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Crónica:La gran final de la Copa de Europa | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una volea y dos guantes

El golazo de Zidane y los pies y manos de Casillas enfilan al Madrid hacia la cumbre

José Sámano

El día D a la hora H apareció Zinedine Zidane. Hacía tiempo que no había noticias de él y en el primer tramo de la final pasó de puntillas. No se había dejado ver en exceso, pero un detalle técnico exquisito puso al Madrid al borde de la novena. Del resto se encargó Casillas. Roberto Carlos se fugó por su orilla tras un magnífico servicio de Solari, el brasileño soltó un globo como pudo, con un defensa encima y el balón llegó llovido al área. Zidane acomodó su corpachón, hizo palanca con su pie derecho bien anclado al césped y con un golpe de cadera reventó la pelota con la pierna izquierda, que describió un arco preciso y sutil a una altura imposible. El francés pudo amortiguar el balón con el pecho; o picarla con la coronilla de fray que le distingue. Como técnicamente es un superdotado tiró por la vía más complicada, pero más resolutiva.

'Makelele supo barrer los ataques del Bayer donde realmente había que meter la escoba'
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El tanto le encumbró definitivamente y en el segundo tiempo se enchufó al partido con todo. Fue entonces cuando apareció ese jugador con aires de mariscal capaz de poner orden donde reina el caos, de adivinar la velocidad exacta que requiere cada jugada. Grande de verdad en el día más grande.

Casillas. César se encontró con un gol en contra en la primera llegada del Bayer. Temeroso, se quedó a la intemperie, a media salida. Luego, una buena mano frente a Brdaric le dio firmeza hasta que se lastimó en un choque con Lucio. Casillas, su relevo, tuvo un intenso trabajo en los momentos finales, en una situación realmente diabólica para un portero rescatado desde el banquillo con la noche ardiendo. Primero desvió con éxito un remate de Basturk y, a renglón seguido, escupió bajo palos dos remates a bocajarro de los alemanes, ambos repelidos con los pies. Tres acciones en cuestión de segundos que dejaron a salvo la novena e inundaron los ojos de Iker de lágrimas. Ayer, quizá, se jugaba un poco más que algunos.

Raúl. Picante como siempre. Una avispa para toda la defensa del Bayer. Les buscó las cosquillas desde el principio, con derrapes constantes a espaldas de Lucio y Zivkovic. Exprimió su conexión con Roberto Carlos, otro pillín, en un saque de banda lejanísimo del área del Leverkusen. De una jugada a la que casi nadie concede demasiado valor, y por tanto desatienden los rivales, Raúl sacó petróleo. Ayudado, eso sí, por el canguelo de Butt, el torpe portero alemán. Nadie como él para aprovechar los detalles que tantas veces conducen a la gloria. Al margen del gol, su coraje supuso un alivio para el Madrid, que siempre encontró en Raúl una válvula de escape para sacudirse al Bayer. A cada despeje defensivo acudía Raúl para arañar una posesión donde parecía una quimera.

Makelele. El guardián de todos. Siempre bien situado, se hartó de cortocircuitar ataques alemanes. A su poderoso físico añade intuición, condición que no siempre distingue a estos medios defensivos. Muchos barren lo que pasa por su lado, Makelele sabe en qué zonas hay que meter la escoba. El partido no era nada cómodo para el francés, porque el Leverkusen, sin un delantero de referencia, vive del ingenio de dos enganches -Ballack y Basturk- que flotan entre el medio campo y el ataque. Y Makelele supo aguantar el tipo sin restar equilibrio al Madrid, lo que hubiera sucedido de haber dado un paso atrás para engullirse entre Hierro y Helguera. Se fue del campo por problemas físicos.

Figo. Tan voluntarista como desacertado. Se alejó lo que pudo de Placente, un marcador implacable, y se refugió sin éxito en el centro, donde echó la cortina y se perdió en el limbo. No está para nada. No tiene desborde y su distinguida rosca es hoy un molinillo. Las secuelas de su latosa lesión aún son evidentes. Del Bosque le concedió la titularidad, pero le desterró antes que a nadie.

Lucio. Sobresaliente en defensa y, especialmente, en ataque. Maquilló su despiste en el gol de Raúl -que le cogió con la caraja- con su cabezazo por encima de Hierro que igualó el partido. Se tragó a Morientes, le mantuvo la mirada a Raúl y cada vez que dejó la cueva puso al Madrid en guardia. Tiene de todo, en un área y otro. A buen seguro que el próximo curso cambiará de escaparate. Acabó cojeando.

Ballack. Dio poco carrete a sus compañeros, que esperaban mucho más del líder natural del Bayer. Dejó algunos detalles, pero le faltó presencia y precisión, sobre todo en la segunda parte, cuando se borró del mapa. Falló todos sus remates desde el balcón de César, primero, y Casillas, después. Alguno muy claro como un servicio en bandeja que le puso Neuville en el primer acto y que el nuevo jugador del Bayern de Múnich pifió de forma estrepitosa.

Basturk. Junto a Lucio, este turco de pierna recortada que la pasada temporada jugaba en la segunda división alemana fue el mejor del Leverkusen. Certero en el pase, fue el mejor surtidor de sus compañeros. Imaginativo y directo, le faltó dejarse caer por el área madridista con mayor frecuencia.

Butt. Un portero forrado de nervios, impreciso en todo, hasta con los saques de pie. Lo mejor, un remate de cabeza en el área de Casillas.

Raúl, con Helguera a la izquierda y Casillas a la derecha, celebra el título con el trofeo.
Raúl, con Helguera a la izquierda y Casillas a la derecha, celebra el título con el trofeo.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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