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Entrevista:Nan Goldin

'Fotografiar la vida es como excavar en el peligro'

Vivimos una época en la que el espectáculo de la intimidad se ha convertido en la miel de todas las moscas. El éxito de programas televisivos como Gran Hermano, la autobiografía sexual de Catherine Millet o películas como Intimidad, de Patrice Chereau, se acercan desde diferentes ópticas y con distintas intenciones al intrincado mundo de las relaciones con una lupa que deja desnudas las partes más vulnerables e inconfesadas del ser humano. La fotógrafa norteamericana Nan Goldin (Washington, 1953) lleva haciendo esto desde hace más de treinta años. Desde entonces ha conmovido e impactado en el mundo del arte con series como La balada de la dependencia sexual (1982-1995) o las dedicadas a las drag queens de Boston en los setenta. Ahora presenta en el Palacio de Velázquez de Madrid una gran retrospectiva con 350 fotos que titula El patio del diablo. Son imágenes de sus amigos en la cama, vistiéndose, en la bañera, con sus amantes o masturbándose. 'Creo que mi trabajo siempre ha girado en torno al estar aquí ahora', afirma Nan Goldin. 'Mi mejor amigo, el fotógrafo David Armstrong, dice que lo profundo en mi trabajo es que presenta las cosas tal como son. La aceptación completa de lo que veo, sin tratar de transformarlo'.

'Creo en las series de imágenes porque una sola no suele expresarlo todo. No creo en el momento decisivo'

'Cuando empecé a los 17 años

yo quería ser fotógrafa de moda', recuerda. 'De esos años son las fotos en blanco y negro de las drag queens con las que vivía. Una búsqueda del glamour de las películas de los años treinta y cuarenta que nos gustaban, nos obsesionaban esos vestidos y ese aire sofisticado. Yo nunca quise desenmascarar a las queens, como algunos otros fotógrafos intentan. Yo nunca las vi como hombres vestidos de mujer, para mí pertenecen simplemente a otro sexo. Son lo que son. Ésa es la esencia de estas fotos de travestidos y transexuales'.

'Después empecé a usar el color y fotografiar otras cosas, y quise que todo luciera tal como es y no limpiar o manipular las fotos. En mi serie La balada de la dependencia sexual (no están en la exposición porque algunas de las personas que aparecen haciendo el amor ya no quieren que se exhiban más), las personas están en la cama, con los pies sucios y las sábanas manchadas, y ésa era la realidad del momento. Algunos me critican porque ahora hago imágenes en hoteles más elegantes, pero parece que no entienden que mis imágenes no tratan de cómo lucen las cosas, sino cómo se sienten'.

El ojo de Goldin no parece alterar lo que sucede a su alrededor. Sus modelos la dejan entrar en sus vidas con naturalidad. 'Normalmente les pido permiso para fotografiarlos, pero en general simplemente son cosas que suceden delante de mí. Los trabajos de La balada de la dependencia sexual y otras anteriores fueron hechos en un loft que tengo en Nueva York en el que vivíamos unas diez personas y pasaba mucha gente por ahí. No había barreras, fueron fotos hechas a fines de los setenta y principios de los ochenta, una época muy salvaje, muy creativa. Mi loft era uno de los centros, no tenía sentido preguntar, fotografiaba con la naturalidad con la que fumaba un cigarrillo o compartía un café. La gente se paseaba desnuda, hacer el amor frente a mí era algo normal'.

Mientras da los últimos toques al montaje de la exposición, nos detenemos ante algunos de sus trabajos más recientes. Son varias parejas haciendo el amor. Unos adolescentes, una pareja de homosexuales y otra algo más madura en un acto apasionado y lleno de matices emocionales. Son Valerie y Bruno, sus amigos franceses, que en ese momento se pasean por la sala, atareados en la instalación de otras fotos.

'A Valerie y Bruno o a mi sobrino Simon y su novia Jessica sí tuve que preguntarles si se dejarían fotografiar y aceptaron sin problema. Con mi amigo Clemence y su novio estuve dos días seguidos. Nunca he estado tanto tiempo viendo a una pareja hacer el amor. Fue agotador, pero ellos querían hacerlo a toda costa. A veces a la gente le excita ser fotografiada, pero es como si yo no estuviera allí o, en el caso de Bruno y Valerie, como si yo formara parte de las palpitaciones de su corazón. Pienso que el sexo es lo que más nos acerca a lo sagrado y nos hace conscientes de la importancia del instante presente', afirma Goldin. 'Creo que con las parejas también trato de aprender lo que es el amor porque nunca he tenido relaciones muy satisfactorias. Tengo fotos de mis amantes, algunas de ellas con Brian, una relación que terminó de manera totalmente brutal, con una paliza que me dejó el ojo dañado en diez lugares'.

