_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cita a ciegas

Pongamos que es usted ciego y que alguien se empecina en mostrarle unas fotos. O dicho de otro modo: que usted va a una exposición de fotografías donde lo que se le propone es no mirarlas. Suena raro, me hago cargo, como a perversión aún no documentada en los archivos planetarios. Como montar un club de la castidad para excitarse hablando de no hacerlo. Bien mirado, no mirar es casi lo contrario de lo que la razón, la sensatez y el buen sentido, por no hablar de la humana curiosidad, dictarían hacer casi con cualquier cosa, y no digamos ya con una foto. Sin embargo, en la exposición Si no lo veo no lo creo se trataba precisamente de no mirar las fotos expuestas. Y encima, para no mirar las fotos, había que tomarse ciertas molestias: telefonear antes a determinado número y conseguir una de las plazas limitadas para una visita guiada a horas convenidas, como si, en lugar de asistir a una exposición, pretendiera uno acudir a la consulta del médico.

Emplean toda la fuerza descriptiva y evocadora del lenguaje verbal para conseguir 'hacernos ver' las imágenes expuestas

La extraña cita era en el número 20 bis de la calle de la Riereta, donde la portería se abre a un misterioso pasaje interior, bastante cochambroso y pintoresco, que discurre descubierto entre edificios y donde se veían algunos coches aparcados que uno se preguntaba si habrían entrado tranquilamente por la portería, tocando el claxon para que algún desprevenido transeúnte se apartara.

Lo que nos aguardaba arriba no era menos irregular y sospechoso: en la primera sala, que se hallaba casi a oscuras, se había tapado una ventana con unas telas e instalado una cámara antigua a través de la que podía verse el patio de luces al que daba la ventana clausurada, de modo que la realidad había sido sustituida por una imagen suya. Pero lo que realmente sembró en mí la alarma fue descubrir que los invitados estaban bebiendo un excelente vino tinto y comiéndose unos estupendos canapés. ¿Dónde se ha visto un acontecimiento artístico en que el vino y los canapés precedan al hecho artístico y no al revés, como es de recibo en todas las exposiciones del mundo mundial? ¿No será, me dije, que la experiencia se prevé tan nefasta y terrorífica que tratan de infundirnos ánimo y coraje con el vino? A punto estaba ya de emprender una rápida y deshonrosa retirada -una amará el arte y los empeños insensatos, pero todo tiene sus límites- cuando Jordi Bernadó y Martí Llorens, los fotógrafos que nos habían embarcado en la extraña aventura, nos invitaron a pasar a otra sala no sin antes darnos un antifaz y exhortarnos a que nos tapáramos los ojos con él. Decidí no huir, me puse el antifaz y dejé dócilmente que un acomodador lazarillo nos guiara hasta nuestros asientos.

Tras una breve espera, el guía, que en esta ocasión era el escritor chileno Rafael Gumucio, acometió la tarea de conducir al grupete de ciegos temporales a través de las fotos con el solo instrumento de la palabra. Le habían confiado la misión, que en otras sesiones corrió a cargo de Óscar Guayabero, Carles Poy, Pere Formiguera y Guillem Martínez entre otros, de explicarnos las fotografías, empleando toda la fuerza descriptiva y evocadora del lenguaje verbal, para conseguir hacernos ver ambas imágenes. Nosotros podíamos hacer preguntas. No pude evitar sonreírme al pensar que era casi la antítesis ilustrada de aquello tan manido de que 'una imagen vale por mil palabras' y empecé a divertirme de lo lindo. Hemos asimilado hasta tal punto la idea de que la fotografía es el sistema que captura la realidad de forma más verosímil, objetiva y fidedigna que un uso no realista como el que hacen Llorens y Bernadó, que además la convierten en punto de partida de una ficción literaria, nos deja absolutamente atónitos.

Luego se nos permitió ver las dos fotos, que mostraban dos espacios interiores, uno público y otro privado, y pudimos confrontar la imagen con el relato tejido por Gumucio y con nuestros propios devaneos imaginativos. Y no sólo eso, sino que, al poco, se descorrió una cortina y se nos permitió ver y transitar el espacio real (es decir, el plató, es decir, un espacio inventado) que aparecía en una de las fotografías.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La experiencia me recordó la monumental y deliciosa novela de Georges Pérec La vida, instrucciones de uso, donde el autor (a quien también le debemos un palíndromo de más de cinco mil letras) nos hace visible, con pérfido y prodigioso talento de miniaturista socarrón y desde las antípodas del realismo, todo el inventario de muebles y de objetos, ya sean bibelots, cuadros o fotografías, que se hallan en un inmueble parisiense.

Pero esta sorprendente exposición, donde se concibe la fotografía como un texto a la espera de ser leído, descifrado, y donde se demuestra que ver es inventar, dista mucho de ser un hecho aislado en la producción de Martí Llorens y Jordi Bernadó, atraídos desde antiguo por el campo de la ficción fotográfica y el poder manipulador de la imagen fotográfica. En Memòries revolucionàries (1997, Editorial Mestizo), Llorens pergeña una serie de supuestos retratos de milicianos de los primeros días de la guerra civil. En cuanto a Bernadó, acaba de recibir la mención honorífica a la mejor publicación española de fotografía de los Premios Photo España 2002 por su libro Very very bad news (Editorial Actar), una serie de paisajes organizados a la manera de dípticos tragicómicos donde, en medio del presunto paraíso, un pequeño detalle puede ser portavoz de noticias terribles.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_