaldo sin ir más lejos, sino por la barrera. Sin voluntarios para ser fusilados, el propio seleccionador tuvo que dar ejemplo y colocarse él antes de llevar de una oreja a Rivaldo, Cafú y alguno más. Tan perfecto es Ronaldo que la primera la coló por el ángulo izquierdo de Dida, la segunda se la escupió la misma escuadra y la tercera... afeitó a Scolari. Para un brasileño no hay obstáculos. Cuanto más difícil sea la carambola, mucho mejor.

Una vez que Scolari dio por concluido el ensayo, los dos porteros suplentes firmaron una inopinada postdata. Ceni y Dida decidieron permanecer sobre el césped afinando sus reflejos. Uno lanzaba y el otro trataba de detener. Scolari les conminó a que pusieran punto y final al ejercicio. Enfrascados en su mano a mano, hicieron caso omiso de las órdenes del seleccionador. Hasta que Scolari adoptó una actitud más disuasoria. 'Cuento hasta tres', les advirtió. Y levantando su mano derecha empezó a contar: 'Uno, dos... '. No hizo falta más. Los dos guardametas enfilaron camino del vestuario para reunirse con el resto del equipo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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