Nan Goldin ha afirmado que hace fotografías para no perder el recuerdo de la gente, de los momentos. 'Sigo haciendo esa especie de diario visual, pero ya no es como antes, ya no estoy obsesionada con el miedo a perder esa memoria. Pero cuando voy a dejar un lugar o me voy a separar de alguien, sí que trato de capturarlos. Temo la pérdida. A los ocho años empecé a escribir un diario para no olvidar cómo pasaron en realidad las cosas. Cuando tuve mi primera cámara a los 15 años encontré una manera innegable de probarlo. Yo todavía creo que una foto puede decir la verdad. Y también creo firmemente en las series de imágenes porque una sola no suele expresarlo todo. No creo en el momento decisivo. Se puede ver a la gente desde distintas perspectivas y las relaciones personales son tan complejas que una sola imagen no puede captarlo todo'.

No sorprende, por tanto, su

actitud ante quienes manipulan las imágenes. 'Hay una tendencia muy fuerte en la fotografía actual, sobre todo entre los fotógrafos del círculo de la Universidad de Yale, como Philip-Lorca Di Corcia, que hacen una especie de montajes con apariencia de situaciones reales', comenta. 'Él es un tío muy listo, lo conozco desde hace 25 años, y sus imágenes suelen tener un sesgo psicológico algo cínico. Y tiene muchos seguidores. Yo enseñaba en Yale e insistía a mis alumnos en que hay una diferencia entre la realidad y la apariencia de realidad. Yo jamás manipulo una sesión de fotografía, siempre llevo mi cámara conmigo. Fotografiar la vida es como excavar en el peligro', continúa. 'Lamento que estos jóvenes no tengan todavía la experiencia como para extraer una profunda verdad psicológica de lo que fotografían. La diferencia entre preparar las fotos y buscar la realidad es que hay riesgo y también la posibilidad de aprender de la situación a la que te enfrentas, expandiéndola. Es algo que no sucede cuando haces un montaje narrativo, limpio y programado'.

Aparte del amor, a Nan Goldin le atrae la muerte. Sus series relacionadas con el sida, a través de varias parejas, están entre las más impactantes de la exposición. 'Las imágenes de este hombre tan fuerte viendo a su amante morir, alguien a quien yo también quería mucho, son muy importantes para mí. Yo estuve ahí mientras moría. Muchos de mis amigos murieron en los ochenta y noventa, en Nueva York y en Berlín. Ha sido parte de mi realidad durante veinte años. Me atraen las imágenes de la muerte, tengo una gran colección de memento mori. Me atrae la imaginería católica en torno a la muerte también. Soy judía y no tenemos ese culto casi morboso, primitivo, de la muerte. Adoro a los santos, especialmente a las santas. Estoy haciendo un trabajo en torno a santa Bárbara y a mi hermana, que se suicidó. Hay muchas coincidencias entre ambas y eso me fascina'.

Las proyecciones de diapositivas con música de Nan Goldin proponen involucrar al espectador en una experiencia distinta a la de ver las fotos individualmente, como cuadros. 'Es una experiencia distinta porque de alguna manera manipulas a tu público al situarlo en una sala oscura, exhibes las imágenes a la velocidad que decides, la música es como la voz narrativa. El gran espectáculo de diapositivas que he exhibido en todo el mundo desde 1983 dura 45 minutos y solía tener 800 diapositivas, ahora tiene unas 700. La música varía si en el momento veo el tema con pesimismo, con esperanza, con rabia'.

'En Madrid presento otros

dos pequeños espectáculos audiovisuales. Uno es Self Portratit (All by myself), todo con imágenes mías desde la infancia hasta 2000. Es de unos siete minutos, con la canción de ese título de Ertha Kitt. La última fue un encargo del Pompidou, se llama Heart Beat. Le pedí a Björk que le pusiera música y ella utilizó la misa griega ortodoxa de John Taverner sobre la que ella canta'.

A pesar de haber dejado el testimonio de una forma de vivir y de una época, Nan Goldin ha dejado de sentirse cómoda en su país y ha venido a vivir a Europa. 'Hace un año que vivo en París y no tengo intención de volver a Nueva York. Yo empecé a hacerme conocida en el mundo del arte en 1989. Una vez que entré a formar parte de los grandes nombres de la escena artística, fui tan ingenua de creer en el sincero interés de mucha gente por mi obra. Los galeristas y otras personas me enseñaron todo lo que hay detrás de las palabras como codicia e interés, la relación del arte y el dinero. No es que no supiera que eso existía, pero ignoraba la obsesión que pueden tener algunos con ello. Hay celos, competitividad, ambición, bajeza, hipocresía. Los galeristas tienen mucho poder porque hay menos dealers que artistas. Creo que en Europa hay todavía un sentido histórico del arte. La propia ciudad de Nueva York se ha convertido en una especie de Disneyworld. Hasta mis amigos se han hecho más políticamente conservadores, mientras yo voy en otro sentido, me he hecho más radical que nunca'.

Nan Goldin, en traje de ama sadomasoquista (1978).
Nan Goldin, en traje de ama sadomasoquista (1978).MATHEW MARKS GALLERY

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