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Reportaje:La gran final de la Copa de Europa | FÚTBOL

Un tipo para la esperanza

Toppmöller, de cuya época de jugador se recuerdan sus remates y la afición a la bebida, abre un vía atractiva como técnico en el fútbol alemán

Santiago Segurola

Klaus Toppmöller es un agente extraño en el fútbol alemán, dominado por una rigidez que ha derribado la honorable tradición que alcanzó su cénit a mediados en los años setenta, cuando Beckenbauer, Breitner y Hoeness rivalizaban con jugadores espléndidos, como Grabowsky, Held, Bonhoff, Flohe o el incipiente Schuster. Futbolistas esencialmente creativos que apenas tuvieron continuación después. Topmöller pertenece a aquella gloriosa generación, pero no podía competir con ellos en clase. Era un delantero centro alto y potente, buen goleador, que jugó cuatro veces en la selección alemana.

De aquella etapa como estrella del Bochum se recuerdan sus remates y la afición a la bebida. Una noche, tras una gran actuación de su equipo, se emborrachó hasta quedarse dormido en un bosque a las afueras del estadio. Recogido por los operarios encargados de la limpieza de botellas, llegó a casa en el camión de la basura. Tras otro día de juerga, se estrelló con su Ferrari contra un árbol y desapareció de escena durante dos días. Se le dio por perdido hasta que apareció sin otra excusa que la pérdida de la memoria.

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Mucho tiempo después confesó que había dedicado los días al alcohol en compañía de un amigo. Este hombre, bastante más moderado ahora, no sólo es el eficaz entrenador del Bayer Leverkusen, sino el entrenador que ha introducido una vía novedosa en el fútbol alemán. Estricto en su defensa del juego de pase, de posesión de la pelota, predicador del fútbol creativo, Toppmöller y el Bayer han sido la sensación en Europa durante la última temporada. Si los triunfadores ejercen como referente, Topmöller puede abrir una vía atractiva en Alemania.

Hijo de un tabernero, Toppmöller hizo carrera en equipos de medio pelo a los que elevó instantaneamente. Primero en el Bochum, después en el Saarbrucken, al que colocó en el mapa de la Bundesliga tras salir de las divisiones regionales. Nunca le faltó confianza, ni pasión por su profesión: 'La gente tiene glóbulos rojos y blancos. Me parece que yo tengo pequeños baloncitos en la sangre'.

Tipo de carácter, nunca se ha privado de algunas extravagancias para demostrarlo. Un día llegó al vestuario de su equipo con un águila en su brazo porque quería de sus equipos determinación y voluntad de victoria. En su paso por el Bochum y el Saarbrucken se ganó la reputación suficiente para aspirar a equipos mayores.

Uno de ellos fue el Bayer Leverkusen, sometido a las tensiones que siguieron a la sucesión de Christopher Daum, enredado en un problema de consumo de cocaína. Toppmöller se dirigió al presidente en términos muy concretos. Como se consideraba a la altura del mejor técnico del momento, Otto Hitzfeld, exigió el mismo salario que el entrenador del Bayern de Múnich. Atónito, Calmund le sugirió que se tranquilizara. No hubo acuerdo y el Bayer fichó a Berti Vogts, que fracasó.

Toppmöller ha encontrado su oportunidad esta temporada. Su impacto ha sido decisivo en el cambio del equipo. A estas altura de su vida, es una persona poco atenta a los lujos. Ni conduce coches lujosos, ni sigue la moda. Sólo consume fútbol. No pudo ganar la Copa de Europa, pero sus ideas no salieron dañadas.

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