_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La bomba de Cachemira

Todo se confabula en Cachemira. Cuando dos países enemigos con armamento nuclear amasan desde hace medio año un millón de soldados en alerta en su frontera común, los incidentes entre ambos tienen una dimensión especial. Eso sucede con el reciente ataque terrorista de sello paquistaní contra una instalación militar india en Jammu, que ha dejado 30 muertos y por el que Delhi ya ha anunciado venganza.

Dos de las tres guerras entre India y Pakistán desde la partición lo han sido por Cachemira, la región de los himalayas de mayoría musulmana que se disputan. Al menos una docena de grupos islamistas armados se infiltran regularmente en la zona india para combatir a su ejército. Decenas de miles de personas han muerto desde que estalló la revuelta en 1989.

La matanza del martes se ha producido en un momento singular. Coincide con el comienzo del deshielo en el techo del mundo y con la afirmación india de que Pakistán no ha cumplido su promesa de perseguir a los grupos fundamentalistas que protagonizan el terrorismo transfronterizo, promesa hecha por el general Musharraf después de que Delhi acusara a fanáticos del país vecino del sangriento ataque suicida contra su Parlamento en diciembre pasado.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El dictador paquistaní, presionado por Estados Unidos a raíz de su intervención en Afganistán, sí se ha aplicado contra el desestabilizador extremismo islámico interno, entre shiíes y suníes. Pero no ha hecho lo propio contra los movimientos activos en Cachemira. Los jefes de los dos más importantes permanecen en condiciones simbólicas de arresto domiciliario, que les permiten disponer de teléfono o entrevistarse con sus lugartenientes. La farsa refleja el hecho de que Cachemira es una causa nacional en Pakistán, cuyas fuerzas armadas y servicios de espionaje están trufados de altos mandos que apoyan el extremismo islamista.

La propia situación del Gobierno nacionalista indio no es más tranquilizadora. Perdedor de todas las elecciones estatales recientes y acusado de no haber impedido el gravísimo brote reciente de violencia religiosa en Gujarat, sus circunstancias le hacen todavía más vulnerable al populismo y a la tentación de embarcarse en aventuras bélicas. India supera ampliamente a Pakistán en capacidad militar, pero el régimen de Islamabad ha repetido que no dudará en utilizar el arma nuclear caso de ser atacado.

La situación ha llegado a un punto de riesgo que hace perentoria la intervención estadounidense. Dada la creciente implicación de Washington en la zona, y sus relaciones cada vez más estrechas con ambos rivales, hay que confiar en que su mediación acabará imponiéndose, aunque el atentado de Jammu se haya producido precisamente mientras visitaba Delhi una alta funcionaria del Departamento de Estado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_